La dolorosa disciplina de nuestro Padre celestial

Hebreos 12:3-11

Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón. Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre; 5 además, habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mio, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero El nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia.

Descansando y batallando

Hay un componente en la vida cristiana que implica descanso, y hay un componente en la vida cristiana que implica batalla. Jesús dijo, en Mateo 11:28: "Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar". "Por nada estéis afanosos. . . sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. . . Y la paz de Dios, [...] guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6-7) Hay descanso y paz en el alma cristiana.

Pero también hay batalla y lucha. Jesús dijo, en Lucas 13:24: "Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán". Y la palabra "esforzaos" es "agonizo", significa batallar y luchar. Al final de su vida, Pablo dijo, en 2da a Timoteo 4:7: "He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe”. Guardar la fe es pelear una batalla y correr una carrera.

Estos dos aspectos no están relacionados de modo que usted descanse un día y batalle al siguiente. Están entrelazados en dos sentidos. 1) Primero, el propósito principal de nuestra batalla es el descanso en Dios y no en nuestro dinero o posición o apariencia o logro; el propósito de nuestra batalla es descansar en las promesas de Dios y no en las promesas del pecado. 2) Segundo, toda nuestra batalla y pelea y carrera, son realizadas con un espíritu profundamente apacible porque Cristo mismo ya ganó la victoria decisiva por nosotros y está obrando soberanamente en nosotros y nos traerá a gloria.

El misterio de la providencia de Dios en el dolor de nuestras vidas

El libro de Hebreos es un libro muy maduro y sobrio en lo relativo al dolor y estrés de la vida cristiana y a la persistencia necesaria para correr la carrera y pelear la batalla y terminar bien. No es un libro al que recurran mucho las personas (especialmente los adolescentes y los adultos jóvenes y fuertes), a menos que hayan sufrido y batallado buscando alguna explicación de cómo se el dolor y el estrés se relacionan con Dios. En otras palabras, mientras más fácil y libre de dolor haya sido una vida, menos apreciará el tipo de enseñanza espiritual de este libro. Y mientras más haya sufrido usted, más se aferrará a las preciosas enseñanzas de este libro, si está dispuesto a creer en ellas.

Ése es un gran SI condicional. Estaba hablando con uno de nuestros miembros en el servicio de bautismo el miércoles en la tarde, y él me contaba de las recientes conversaciones que había tenido con personas que simplemente no creen lo que enseña este capítulo. No es un pequeño capítulo al estilo "siéntete bien", sobre cómo dar lo mejor en nuestros problemas, o incluso de cómo Dios saca lo mejor de nuestros problemas. Es una inmensa declaración sobre la soberanía, llena de gracia, de Dios sobre el mal que sobreviene a Su pueblo. Y el gran SI condicional es: ¿lo creerá usted? ¿Aceptará usted los misterios de la providencia de Dios en el dolor de su vida, y será entrenado por ella (como dice el versículo 11), por amor al bien y la paz y la santidad y la justicia y la vida? ¿O pateará contra este capítulo y, en la temporada de sufrimiento, demandará que Dios le dé una respuesta mayor de Sí mismo que la que da en este capítulo?

Pienso que sería útil enfocarnos de esta forma en los versículos 3-11: primero, veremos el dolor y la pena en este capítulo. Segundo, preguntaremos de qué tipo es y de dónde proviene. Tercero, preguntaremos si tiene un propósito o designio y cuál es.

Primero, entonces, notemos la madeja de sufrimiento que fluye a través de esta sección. Tenga en mente lo que vimos hace dos semanas y la semana anterior. Dios semanas atrás, en Hebreos 11:35b-38, leímos sobre creyentes del Antiguo Testamento quienes fueron torturados, vituperados, azotados, apresados, aserrados, indigentes, sin hogar. Luego, la semana pasada, en Hebreos 12:1, escuchamos el llamado para que todos dejáramos de lado los pecados y pesos y corriéramos el maratón del amor radical y la santidad, mientras estos santos son nuestros testigos a lo largo de la ruta que ya ellos hicieron "por fe". Y, entonces, en el versículo dos, el escritor nos dice que miremos a Jesús quien, como estos santos del Antiguo Testamento, soportó una muerte terrible y fue avergonzado, pero miraba el gozo puesto delante de Sí.

Imágenes del sufrimiento de los lectores de Hebreos

Y ahora, el escritor actualiza este legado de sufrimiento y lo aplica a los creyentes de sus días. En el versículo 3 dice: "Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón". La primera imagen de sufrimiento que vemos en esta iglesia aquí es que algo está amenazándolos para cansarlos y desanimarlos en sus corazones. Es normal que los cristianos tengan experiencias de estrés y sufrimiento que amenacen su fe y presionen demasiado fuerte, o duren demasiado tiempo y se sientan casi intolerables. El desánimo de corazón es un gran peligro espiritual. Y estos cristianos estaban en ese peligro, como muchos de ustedes.

Otra imagen de su sufrimiento es la referencia contra Jesús (v.3): "Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo" ¿Por qué considerarlo? Porque lo mismo les está pasando a ustedes y ustedes necesitan recibir fuerzas de Jesús.

Otra imagen está en el versículo 4: "Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre”. El mensaje aquí es que la situación está mala, pero no tan mala como podría ser. Hay hostilidad y problemas y estrés y sufrimiento, pero, evidentemente, aun no hay mártires. Por Hebreos 10:34 sabemos que algunos habían sido apresados y algunos habían sido despojados de sus bienes. Pero éso aún no es martirio, aunque pudiera llegar a ocurrir. El nivel de estrés es inmenso. ¿Cómo duerme usted en la noche cuando ser cristiano pudiera dar lugar a la violencia callejera?

Otra imagen del sufrimiento de ellos está en el versículo 11: "Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza". En otras palabras, la experiencia actual de estos cristianos era triste. El gozo se había cubierto con una oscura nube de dolor. La palabra "parece" (la disciplina no "parece" ser causa de gozo) nos sugiere que hay una especie de residuo de gozo de la esperanza que pende debajo de la nube, pero las lágrimas y visiones de los lamentos son tantos que parece que la pena tiene el control, al menos por un tiempo, como ocurre cuando un niño llora después de una zurra.

Por tanto, pienso que es justo decir que los creyentes en este pasaje están bajo tremendo estrés; están soportando alguna forma de hostilidad; están batallando con gran tristeza; y están en peligro de desanimarse en sus corazones a causa de la batalla. Todo este libro está escrito para que eso no pase.

El sufrimiento proviene de la hostilidad de los pecadores

Ahora, lo segundo que debemos preguntar es qué tipo de sufrimiento es este, y de dónde proviene. La primera respuesta es que los sufrimientos provienen de los adversarios hostiles. Este fue cierto en el capítulo 10:32-34; y es cierto en el caso de los santos del Antiguo Testamento en 11:35-38; y usted puede ver que es cierto en la relación entre los versículos 3 y 4. "Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón. Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre”. El vínculo entre Jesús y la hostilidad contra Él muestra que es esto con lo que lidian los cristianos. Él soportó la hostilidad de los pecadores. . . ustedes también han resistido, aunque aun no han tenido que derramar su sangre. De modo que el sufrimiento se refiere, principalmente, a la persecución en varias formas, sin llegar al martirio.

Pero, ¿de dónde viene? ¿Quién lo está haciendo? ¿Quién está a cargo de esto? La primera respuesta puede verse en el versículo 3: "Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo”. Esto es lo que Jesús soportó, y esto es lo que ustedes están soportando. El sufrimiento proviene de la hostilidad de los pecadores. El sufrimiento proviene del alma hostil de los adversarios pecaminosos. Ésa es la primera respuesta.

No es la principal, y no es la decisiva. Todo este pasaje está edificado sobre otra respuesta a la pregunta: ¿De dónde viene el sufrimiento? Y, ¿quién lo está provocando? Y, ¿quién está a cargo? La respuesta principal del pasaje es que Dios está a cargo aquí, y que Él está en control supremo de estas aflicciones y que ellos, de hecho, son los discípulos amados de un Padre celestial perfecto. Esa es la carga de este pasaje.

El sufrimiento es la disciplina de Dios

El versículo 5-7 dice que las razones por las que ustedes están desanimándose de corazón es que "habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mio, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Es para disciplina que ustedes soportan" (vea proverbios 3:11-12). En otras palabras, lo que los adversarios les hacen por su hostilidad pecaminosa, Dios lo está haciendo por su disciplina paternal.

Esto es extremadamente importante para conocer a nuestro Dios y para vivir por fe en medio del sufrimiento que vendrá, tarde o temprano a nuestras vidas. Fíjese cuidadosamente: este texto no dice que Dios busca que los pecadores hostiles hieran a Su pueblo, o que observa mientras Satanás asola a los elegidos, y solo entonces interviene para que este mal se vuelva bien. Éso no es lo que dice el texto. Tiene un concepto totalmente diferente, de lo que nos pasa.

Dice que Dios nos está disciplinando; nos está enseñando y corrigiendo y transformando. En otras palabras, Dios tiene un propósito y un designio en lo que nos está ocurriendo. Dios es el el obrador supremo aquí. El versículo 6b incluso llega a decir: "[Dios] azota a todo el que recibe por hijo". ¿Quién está azotando? ¿Quién está zurrando? (Vea 11:36). Dios. Dios no es un observador pasivo en nuestras vidas mientras que los pecadores y Satanás nos golpean. Él gobierna sobre los pecadores y Satanás, y ellos, involuntariamente y sin menos culpa, cumplen Sus sabios y amorosos propósitos de disciplina para nuestras vidas.

Esto es lo que dije anteriormente que algunos cristianos simplemente no creen. Ellos dicen que Dios no está a cargo de lo malo que nos ocurre. Que él ha dado el mundo a Satanás y al libre albedrío del hombre. Pero éso no tendría sentido en este pasaje. La hostilidad de los pecadores es real y está mal y es responsable y culpable. Pero también -y ésta es una gran esperanza para nosotros- también es la disciplina amorosa y dolorosa de nuestro Padre en los cielos. Dios no viene a sus hijos un tiempo después del ataque y dice: "puedo hacer que esto sea algo bueno". Eso no es disciplina. Es reparación. Es la diferencia entre el cirujano que planea la incisión para nuestro bien y el médico de emergencia que nos cose después de un terrible accidente. Este texto dice que Dios es el doctor planeando nuestra cirugía, no el doctor reparando nuestras laceraciones.

¿Son también las calamidades naturales una disciplina de Dios?

Alguien pudiera decir, ¿acaso este principio de disciplina se aplica a eventos como las calamidades naturales y las enfermedades que no son causadas por la hostilidad de los pecadores? ¿Debiéramos ver estos sucesos como parte de la suprema disciplina de Dios para Sus hijos para su bien?

Yo respondería a esa pregunta diciendo: ¿Qué es más difícil de atribuir al designio de Dios: la hostilidad de los pecadores contra el pueblo de Dios, o la destrucción de un huracán? Creo que es más difícil que la hostilidad de los pecadores se atribuya al designio de Dios. La razón es que en los dos casos (en la hostilidad y en los huracanes) usted tiene que lidiar con el dolor causado por el evento. Pero en el caso de la hostilidad usted tiene la dificultad añadida de que están involucradas las voluntades de las personas, mientras que en el caso de un huracán usted no tiene esa dificultad. Ningún agente humano causa el huracán, pero un humano desea la hostilidad. Así que si decimos que Dios está gobernando la hostilidad de los pecadores contra los santos, implicamos que Él no solo gobierna los efectos naturales, sino las voluntades humanas, y el daño que ellas producen a los santos.

Y éso es lo que enseña este pasaje. Lo que los pecadores hostiles procuran para dañar, Dios lo procura para bien. Lo que ellos procuran para herir, Dios lo procura para ayudar. Lo que ellos planean como destrucción, Dios lo planea como salvación. Lo que ellos diseñan como una fuerza disuasiva de la fe, Dios lo planea como una disciplina para la fe.

El resultado entonces es este: si es más difícil que Dios gobierne la hostilidad de los pecadores contra Su pueblo y, sin embargo, este pasaje enseña que éso es exactamente lo que hace, entonces, ¿por qué debiéramos pensar en negar el acto menos difícil del gobierno de Dios sobre los eventos naturales como los huracanes y las enfermedades? Especialmente cuando Dios mismo dice en Éxodo 4:11: "¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor?

Así que en este pasaje veo la preciosa enseñanza de que Dios reina sobre los peligros de nuestras circunstancias y sobre la salud de nuestros cuerpos y sobre la hostilidad de nuestros adversarios y Él diseña todo en la vida para que sea, en un sentido supremo, la amorosa disciplina de un Padre.

El designio de Dios es amor

Lo que nos deja una última pregunta: ¿Cuál es el designio de Dios en este gobierno soberano sobre nuestros adversarios y circunstancias? El texto es maravillosamente claro en este sentido. Versículo 6: "el Señor al que ama, disciplina" El designio de Dios es amor. Nuestro dolor no es el resultado del odio de Dios, sino del amor de Dios. ¿Lo creerá usted? Ésa es la pregunta.

O el versículo 7: "Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos”. En otras palabras, en nuestro dolor, no estamos siendo tratados como esclavos o enemigos. Estamos siendo tratados como hijos amados de Dios. Y el problema es: ¿lo creerá usted? ¿Permitirá usted que la Palabra de Dios resuelva el problema por usted, de modo que cuando venga el sufrimiento, usted no se aleje de Dios y le ponga en el banco y le procese con acusaciones? Probablemente Él no le dirá por qué es su turno, o por qué le está ocurriendo ahora, o por qué hay tanto dolor, o por qué dura tanto. Pero ya le ha dicho lo que necesita saber: es el amor de un Padre por su hijo, un Padre absolutamente sabio. ¿Confiará usted en Él?

Nuestro bien, nuestra santidad, nuestra paz, nuestra justicia

Pero Dios está dispuesto a decirnos incluso más. Versículos 10b-11: "El nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia". Cuatro palabras: nuestro bien, nuestra santidad, y nuestra justicia. Este es el designio de nuestro Padre amoroso que viene a nosotros dolorosa y misteriosamente mediante la hostilidad de adversarios pecaminosos y de los peligros naturales de un mundo caído.

El versículo 9b plantea nuestra pregunta de conclusión: ¿Estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? ¿O nos rebelaremos contra el Padre de nuestros espíritus y moriremos? ¿Confiaremos en Él? Si nos sometemos a su cuidado soberano, amoroso, paternal, no nos desanimaremos de corazón, sino que mantendremos la fe, pelearemos la buena batalla y terminaremos nuestra carrera, y moriremos bien, y glorificaremos a nuestro Padre en los cielos.

Unos pocos textos a modo de confirmación:

Génesis 50:20

Amós 3:6

1ra de Pedro 3:17; 4:19

Hechos 4:27-28