La Venta de José y el Hijo de Dios

Las Asombrosas palabras de Abram

Antes de que contemos nuevamente la historia de José y del espectacular pecado de sus hermanos, y del propósito global que todo esto tiene en la gloria de Jesucristo, volvamos a Génesis 12. Dios había escogido a Abram de entre todos los pueblos de la tierra, lo había escogido por su gracia y esta elección no dependió para nada de Abram. En Génesis 12:2-3, Dios le hace una promesa: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan,  y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Este es el comienzo del pueblo de Israel, por medio del cuál Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios, vino al mundo para salvarnos de nuestros pecados.

Entonces, en el capítulo 15, Dios hace un pacto con Abram. Utiliza para ello una histórica representación asombrosa y algunas palabras sorprendentes. Él dice a Abram en Génesis 15:13-16: “Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años. 14 Mas yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después saldrán de allí con grandes riquezas […] . 16 Y en la cuarta generación ellos regresarán acá, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la iniquidad de los amorreos”.

¡Cuatrocientos  Años!

Así que al comienzo de esta relación pactada con su pueblo escogido, Dios predice una estadía de 400 años en Egipto y el regreso a la tierra prometida. “serán […] oprimidos cuatrocientos años”. Él tiene razones misteriosas para alejarlos durante cuatro siglos (¡piense en ello!) y que no heredaran la tierra todavía, a saber, verso 15, no ha “llegado a su colmo la iniquidad de los amorreos”. Cuando los Israelitas vuelva a tomar la tierra, 400 años después bajo el mando de Josué, destruirán estas naciones ¿Se supone que debemos entender esto? Deuteronomio 9:5 da la respuesta de Dios: “No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones el Señor tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que el Señor juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”. La conquista de la tierra prometida es el juicio de Dios sobre una maldad sostenida durante siglos.

El Pueblo de Dios entra  a la tierra por medio de muchas aflicciones

Entre tanto, Dios dice que su pueblo será extranjero en una tierra que no le pertenece, en Egipto, y serán afligidos por 400 años. Así que hay un plan de Dios para su pueblo peregrino –una especie de representación de nuestra vida en la tierra hasta llegar al cielo. Si Dios planea 400 años de aflicción para su pueblo (Génesis 15:3) antes de que alcanzaren la tierra prometida, no debemos sorprendernos de que él nos diga: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22).

La Profecía es cumplida a través de un pecado espectacular

Nuestro tema de hoy es: ¿cómo es que el pueblo de Dios termina en Egipto? ¿Y qué quiere Dios enseñar sobre sus caminos y acerca de su Hijo en este extraña estadía en Egipto? La respuesta es que Dios cumple su profecía a través de un pecado espectacular. Y por medio de este pecado, preserva con vida no solo a su pueblo pactado, Israel; además preserva el linaje por medio del cuál vendría el León de Judá para salvar y gobernar a los pueblos. Así que en la historia de José hay cuestiones importantes en juego.

Abraham, Isaac, y Jacob

Volviendo a Abram, comencemos con su historia hasta llegar José. Abram tiene un hijo Isaac. Isaac tiene un hijo Jacob (que también se llama Israel), y Jacob tiene 12 hijos. José tuvo dos sueños, en ambos, sus once hermanos y sus padres se inclinaban ante él. Génesis 37:8 dice que sus hermanos le odiaron por estos sueños. Y en el verso 11 dice que estaban celosos.

Destruyendo al soñador

Llegó  el día en que podrían descargar su ira contra su hermano. Su padre envió a José para ver si todo estaba bien con sus hermanos (Génesis 37:14). Ellos le vieron venir y dijeron en los versos 19-20: “Aquí viene el soñador. 20 Ahora pues, venid, matémoslo y arrojémoslo a uno de los pozos; y diremos: “Una fiera lo devoró.” Entonces veremos en qué quedan sus sueños”. Rubén trató de salvar a José, pero su intento solo tiene un éxito parcial porque los hermanos venden a José como esclavo a una caravana de israelitas que se dirigen a Egipto (v.25). Ellos mantuvieron esta túnica especial, la impregnaron con sangre de un animal, y su padre asumió que fue comido por animales salvajes. Los hermanos pensaron que este era el fin del asunto.

La Acción de una mano invisible

Pero los hermanos no tenían idea de lo que sucedía. Eran absolutamente inconscientes de la mano de Dios y de sus acciones. No sabían que en el mismo esfuerzo por destruir a este soñador, estaban cumpliendo los sueños de José ¡Cuán a menudo Dios obra de esta manera! Él toma los mismos pecados de los destructores y los convierte en los medios para liberarles.

Potifar, la prisión, y la Providencia

En Egipto, José es comprador por Potifar, un oficial del Faraón y capitán de la guardia (Génesis 37:36). Allí José se somete a la extraña providencia de Dios y sirve fielmente a Potifar. Se eleva con confianza e influencia sobre la casa de Potifar. Y usted pensaría que el justo prosperará, pero parece ser de otra forma. La esposa de Potifar trata de seducir a José y él escapa del adulterio, así que la mujer desdeñada es cruel y miente acerca de José. A pesar de su justicia, él es puesto en prisión.

En prisión, totalmente ignorante de lo que Dios está haciendo en medio de toda esta miseria, nuevamente sirve fielmente al carcelero y se le da confianza y responsabilidades. A través de la interpretación de dos sueños, del copero y del panadero del Faraón, José es eventualmente sacado de la prisión para interpretar uno de los sueños de Faraón. Su interpretación demuestra ser cierta y su sabiduría parece autoritativa a Faraón. Así que José es hecho comandante de Egipto, el Faraón le dice: “Tú estarás sobre mi casa, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes; solamente en el trono yo seré mayor que tú” (Génesis 41:40).

Los Sueños se cumplen

La tierra fue azotada por siete años de plenitud, seguidos de siete años de hambre, tal como José dijo que sucedería. José previó el hambre en Egipto al reunir gigantescas reservas de grano durante los siete años buenos. Eventualmente, los hermanos de José escucharon que había grano en Egipto, y fueron buscando ayuda. A primera vista, no reconocieron a su hermano, pero más adelante, él se les reveló. José tenía diecisiete años cuando fue vendido para ser esclavo (37:2) y ahora, cuando les dice quién es, tiene treinta y nueve años (41:46, 46;45:6). Habían pasado veintidós años. Ellos estaban asombrados, trataron de librarse del soñador, y al librarse de él, cumplieron sus sueños. Los hermanos, finalmente, se estaban inclinando ante José.

Posteriormente, José les invitó a vivir en Egipto para salvar sus vidas, y este fue el comienzo del cumplimiento de una antigua profecía: la simiente de Abraham sería extranjera durante 400 años en Egipto. Así que preguntamos de nuevo, ¿Cómo es que el pueblo de Dios terminó en Egipto en cumplimiento del plan de Dios? ¿Y qué quiere enseñarnos Dios acerca de sus caminos y acerca de su Hijo en esta extraña estadía en Egipto?

Dos Descripciones Bíblicas de este cumplimiento

La respuesta a la primera pregunta (¿cómo terminó el pueblo de Dios en Egipto?) es clara al menos en un nivel: fueron por medio del espectacular pecado de intento de asesinato y del codicioso negocio de la esclavitud, y de la despiadada decepción de un quebrantado anciano. Pero, ¿cómo describe la Biblia este cumplimiento de la profecía de Dios?

1) Dios envió a José para preservar vidas

Primero, en Génesis 45:5, José dice a sus hermanos quienes le temían mucho: “no os entristezcáis ni os pese por haberme vendido aquí; pues para preservar vidas me envió Dios delante de vosotros”. La primera forma en que la Biblia describe este espectacular pecado de los hermanos de José es que era la manera en que Dios envió a José hacia Egipto para salvar a las mismas personas que trataban de matarle. “me envió Dios delante de vosotros”.

Para que no pensemos que este fue un comentario colateral, de poca importancia, leemos lo mismo en el Salmo 105:16-17 –solo que la declaración en este Salmo es mucho más arriesgada. Dios no solo gobernaba las acciones de estos hermanos para llevar a José hacia Egipto, sino que Dios también estaba controlando el hambre: “Y llamó al hambre sobre la tierra, quebró todo sustento de pan. 17 Envió a un hombre delante de ellos, a José, vendido como esclavo”. Sáquese de la mente la idea de que Dios previó un hambre que ocurriría por sí misma, o por iniciativa de Satanás. Dios llamó al hambre. Y Dios preparó la liberación.

2) Lo Que el hombre preparó para mal, Dios lo preparó para bien

Así que la Biblia describe el cumplimiento de la profecía de Dios (de que el pueblo vendría a Egipto), en primer lugar, diciendo que Dios envió a José delante de ellos. En segundo lugar, la Biblia describe esta profecía de un modo más penetrante y arrollador; los hermanos vinieron nuevamente a José, esta vez después de la muerte de su padre, y temiendo nuevamente de que José tomara venganza sobre ellos, allí, en Génesis 50:19.20, José dice: “No temáis, ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? 20 Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente”.

La segunda forma en que la Biblia describe la manera en que Dios cumple esta profecía es: los hermanos quisieron vender a José por maldad, pero Dios lo tornó para bien. Dice que en el mismo acto de maldad, había dos propósitos diferentes: en el acto pecaminoso, ellos se proponían el mal, y en ese mismo acto pecaminoso, Dios había diseñado el bien.

Un Pecado que apuntaba hacia algo, un pecado que salvaba vidas

Esto es lo que hemos visto y veremos una y otra vez: Lo que el hombre se propone –o el diablo se propone- para mal, Dios lo utiliza para algún gran bien. El gran bien mencionado en Génesis 45:5 es “para preservar vidas”. Y el gran bien mencionado en Génesis 50:20 es “que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente”. Pero en estas palabras, y en toda la historia de cómo Dios salva a su pueblo, hay señalizaciones que nos apuntan hacia el propósito global de este pecado –este pecado que salva vidas- en la gloria de Jesucristo.

Tres señalizaciones que apuntan hacia la Gloria de Jesús

Miremos tres elementos en esta historia que nos preparan para ver la gloria de Jesús y para ver quién él es en realidad.

1) La Salvación Viene A Través Del Pecado Y El Sufrimiento

Primeramente vemos el patrón general que aparece una y otra vez en la Biblia, a saber, que la victoria salvadora de Dios para su pueblo a menudo viene a través del pecado y del sufrimiento. Los hermanos de José pecaron en su contra, y él sufrió por ello. Y en todo esto, Dios estaba obrando para salvar a su pueblo –incluyendo a los mismos que estaban tratando de destruir al salvador. El hecho de que Jesús haya venido de esta misma forma no debió ser tan sorprendente para tanta gente como lo fue. Según este patrón que aparece una y otra vez en la Biblia, debiéramos esperar que se pecara en su contra, y que sufriera mientras salvaba a su pueblo.

Así que en la historia de José y del espectacular pecado de sus hermanos, estamos siendo preparados para ver la gloria de Cristo –su paciencia, y humildad, y servicio, todo mientras salvaba a los mismos que trataban de librarse de él.

Murió por mí, quien causó su dolor
¿Por mí, que su muerte perseguí?
¡Sorprendente amor! ¿Cómo puede ser
que tú, mi Dios, murieras por mí?

2) El Que sufre es justo

Segundo, la historia de José y del espectacular pecado de sus hermanos nos prepara para ver a Jesús no solo por el patrón general de la victoria salvadora de Dios que a menudo aparece a través del sufrimiento y el pecado, sino (más específicamente en este caso), porque el mismo que sufre y contra quien se peca es también justo. José sobresale en esta historia por su sorprendente constancia y fidelidad a cada relación. Aun en el inmerecido exilio, él es fiel a Potifar, y es fiel al carcelero. Génesis 39:22: “Y el jefe de la cárcel confió en mano de José a todos los presos que estaban en la cárcel, y de todo lo que allí se hacía él era responsable”.

¿Y cuál fue la recompensa de José? La esposa de Potifar mintió sobre él, y el copero de Faraón, a quien José le interpretó un sueño, lleno de agradecimiento se olvidó de José durante los dos años siguientes después de los sueños. Así que el mensaje general no es solo que hay pecado y sufrimiento, y que Dios está utilizándolo para salvar a su pueblo. Más específicamente, la idea es que el justo, aun cuando es maltratado durante mucho tiempo, a la larga es vindicado por Dios. Aunque otros hayan desechado a esta piedra angular (Mateo 21:42). Su vindicación se convierte en el mismo medio de salvación para sus perseguidores.

Jesucristo es el justo supremo (Hechos 7:52). A otros les parecía que su vida iba tan mal que él ciertamente debería ser algún pecador. Pero al final, todo el pecado que se cometió en su contra, y todo el sufrimiento que soportó en perfecta justicia, le condujeron hacia su vindicación, y por ende, a nuestra salvación. Si José es sorprendente en su determinación, Jesús es diez mil veces más sorprendente, y esto porque Jesús experimentó diez mil veces más sufrimiento y merecía diez mil veces menos sufrimiento, y él fue perfectamente firme, fiel, y justo en medio de todo lo que sufrió.

3) El Cetro no se apartará de Judá

Hay otros paralelos en esta historia entre José y Jesús, pero ahora nos volvemos hacia el factor más importante en esta historia acerca de Jesús y no es un paralelo con José. Es una profecía acerca de la venida de Jesús, que no hubiera ocurrido si estos pecadores hijos de Jacob hubieran muerto de hambre. El espectacular pecado de estos hermanos era la manera en que Dios salvaría a la tribu de Judá de la extinción, a fin de que el León de Judá, Jesucristo, pudiera nacer, morir, resucitar, y reinar sobre todos los pueblos del mundo.

Lo vemos más claramente en Génesis 49:8-10. Jacob, el padre, está a punto de morir y antes de morir, pronuncia una bendición profética sobre cada uno de sus hijos. Esto es lo que dice acerca de su hijo Judá.

A ti Judá, te alabarán tus hermanos; tu mano en la cerviz de tus enemigos; se inclinarán a ti los hijos de tu padre. 9Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, has subido. Se agazapa, se echa como león, o como leona, ¿quién lo despertará? 10 El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de gobernante de entre sus pies,  hasta que venga Siloh, y a él sea dada la obediencia de los pueblos.

Esta es la profecía de la llegada del último y definitivo rey de Israel, el León de Judá, el Mesías. Note en el verso 10 que el cetro –la vara de gobernante, la marca del rey- estará en la descendencia de Judá hasta que venga uno que no es un rey ordinario, porque todos los pueblos, no solo Israel, le obedecerán. Verso 10b: “a él sea dada la obediencia de los pueblos”.

Esto se cumple en Jesús. Escuche la forma en que Juan describe el rol de Jesús en los cielos después de su crucifixión y resurrección: “No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos […] 9 Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. 10 Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra” (Apocalipsis 5:5,9-10).

El León de Judá es el cordero que fue inmolado

Lo más magnífico acerca del León de la tribu de Judá en su cumplimiento de la profecía de Jacob es que él prepara su reclamo de obediencia sobre todos los pueblos del mundo no sacando provecho de nuestra culpa y aplastándonos para someternos, sino escuchando nuestra culpa y liberándonos para que le amemos y alabemos y obedezcamos con gozo eterno. El León de Judá fue el Cordero que fue inmolado. Él gana nuestra obediencia al perdonar nuestros pecados y haciendo que su propia obediencia, su propia perfección, como justo, sea el fundamento de nuestra aceptación ante Dios. Y en esta posición de inmensurable seguridad y gozo –todo a causa de su sufrimiento, justicia, muerte, y resurrección- él gana nuestra espontánea y feliz obediencia.

La historia de José es la historia de un justo contra quien se peca y sufre para que la tribu de Judá pudiera ser preservada y el León pudiera salir adelante, y pudiera demostrar que es un León semejante a un Cordero, y por medio de su sufrimiento y muerte, pudiera alcanzar y conceder la preciosa obediencia de todas las naciones –aun de aquellos que le llevaron a la muerte.

¿Tiene el Jesús tu obediencia?