La felicidad inconmovible de Dios

Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto. (Juan 15:11)

Dios es absolutamente soberano:

Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place (Salmos 115:3).

Esto quiere decir que Dios no está frustrado. Se regocija en todas sus obras cuando las contempla como colores del magnífico mosaico de la historia de la redención. Su felicidad es inconmovible.

Lo que lo hace feliz es el deleite que tiene en sí mismo. Antes de la creación, Dios se regocijaba en la imagen de su gloria reflejada en la persona de su Hijo. Luego, el gozo de Dios «se hizo público» en las obras de la creación y de la redención.

Estas obras llenan de gozo el corazón de Dios porque son un reflejo de su gloria. Todo lo que él hace tiene el fin de preservar y manifestar su gloria, porque es en ello que su alma se regocija.

Todas las obras de Dios culminan en la alabanza de su pueblo redimido. El clímax de su felicidad es el deleite en los ecos de su excelencia producidos por la alabanza de los santos. Esta alabanza es la consumación de nuestro propio gozo en Dios.

Por consiguiente, la búsqueda de Dios de nuestra alabanza y nuestra búsqueda del gozo en Él son la misma búsqueda. ¡Este es el maravilloso evangelio!