Deja a un lado el peso de las expectativas navideñas

Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo (Filipenses 2:3).

En época de Navidad es bueno que recordemos lo peligrosas que son las fantasías.

No me refiero a las fantasías del estilo de Narnia. Hablo de cómo, a partir de deseos egocéntricos, construimos ideas y expectativas acerca de cómo queremos que sean las cosas y las proyectamos sobre personas y eventos. Si esas personas o eventos no cumplen nuestras expectativas, rezongamos, nos enojamos y perdemos la paciencia.

Las expectativas alimentadas por fantasías pueden fácilmente convertirse en tiranas. En Navidad son, por lo general, como el Scrooge o el Grinch de nuestra celebración. Siendo menos halagador, son los demonios en el jardín del amor misericordioso de Dios.

Para los cristianos, Navidad es la celebración de la encarnación, ese momento maravilloso, inescrutable y misterioso cuando el Verbo que hizo y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder (Juan 1:3; Hebreos 1:3) se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14); cuando YHWH “fue hecho un poco inferior a los ángeles” (Hebreos 2:9); cuando el que no conoció pecado entró al mundo como un bebé ensangrentado, para hacerse pecado por nosotros en una cruz ensangrentada, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21).

Selah.

No fue como lo esperaban

Si existe una fiesta para celebrar y adorar a Dios por su control soberano sobre aquellas cosas que no salen de acuerdo con nuestros planes, es la Navidad. Muy pocas cosas salieron como José y María esperaban. José no esperaba la dolorosa decisión de divorciarse de María. No esperaba todos los imprevistos difíciles que los llevaron a Belén, luego a Egipto y finalmente de vuelta a Nazaret. Ninguno de los dos esperaba que ese Niño santo naciera en un establo de desesperanza.

Nadie esperaba que el Mesías viniera de Galilea (Juan 7:52), nadie esperaba que no tuviese una educación formal (Juan 7:15) y nadie esperaba que fuese, literalmente, el Hijo de Dios (Juan 10:30-33).

Navidad es la celebración de la llegada del inesperado Jesús.

Selah.

Cuidado con los ecos vacíos

Por eso debemos ser conscientes de cuánto influye sobre nosotros la fiesta cultural estadounidense a la que llamamos Navidad, porque es prácticamente una fábrica de expectativas alimentadas por fantasías. Es un collage con una mezcolanza de imágenes y cuentos de la Inglaterra de Dickens, del Estados Unidos de Rockwell, de nuestra propia infancia y del mercado consumista. Está adornado con nociones vagas de alegría y paz (ecos vacíos de sus orígenes en Lucas 2:10-14) y en ocasiones incluye escenas sentimentales de un Niño sabio, radiante, recostado en un pesebre rodeado de ganado sereno y semitas y persas con apariencia europea. Y todo esto está acompañado por la banda sonora de una súper estrella pop transgeneracional.

El mito falso de esta Navidad es que si podemos lograr que se vea como el collage confuso y caprichoso que tenemos en mente, sentiremos el “espíritu navideño” y seremos felices.

El problema es, por supuesto, que cada quien tiene un collage diferente. El resultado es que las expectativas de la fantasía navideña no se cumplen. Y casi siempre el egoísmo sofoca al amor, se despliega en alguna forma de rabia agresiva o pasiva y destruye toda alegría y paz que podría haber habido.

Es por eso que las fantasías son tan peligrosas. Casi siempre son intentos egoístas de buscar la felicidad forzando a la realidad a adaptarse a nuestra imaginación, pero eso es algo que escapa de nuestro control. Las fantasías nos demandan cosas inalcanzables y luego nos desilusionan, a nosotros y a los demás.

El verdadero espíritu de la Navidad

Así que, a medida que se acercan las celebraciones, decidamos despojarnos del peso y el pecado que nos envuelve (Hebreos 12:1) en las fantasías egoístas de la Navidad, y miremos a Jesús:

El cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:6-8).

Ese es el verdadero espíritu de la Navidad. Cristo no se aferra a nada; él sirve. Y cómo nos sirvió...

El Adviento es la celebración de la llegada inesperada de Jesús en un momento inesperado, en un lugar inesperado, para pagar un precio inesperado e inconmensurable a fin de darnos a los pecadores el regalo inmerecido e inesperado del perdón total de los pecados y el regalo inimaginable de la vida eterna.

La Navidad no se trata de cumplir nuestras expectativas de las fiestas. Se trata de celebrar la victoria inmensa de Jesús por nosotros y de seguir sus pasos de siervo humilde.

Así que, en estas fiestas, cuando las cosas no salgan como esperamos, regocijémonos en el Dios que gobierna sobre lo inesperado y atendamos a la Palabra:

Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo (Filipenses 2:3).