Si Jesús no hubiera venido al mundo

Jesús fue, es y siempre será único e inigualable.

Muchos se contentan con reconocer que fue un buen maestro y reformador social, y algunas religiones incluso conceden que fue un gran profeta enviado por Dios. Pero ninguna de estas expresiones de aprobación es suficiente.

El mayor de los mensajeros

Jesús no fue un profeta más como aquellos que vinieron antes de Él. Tampoco fue tan solo un gran orador motivador y moralista. Él fue y es en esencia distinto.

Jesús es, tal como el Padre testificó en su bautismo y en el monte de la transfiguración, el Hijo Amado de Dios (Marcos 1:11; 9:7). En su condición de Hijo de Dios, “Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza” (Hebreos 1:3). Sus cualidades son inmejorables.

Por consiguiente, Jesús supera a todos los demás mensajeros que Dios envió o que pudiera alguna vez enviar, ya que por su misma naturaleza eclipsa a todos sus contrincantes.

El mayor de los mensajes

Jesús no solo es el mayor de los mensajeros. El mensaje que anuncia también es el mayor, y es más importante que cualquier otro mensaje que jamás haya sido o pudiera ser proclamado.

Sin lugar a dudas, el ministerio de Jesús no contradice las Escrituras, sino que guarda una relación estrecha con lo que Dios habló por medio de los profetas que lo precedieron. Después de todo, lo que ellos predicaron es Palabra de Dios; pero Jesús es el mismísimo Verbo de Dios encarnado (Juan 1:1, 14). Su mensaje trasciende el de los profetas, ya que se trata del cumplimiento de todas las promesas que ellos habían hecho antes. Él mismo es el cumplimiento.

Por razones semejantes podría decirse que el “acepto” de una mujer frente al altar es mejor que el “sí” de su compromiso. El “sí” es la feliz promesa del matrimonio, mientras que el “acepto” es el acto mismo del matrimonio (que es lo que la motivó a decir “sí” en una primera instancia y lo que motivó al novio a pedir su mano). Por lo tanto, el “acepto” es la finalidad y el cumplimiento del “sí”.

Del mismo modo, la profecía de Isaías acerca del sufrimiento del Siervo del Señor, quien entregaría una “ofrenda de expiación” (Isaías 53:10), no se compara con las palabras de Jesús desde la cruz al decir: “¡Consumado es!” (Juan 19:30). Esas palabras eran la finalidad y son ahora el cumplimiento de la profecía de Isaías: Jesús mismo es esa ofrenda.

Si Jesús no hubiera venido al mundo

¿Qué hubiera sido de nosotros si Jesús no hubiera venido al mundo? ¿Cuántas de las realidades, bellezas y dádivas divinas en las que hoy vivimos se volverían nulas? ¿Qué verdades desconoceríamos?

Por un lado, esas son preguntas imposibles. Todo el universo fue creado en Él, por medio de Él y para Él (Colosenses 1:16). Sin Él, todo el universo se desmoronaría. Por otro lado, podremos apreciar mejor su venida si consideramos algunas de las numerosas bendiciones individuales que se deben de un modo directo a ella. Estas son a su vez algunas de las verdades más importantes del universo y de todos los tiempos.

  1. Si Jesús no hubiera venido al mundo, no conoceríamos al completo la fidelidad de Dios. No conoceríamos el cumplimiento total de cada una de las promesas, entre ellas la primera que hizo: que un hijo de Eva heriría en la cabeza a nuestro gran adversario Satanás (Génesis 3:15).
  2. Si Jesús no hubiera venido al mundo, no conoceríamos la plenitud del amor de Dios: “Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos” (Juan 15:13) y “Dios demuestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
  3. Si Jesús no hubiera venido al mundo, no sabríamos cuán grandes son la humildad de Dios y su compasión hacia nosotros. Según Hebreos 2:17, Jesús “tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo”. Jesús fue hecho semejante a nosotros en todo: cargó sobre sí todas nuestras debilidades, tentaciones y sufrimientos. Y lo hizo para poder ser un defensor más misericordioso para nosotros.
  4. Por último, si Jesús no hubiera venido al mundo, tampoco habría muerto en expiación ni habría resucitado luego de dar su vida, con lo cual no seríamos salvos ni habría posibilidad de salvación para los pecadores. “Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10).

Ver a Jesús y gozarse en Él como el incomparable Hijo de Dios y la encarnación de sus más grandes bendiciones es la única forma verdadera de tenerle.

Este es un asunto que requiere atención urgente hoy en día y todos los días. Que Dios le dé un entendimiento renovado para que pueda admirar a Cristo y deleitarse en Él, y le conceda la gracia para seguir mirándolo y gozándose en Él con cada vez más lucidez, alegría y reverencia.