Probad los Espíritus para Ver si Son de Dios

Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto conocéis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan de parte del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

La última parte de 3:24 se refiere al testimonio del Espíritu Santo. Dice: "En esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado". De acuerdo a este versículo tenemos la certeza de la presencia de Dios en nuestras vidas ("Él permanece en nosotros") por el Espíritu que nos ha dado. El Espíritu testifica que somos hijos de Dios, como dice Pablo en Romanos 8:16. Pero, ¿cómo hace esto el Espíritu? ¿Cómo se expresa el testimonio del Espíritu en sus vidas?

Dos maneras en las que el Espíritu se expresa en nuestras vidas

El testimonio del Espíritu Santo en la vida de un creyente se expresa de dos maneras:

1. Nos hace amar

La semana pasada, Tom habló de una de las maneras, concretamente, la expresión del amor. El amor es el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) y, por eso, el amor entre los cristianos es una de las maneras en las que el Espíritu da testimonio de su realidad en nuestras vidas. Cuando nos amamos unos a otros de corazón, en hecho y en verdad y no solo en palabra, es el Espíritu mismo que da testimonio de que somos hijos de Dios. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios en amor son hijos de Dios (Romanos 8:14; Gálatas 5:18, 22).

Hagamos una pausa y pensemos por un momento que queremos decir cuando hablamos del testimonio del Espíritu ¿Qué es un testimonio?

Un testimonio es la presentación de evidencia que debe ayudar a un jurado a decidir la verdad de una declaración. Un testimonio es valioso hasta el grado que puede ser considerado como una buena evidencia en decidir si una declaración es verdad. La evidencia que el Espíritu Santo presenta a nuestros propios espíritus y a la comunidad es, en primer lugar, la evidencia del amor. El Espíritu pone dentro nuestro un humilde corazón de amor, y así da evidencia de su presencia y poder. Su testimonio es el amor que produce. Da testimonio de su presencia produciendo lo que él solo puede producir - un desbordamiento de gozo en Dios, que fluye para satisfacer las necesidades de los demás.

Esto es lo que estuvieron hablando Tom y Steve en las dos últimas semanas - la evidencia del amor en la vida de un creyente. Es la responsabilidad principal de esta carta.

2. Nos hace creer

Pero, hay una segunda responsabilidad en esta carta y una segunda manera en la que el testimonio del Espíritu se expresa en las vidas de los creyentes.

La semana pasada, Tom dijo que 3:23 es "es un gran resumen de toda la Biblia". "Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado". El mandamiento que lo abarca todo en esta carta, y de hecho en toda la Biblia, es: Crean en Jesucristo, ámense unos a otros. Estas dos cosas están tan unidas en la mente de Juan que no son dos cosas sino una, un mandamiento. Creamos en Jesús y amémonos unos a otros.

Por lo tanto, no sorprende descubrir que la segunda manera en la que el Espíritu Santo da testimonio de su presencia y su poder en nuestras vidas no es simplemente hacernos amar sino también creer. Esto es lo que trata el texto de esta semana.

El mandamiento global de esta carta es que creamos y que amemos. Esto es el fundamento de nuestra confianza, porque es la evidencia de que Dios obra en nosotros. Y como es la evidencia de la obra de Dios, es el testimonio de su Espíritu. La semana pasada, vimos el testimonio de amor del Espíritu. Esta semana, consideramos el testimonio de fe del Espíritu.

La prueba de que el Espíritu está en nuestro interior

Leamos 4:1-3:

Amados no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto conocéis al Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo

El versículo 2 dice: "En esto conocéis al Espíritu de Dios". En otras palabras, Juan nos da un texto por el cual se puede saber si alguien es guiado por el Espíritu Santo o por algún otro espíritu. ¿La persona es de Dios y habitada por el Espíritu o es del mundo y engañada por los espíritus de esta era? ¿Cómo nos podemos dar cuenta? ¿Cuál es la prueba?

La respuesta al versículo 2 es: "todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios". En otras palabras, el Espíritu Santo da testimonio de la realidad de Dios en sus vidas y los hace reconocer la verdad sobre Jesucristo. Por lo tanto, cuando hacen una confesión genuina de Jesucristo podemos saber que son de Dios, tienen el Espíritu Santo.

¿Qué significa "confesar"?

Pero esto nos crea un problema. Sabemos que hay personas que pueden decir cosas ciertas sobre Jesús, que, de hecho, no son nacidas de Dios o habitadas por el Espíritu Santo. Si le pagamos suficiente a alguien de la calle podemos traerlo para que haga cualquier confesión que queramos aquí, ante toda la iglesia, y no habría ninguna evidencia en absoluto de que pertenece a Dios. Y Jesús dijo: "No todo el que me dice ´Señor, Señor´ entrará en el reino de los cielos" (Mateo 7:21). Dicho de otro modo, simplemente decir cosas correctas sobre Jesús no es signo de la presencia del Espíritu Santo.

¿Entonces, qué quiere decir Juan en el versículo 2 cuando se refiere a que "el espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios"? La respuesta debe estar en lo que Juan quiere decir con la palabra "confiesa".

No simples palabras

En 1:9 Juan dice: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo y perdonará nuestros pecados". ¿Qué significa "confesar" aquí? No significa simplemente pronunciar las palabras "se que soy un pecador". Todos sabemos que el perdón y la reconciliación no ocurren cuando las palabras de una disculpa son superficiales y sin sinceridad.

Si le decimos a uno de nuestros hijos: "Pídele disculpas a tu hermano" y él le dice de mala gana "lo siento" no se logra una reconciliación. La confesión debe ser sincera. Debe salir del corazón. Debe ser más que simples palabras. Tiene que haber una disposición correspondiente a la ofensa cometida. Arrepentimiento verdadero. Contrición verdadera. Es entonces que el perdón y la reconciliación pueden suceder.

Por lo tanto, cuando Juan dice en 4:2 que la evidencia de la realidad espiritual divina es la "confesión" de que Jesucristo ha venido en carne, probablemente, no quiera decir que las simples palabras o pensamientos son evidencia suficiente. Solo porque la gente diga que Jesucristo ha venido en carne no es una señal segura de que son de Dios.

Veneración, convicción y sumisión Sinceras

En cambio, Juan probablemente quiera decir que la confesión genuina y sincera de Cristo es evidencia de la obra del Espíritu. Si hay una disposición sincera por la tremenda verdad de que el Hijo de Dios ha venido en carne, entonces la confesión es evidencia de la obra del Espíritu Santo. O sea, las simples palabras doctrinales, sin importar cuán ciertas sean, no prueban nada sobre el espíritu o persona que hay detrás de estas, a menos que las palabras estén acompañadas por una veneración, convicción y sumisión sincera a Cristo.

Le pregunté al capellán africano del Hospital bautista Banso, en Camerún, si pudo impactar espiritualmente a los pacientes. Dijo que los cristianos se mostraban muy abiertos a su ayuda, pero que la mayoría de los musulmanes y de los seguidores de religiones tribales, simplemente, concordaban con él tan rápido como podían para que los dejara tranquilos. Entonces, ¿qué debemos considerar de tal acuerdo? ¿Prueban esas confesiones que la persona es de Dios o que el espíritu con el que se expresan es el Espíritu de Dios?

Señales de la realidad del espíritu

Mi conclusión es que lo que el versículo 2 quiere decir es esto: "En esto conocéis al Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa sinceramente que Jesucristo ha venido en carne y que tiene la correspondiente disposición de veneración amorosa y sumisión a Jesucristo es de Dios". Por lo tanto, la señal de la realidad del Espíritu no es meramente la verdad de las palabras que salen de la boca de un profeta, sino también la disposición que corresponde a esa verdad.

Por eso, el Espíritu da testimonio de la genuinidad de un creyente o de un profeta de dos maneras. Una es produciendo el fruto del amor. Y la otra produciendo una genuina confesión de verdad doctrinal sobre Jesucristo.

Un acto de amor y una confesión de verdad sinceros se deben a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por consiguiente, la genuinidad de nuestro amor y de nuestra creencia en Cristo son la evidencia de la obra de Dios en nuestras vidas. Son el testimonio del Espíritu Santo de que somos hijos de Dios.

La prueba de lo que oye la gente

El versículo 6 nos lleva en esta misma dirección. Responde la misma pregunta que el versículo 2: ¿Cómo podemos reconocer el espíritu del error y el espíritu de la verdad? La diferencia entre el versículo 2 y el versículo 6 es que, en el versículo 2, la prueba es lo que dice la gente y en el versículo 6, es lo que la gente oye. O para decirlo de otra manera, en el versículo 2, la prueba es si la gente dice palabras sinceras y verídicas surgidas del corazón, mientras que la prueba en el versículo 6 es si ellos permitirán que las palabras sinceras y verídicas entren en su corazón.

El versículo 6 dice: "Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios no nos oye. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error". Por eso, la prueba de si tienen el Espíritu de la verdad es si escuchan cuando los apóstoles les enseñan.

El mero escuchar no prueba nada

Aquí surge la misma pregunta que en el versículo 2: ¿El mero escuchar prueba algo acerca de la condición espiritual de una persona? No. No más de lo que prueba el mero hablar, en el versículo 2.

Pero la respuesta es la misma en ambos versículos: el versículo 2 no se refiere a las meras palabras sino a las palabras desde el corazón. Y el versículo 6 no se refiere al mero escuchar sino al escuchar que permite que las palabras entren al corazón. La presencia del Espíritu Santo no se prueba con cualquier tipo de forma de escuchar, sino con la escucha humilde que acepta la verdad de Cristo y se somete con agrado - esa forma de escuchar es la señal del Espíritu de la verdad que obra en el corazón.

Por lo tanto, el testimonio del Espíritu que nos garantiza que somos hijos de Dios es la obra del Espíritu que nos hace escuchar el evangelio sumisamente (versículo 6) y confesar el Cristo del evangelio de todo corazón (versículo 2).

La gran afirmación de este Texto

La esencia de 4:1-6 no es simplemente darnos un texto doctrinal para distinguir los falsos profetas. Si fuera así, entonces el versículo 2 no diría: "En esto conocéis el Espíritu de Dios". Diría en cambio: "En esto conocéis el espíritu del anticristo". El objetivo de los versículos no es meramente dar un texto doctrinal para reconocer a los falsos espíritus, sino darnos también un texto para reconocer al verdadero Espíritu. Y por consiguiente, el texto tiene que ser más que doctrinal, porque la verdadera doctrina por sí misma no es una señal segura de la obra del Espíritu. Cualquiera puede hablar de doctrinas verdaderas. Pero, solo el Espíritu puede hacer que los pecadores realmente escuchen y confiesen la verdad de Jesús.

Por lo tanto, la gran lección que yace bajo la superficie de este texto es que ninguno de nosotros va a escuchar el mensaje de Cristo a menos que el Espíritu Santo Todopoderoso venza nuestra resistencia y nos de oídos para escuchar (Hechos 16:14; Deuteronomio 29:4). Y ninguno de nosotros confesará desde el corazón que Jesucristo ha venido en carne a menos que el Espíritu Santo nos haga humildes para aceptar la autoridad de Jesús implícita en esa confesión (cf. 1 Corintios 12:3). La gran afirmación de Juan, la cual se encuentra detrás de los versículos 2 y 6, es que escuchar el evangelio con receptividad y confesar a Cristo con lealtad es la obra y el don del Espíritu Santo. Si esta manera de escuchar y esta confesión pudieran ser explicadas de otra manera, no serían una señal segura de la presencia y del poder del Espíritu. Pero son una señal de su poder, ya que Juan sabe que nadie escucha y nadie confiesa aparte de la obra soberana del Espíritu Santo.

La gran afirmación expresada explícitamente

Hay un lugar en este texto donde esta gran afirmación emerge a la superficie. En el versículo 4, se manifiesta de una manera clara para que todos entendamos. La razón por la que Juan deja que se vea tan claramente es para animar y hacer humildes a sus hijitos. "Hijitos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo".

Los cristianos a quienes Juan escribe han vencido a los falsos profetas. Los han vencido en no dejarse llevar por el engaño (2:24, 26). Los profetas han atacado con sus visión defectuosa de Cristo y los cristianos se mantuvieron firmes. No se han rendido, han vencido. Se mantuvieron ortodoxos y leales al Hijo de Dios, encarnado en el hombre Jesucristo.

¿Cómo? ¿Cómo vencieron? El enemigo no era solamente humano. Satanás mismo, el dios de esta era, le dio poderes a los falsos profetas, y él es extraordinariamente sutil y engañoso. ¿Cómo los vencieron? No con su inteligencia inherente o con su fuerza. Ellos solo son "hijitos". Juan dice que ellos vencieron porque el que estaba en ellos es mayor que el que estaba en el mundo. En otras palabras, los vencieron por el poder del Espíritu Santo.

Por tanto, la gran suposición de los versículos 2 y 6 se hace explícita: El Espíritu Santo es más poderoso que las fuerzas satánicas de enceguecimiento y engaño. Y todo creyente debe su ortodoxia al trabajo soberano del Espíritu Santo. Si permanecemos en Cristo, escuchando de forma receptiva y confesando con lealtad, es porque el Espíritu Santo es mayor que todas las otras fuerzas del mundo, y porque nos ha hecho vencer la ceguera y dureza de nuestros propios corazones y el engaño del enemigo.

Lecciones para los creyentes y no creyentes

En esto hay una lección para los creyentes y los no creyentes.

Para los creyentes

Para los creyentes la lección es doble.

  1. No se atribuyan méritos por escuchar atentamente, por sus corazones confesos o por la visión correcta de Cristo. Den crédito al Espíritu que está en ustedes y den la gloria a Dios.
  2. Cuando se sientan amenazados por cualquier engaño del maligno - alguna tentación, desaliento, ansiedad o cobardía - recuérdense a ustedes mismos que "mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo". Dios Todopoderoso permanece en ustedes. Confíen en Él. Porque esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe (5:4) en el soberano poder del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Para los no creyentes

Para los no creyentes la lección es esta: Busquen el poder del Espíritu Santo. Admitan que sin él sus oídos permanecerán cerrados, su corazón duro y no confesarán que Jesucristo vino en carne. Oren para que el Espíritu de Dios abra sus ojos. Supliquen a Él para eliminar la dureza de su corazón. Y pídanle que ponga en ustedes la alegre confesión de que Jesucristo es el Hijo de Dios - su Salvador y su Señor. AMEN.