Dios santifica a Su pueblo

Domingo de ramos

Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.

Introducción

¿Cómo puedes tener la seguridad de la salvación si la santidad es necesaria?

Una gran parte de la iglesia cristiana de hoy en América busca la seguridad haciendo que la santidad de vida sea innecesaria. Si una vida santa no es necesaria para llegar al cielo, entonces una persona impía puede tener la seguridad de que llegará allá. Ellos no sólo niegan que la perfección sea necesaria para entrar al cielo (lo cual es verdad; no alcanzamos una perfección práctica en esta vida); sino que van más allá y afirman que no se requiere ningún grado de obediencia o santidad o pureza o bondad o amor o arrepentimiento o transformación para entrar al cielo. Dicen que si Dios requiriese alguna medida de obediencia práctica o de santidad tres cosas terribles ocurrirían: 1) haría nula la gracia y 2) existiría una contradicción con la justificación sólo por fe y 3) destruiría la certidumbre.

Pero eso no es cierto. La Biblia enseña que cuando se entiende correctamente la necesidad bíblica de vivir una vida santa ninguna de esas cosas sucede. ¡Existe una seguridad gloriosa en la vida cristiana! Sin embargo, no se logra negando las demandas de santidad.

1. La necesidad de una vida santa no anula la gracia.

Se basa enteramente en el perdón por gracia. Y demuestra el poder de la gracia. En 1 de Corintios 15:10 Pablo dijo, “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.” La gracia no es sólo el perdón que pasa por alto nuestra maldad; también es el poder que produce nuestra bondad. Si Dios dice que es necesario hacerlo por gracia, no anulamos la gracia estando de acuerdo con Él.

2. La necesidad de una vida santa no contradice a la justificación sólo por fe.

Hace tres semanas traté de mostrar que todos los pecados del pueblo de Dios, pasados, presentes y futuros, son perdonados por la muerte de Cristo de una vez y para siempre. Dije que esta justificación basada en la muerte de Cristo por nosotros es el fundamento de la santificación—no al revés. Lo expresé del siguiente modo: el único pecado contra el cual podemos luchar con éxito es un pecado perdonado. Sin la justificación de una vez y para siempre a través de Cristo, la única cosa que nuestra búsqueda de santidad produce es desesperación o auto-justificación.

Pero en ningún momento dije que la obra justificadora de Dios hace que la obra santificadora sea optativa. No dije (la Biblia no dice) que el perdón permite que la santidad sea optativa. No la hace optativa, la hace posible. Lo que veremos hoy es que el Dios que justifica es el que también santifica. La fe que justifica también satisface—satisface al corazón humano y lo libera de las satisfacciones engañosas del pecado. La fe es el poder generador de un sentimiento nuevo (Thomas Chalmers). Es por eso que la justificación y el proceso de la santificación siempre van juntos. Ambos vienen de la misma fe. La perfección llega al final de la vida cuando morimos o cuando Cristo vuelva, pero la búsqueda de una vida santa comienza con la primera semilla de mostaza de la fe. Esa es la naturaleza de la fe salvadora. Encuentra satisfacción en Cristo y por tanto es destetada de las satisfacciones del pecado.

3. La necesidad de una vida santa no destruye la seguridad.

La mente humana podría razonar de esta manera: si se requiere alguna medida de santidad y esa medida no se puede cuantificar en forma precisa—si no puedes decirme exactamente cuánta se necesita—entonces ese requerimiento siempre me dejará inseguro de si tengo suficiente. Así que cualquier requerimiento de santidad u obediencia destruye la certeza.

Pero realmente este no es el razonar de la Biblia. La Biblia muestra repetidas veces que existe una “santidad sin la cual nadie verá al Señor” y se nos dice en Hebreos 12:14 que la “busquemos”. Pero no implica que esto destruya la certeza. Y el sermón de hoy explica porqué no la destruye. A saber, el compromiso de Dios de santificarnos—hacernos tan santos como necesitamos ser en esta vida—es tan seguro como Su elección, predestinación, justificación y llamado. Lo que nos da seguridad en esto no es primariamente la medida de nuestra santidad, sino la medida de la fidelidad de Dios para cumplir el trabajo santificador que El promete hacer. Ahí está la clave.

Exposición

Así que veamos esto en nuestro texto. Notemos tres cosas: los mandamientos, la oración, y la promesa.

1. Los Mandamientos

Pablo acaba de finalizar un listado de mandamientos en los versos 14-22 terminando en el verso 22, “absteneos de toda forma de maldad.” Así que sabemos que Dios usa los mandamientos e incentivos para santificarnos. El no dice: “Yo soy el que los santifica, de modo que no tengo nada para decirles que hagan.” Su santificación no es simplemente una santificación subconsciente. Él trabaja con nuestras mentes y nuestras motivaciones. Esa es la primera observación.

2. La Oración

Entonces en el verso 23 Pablo pasa de exhortarnos a ser santos a pedirle a Dios que nos haga santos: “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” Así que Dios no sólo usa los mandamientos e incentivos para santificarnos, también usa la oración de su pueblo. Él no sólo trabaja con tu mente y tu motivación para hacerte santo; trabaja con la mente y las motivaciones de otros para que oren por ti.

3. La Promesa

Noten que no son sólo los mandamientos y la oración sino, lo más importante, la promesa de Dios. Después de mandarnos a buscar la santidad de vida en los versos 14-22 y de orar en el verso 23 para que Dios nos santifique, Pablo expresa el elemento decisivo en el verso 24: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.”

Así es como Pablo maneja el problema de la seguridad. Deja que esto moldee tu pensamiento en esta mañana. Es mero razonamiento humano y no Dios el que dice: “Bueno, nos está mandando a abstenernos de toda maldad, de modo que depende de nosotros el llegar a hacernos santos, y por lo tanto no podemos tener seguridad del resultado.” Es mero razonamiento humano y no Dios el que dice: “Bueno, Pablo está orando para que Dios me santifique, de modo que depende de la oración de Pablo y Dios puede o no responderle, por lo tanto el resultado no está asegurado.” Todos esos son pensamientos erróneos. No es lo que dice el texto. El pensamiento correcto continúa en el verso 24 y dice: ¡La fidelidad de Dios combinada con el llamado de Dios prueba que Él lo HARÁ! “Fiel es el que os llama, el cual también lo HARÁ.” ¿Cuál es el objeto al cual se refiere ese “lo”? El “lo” es aquello que Pablo ha estado mandando y por lo que ha estado orando, a saber, la santificación. Dios lo hará.

Ese es el fundamento para la seguridad plena. Pablo no dijo que tenemos que hacer innecesaria la vida santa para tener la seguridad. Él dijo que Dios es fiel y que él lo HARÁ. La clave de la seguridad es: confiaremos en Él no sólo por la gracia que perdona nuestros pecados, sino también por la gracia que abre el camino para superar nuestros pecados. Creeremos lo que el verso 24 dice: “Dios es fiel, Él lo HARÁ.”

Ahora bien, si estás analizando el verso 23 con cuidado puedes hacerte la pregunta que yo me hice: Cuando Pablo ora que Dios nos santifique y nos mantenga irreprensibles “para la venida de nuestro Señor Jesucristo,” ¿quiere él decir que Dios nos cambiará en un abrir y cerrar de ojos cuando venga Jesús, o quiere decir que él trabajará en nosotros ahora para que seamos santos cuando Jesús venga? ¿Son los versos 23 y 24 una oración y una promesa para lo que Dios hará en el instante en que venga Jesús? ¿O son una oración y una promesa de lo que Dios hará ahora en la vida de los creyentes para prepararlos para aquel día en santidad?

Mi respuesta es que es una oración y es una promesa de Dios de que hará lo que necesite ser hecho ahora. Mi razón para decir esto no es sólo que la santificación usualmente se refiere al proceso de volvernos santos ahora, sino también al paralelo en el capítulo 3:12-13 que muestra que esto es lo que Pablo quiere decir.

“y que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros lo hacemos para con vosotros; a fin de que Él afirme vuestros corazones irreprensibles en santidad (lo mismo por lo que Pablo ora en 5:23) delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús (la misma frase que en 5:23) con todos sus santos.”

Así que lo que Pablo está pidiendo es que Dios haga algo AHORA, es decir, que nos haga aumentar y abundar en amor. Y la meta de esta obra progresiva en nosotros AHORA es que cuando venga el fin podamos estar establecidos ante Dios en santidad, porque el amor es la esencia de la santidad humana.

De modo que mi conclusión es que 1 Tesalonicenses 5:23-24 efectivamente enseña que Dios de hecho es quien santifica AHORA. Lo hace a través de mandamientos e incentivos que apelan a nuestras mentes y a nuestras motivaciones. Lo hace a través de la oración. Pero sin importar cómo lo logra, o que tan lento sea el proceso, o cuán imperfectos nos sintamos, lo principal es que DIOS lo hace, y Él lo HARÁ. Esa es la base de nuestra seguridad. “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.” La seguridad no se logra por hacer de la santidad algo opcional. Viene de saber que Dios es fiel.

¿Pero por qué la fidelidad de Dios lo compromete a santificarnos? La clave es la relación que existe entre las otras partes de nuestra salvación y la obra santificadora de Dios. Puedes verlo claramente en el verso 24. Pablo dice, “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.” Es como si Pablo dijera, “¡Él te llamó! ¿No lo ves? ¡Él te llamó! Y si Él te llamó entonces Él te SANTIFICARÁ. Eso es lo que su fidelidad significa. ¿No lo entiendes?

Y te rascas la cabeza y preguntas, “¿Por qué el hecho de que nos llamó significa que tiene que santificarnos?” Y Pablo dice: “Porque su propósito al llamarte fue que pudieras volverte santo.” La santidad es el propósito invencible de Dios al llamarte. Él sería infiel a Su propósito si sólo llamara y no santificara. Eso es lo que dije anteriormente en 4:7: “Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación” ”Quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo.”(2 Tim. 1:9). Su propósito al llamarte es tu santidad. Él lo hará. Él es fiel.

Espero que comiences a sentir lo que esto significa para el fundamento de tu seguridad. Significa que cada paso sucesivo de tu salvación está arraigado en la certeza de todos los pasos que ya han sido dados. Tu santificación está arraigada en tu llamado y está garantizada por tu llamado. Tu llamado está arraigado en la muerte de Cristo por los pecadores. La muerte de Cristo está arraigada en la predestinación y la predestinación en la elección. Una vez que te sientas envuelto por esta gran salvación objetiva forjada por Dios, sabes que eres amado con un amor omnipotente, eterno, que te escoge, predestina, expía, que te llama, te santifica y te salva. Y exclamas con gozo, “¡Dios es fiel. Él lo hará!”

Pero no sólo eso, el propósito de Dios en tu elección fue tu santidad: Efesios 1:4, “…según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor” (comparar con 2 Tes 2:13). Tu santidad es tan cierta como tu elección.

No sólo eso, el propósito de Dios en tu predestinación fue tu santidad: Romanos 8:29, “porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo.” Conformarte a Jesús es tan cierto como el propósito de Dios en la predestinación.

No sólo eso, el propósito de Dios en la muerte de Su Hijo fue tu santidad. Efesios 5:26: “…así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla.” El hacerte santo es tan seguro como el propósito invencible de Dios en la muerte de Su Hijo.

Al elegirte su propósito fue tu santidad. Al predestinarte su propósito fue tu santidad. Al morir por tí Su propósito fue tu santidad. Al llamarte Su propósito fue tu santidad. Así que no solamente podemos decir con Pablo en el verso 24: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará—Él te santificará;” sino también: “Aquel que te escogió es fiel: El lo hará. Aquel que te predestinó es fiel; Él lo hará. Aquel que envió a Su Hijo a morir por ti es fiel, Él lo hará.”

2 Tesalonicenses 2:13 dice: “…porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación”—no independientes de la santificación. La salvación viene a través de la santificación, y de ninguna otra forma (compare con Romanos 6:22). Tenemos una base grande y gloriosa para la seguridad pero no porque la santidad sea innecesaria, sino porque Dios es fiel. Él lo hará.

Nota: Vea el Apéndice, “Carta a un amigo concerniente la tal llamada salvación por medio del señorío” en ”Los placeres de Dios”, para ver una lista de textos que muestran la necesidad de la santidad y la forma en que todo encaja con la justificación por fe y la libertad de la gracia y la realidad de la certidumbre.