A los que llamó, a ésos también justificó, parte 1

Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó.

Imagine conmigo a un joven que asiste a Bethlehem y se enamora de cierta muchacha. Pero ella ni siquiera se percata de que él está vivo. Así que él planifica una estrategia para ganar su atención y afecto, y lograr a fin de cuentas, su compromiso para el matrimonio.

Ejecuta su plan introduciéndose en un grupo pequeño con ella, averiguando su fecha de cumpleaños y gustos, y los amigos que tuvieran en común. Le compra un regalo especial que sabe que ella ha estado deseando, le reserva un lugar especial en un agradable restaurante, invita a sus amigas a la cena, paga la comida, y entonces se las arregla para que su compañero de cuarto la traiga al restaurante en el momento exacto. Todo funciona como un reloj, y a ella le encanta la comida, los amigos y el regalo. Cuando todo ha terminado agradece a todos por el regalo, incluyendo al joven que lo planeó todo, y se marcha.

Y eso es todo. Nunca preguntó cómo fue planificada esta cena o quién lo arregló todo. Los meses de esfuerzo y creatividad y afecto fueron completamente eclipsados por los regalos, la comida y la diversión.

Así seremos nosotros si disfrutamos la promesa de Romanos 8:28 pero no prestamos atención a Romanos 8:29-30. ¿Disfruta usted pensar en la promesa de que todas las cosas cooperarán para su propio bien, pero no presta realmente atención a la planificación, esfuerzos, y afectos que desde la eternidad se derramaron para preparar esta promesa?

¿Disfruta recibir sus platos espirituales favoritos de manos del Chef divino, pero cuando él se le une a la mesa y rememora su arte culinario, usted se excusa y comienza a hablar de sus propios asuntos?

Hermanos y hermanas, tengo la esperanza de que no seamos así en Bethlehem, porque si es así, entonces es probable que la comida de Romanos 8:28 sea un espejismo. La promesa es hecha a “los que aman a Dios”, no solo a los que aman sus regalos. Y si nosotros amamos a Dios, entonces cuando él se une con nosotros a la mesa y rememora cómo desarrolló su estrategia redentora (en Romanos 8:29-30) no solo nos quedamos, sino que esperamos con ansias cada palabra. Los que aman al cocinero y no solo el cake dirán:

Me acuerdo de los días antiguos, en todas tus obras medito, Reflexiono en la obra de tus manos. 6 A ti extiendo mis manos; Mi alma te anhela como la tierra sedienta (Salmos 143:5-6)

Así que estoy orando fervientemente durante estas cuatro semanas para que mi propia exposición de la obra de Dios en la preparación eterna del banquete de salvación sea fiel a su Palabra y para que nuestros corazones se alegren en él.

El verso 28 comienza con las palabras “sabemos”. SABEMOS que Dios está ejerciendo su sabiduría y poder soberanos para pintar un retrato de nosotros, a fin de que (aunque ahora seamos imperfectos) algún día nos asemejemos a la imagen de su propio Hijo. Lo SABEMOS. Todo en nuestra vida tiene sentido a partir de este destino. Si esta confianza que tenemos fuera sacudida, todo lo demás también lo sería. ¡SABEMOS! ¡SABEMOS! que Dios está obrando para traernos hacia la gloria. SABEMOS que somos más que vencedores.

Y el fundamento de nuestra confianza, el cuidadoso plan y arte culinario detrás del banquete es descrito en los verso 29-30.

Primeramente, Dios nos conoce de antemano. Desde antes de la fundación del mundo, él se fijó en nosotros y nos dio su favor, nos escogió: “Sólo a vosotros he escogido de todas las familias de la tierra”. Él no esperó para ver cómo seríamos. Nos escogió para convertirnos en aquello que le agradaba. Antes de que hubiéramos hecho bien o mal, había puesto su ojo elector sobre nosotros y nos había apartado para sí mismo.

Por tanto, el compromiso de Dios de hacer que todas las cosas cooperen para mi gloria eterna no es un eco débil e incierto de mi amor por él. Por el contrario, mi amor por él es una extensión infalible de su amor selector por mí. Sé que él completará su gran salvación porque me eligió incondicionalmente.

Segundo, a los que de antemano conoció, también los predestinó. Habiéndonos escogido para sí mismo, destinó para nosotros el más glorioso de todos los destinos (ser hechos conforme a la imagen de su Hijo de manera que el Hijo pudiera ser preeminente con su gloria reflejada en millones espejos de sí mismo).

Por tanto, SABEMOS que Dios hará que todas las cosas cooperen para nuestro bien porque no solo nos eligió incondicionalmente para sí mismo, sino que también nos asignó un destino (nos predestinó) para el mismo bien que promete en el verso 28.

Hasta ahora todo está bien. Nuestra confianza en Romanos 8:28 no encuentra ningún tropiezo hasta que llegamos al verso 30. Sin embargo, entre los versos 29 y 30 aparece un inmenso obstáculo. Pablo no lo menciona. Solo menciona cómo Dios lo aplasta. Pero mejor veámoslo. Es el pecado. O dicho con más seriedad, es la ira de Dios contra el pecado. Todos hemos pecado y hemos dejado (miserablemente) de honrar la gloria de Dios (Romanos 3:23). Nuestros corazones son sumamente engañosos y están desesperadamente corruptos (Jeremías 17:9). Estamos ciegos por el dios de este siglo (2da a los Corintios 4:4). Estamos muertos en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:1-5) en la vanidad de nuestra mente, 18 entenebrecidos en el entendimiento, excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en nosotros, por la dureza de nuestro corazón (Efesios 4:17-18).

Somos hijos de ira por naturaleza (Efesios 2:3) y la ira de Dios descansa sobre nosotros a causa de nuestra depravación (Juan 3:36).

La semana pasada escribí en el Star [Estrella] que había tenido un encuentro con Dios el sábado en la tarde y él me regaló una hora profunda y llena de paz. Decía en el Star que el fundamento de mi salvación era tan real, que me sentía mientras atravesaba caminando el puente como si solo pesara dos onzas y estuviera de pie bajo el cálido sol sobre una montaña de granito de diez mil millas de ancho. Me sentía completamente seguro sobre la montaña de Romanos 8:29-30.

Pero no siempre fue así para John Piper. Hubo un tiempo en que la montaña de granito no estaba bajo mis pies, sino sobre mí, lista para caer y aplastarme. Era la montaña de la ira de Dios contra mi pecado. Dios me aborrecía en mi pecado.

Sí, creo que necesitamos ver la longitud total de la Biblia y decir que Dios aborrece a los pecadores no arrepentidos. Si lo fuera a decir con más suavidad, como a veces lo hacemos, y decimos que Dios aborrece el pecado, la mayoría lo traducirían inmediatamente como: «él aborrece el pecado, pero ama al pecador». Sin embargo, el Salmo 11:5 dice: “El Señor prueba al justo y al impío, y su alma aborrece al que ama la violencia”.

Seis cosas hay que odia el Señor, y siete son abominación para El: 17 ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, 18 un corazón que maquina planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, 19 un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. (Proverbios 6:16-19)

Dios aborrece a los pecadores no arrepentidos, lo que significa que su ira infinita pende sobre ellos como una montaña de granito que al final caerá. “Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la testa cabelluda del que anda en sus delitos” (Salmos 68:21).

Ahora, ¿qué será de Romanos 8:28? ¿Qué bien hay en la elección eterna de Dios y la predestinación para gloria si soy hallado pecador? ¿Cómo podrán todas las cosas cooperar para mi bien si la ira infinita de Dios pende sobre mí como una montaña de granito y Dios me aborrece con una ira santa cuando me contempla en mi pecado?

Mi única esperanza es que Dios no solo me contemple como un pecador depravado, sino también que me contemple en Jesucristo –elegido, amado, y destinado para gloria. Mi única esperanza es que Dios cumplirá su propósito predestinado para mí apaciguando su propia ira, declarándome inocente de todo pecado, y conquistando la depravación de mi corazón –un pensamiento tan maravilloso apenas puede ser imaginado. Pero el mensaje del evangelio es que Dios lo ha hecho en la muerte de su Hijo.

Verso 30: “a los que llamó, a ésos también JUSTIFICÓ”.

Entre la predestinación de Denver y la glorificación de la Costa del Pacífico se levantan las impasibles Montañas Rocosas [Rockie Mountains] de la justa ira de Dios contra mí en mi pecado. Y mi locomotora se detiene petrificada al pie de las colinas de Colorado. Pero la justificación es el medio con que Dios aplasta el obstáculo de su ira e impide que mi pecado frustre su propósito eterno de traerme a su gloria.

Así que necesitamos hacernos tres preguntas acerca de esta maravillosa obra de Dios: ¿Qué es la justificación? ¿Cuál es su fundamento? ¿Cómo puede un pecador como yo tener la esperanza de disfrutar sus beneficios?

1. ¿Qué Es La Justificación?

Según se utiliza en Romanos 8:30 la justificación es la declaración de Dios (a un pecador arrepentido) de que todos sus pecados son perdonados, que ha sido absuelto, que la ira del juez es removida y que quien antes era pecador ahora es justo ante Dios. Dios anuncia que algo ha sido quitado y algo ha sido añadido. Los pecados son quitados, y una nueva justicia es dada.

Romanos 4:6-8 se refiere a los dos beneficios. Pablo está diciendo que David en el Salmo 32 describió la misma justificación que nosotros experimentamos:

Como también David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras: 7 Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos 8 Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta.

En el verso 6 algo es dado, a saber, justicia: “Dios atribuye justicia aparte de las obras”. En otras palabras, en la justificación Dios cuenta su propia justicia como nuestra” Entonces en el verso 8 algo es quitado, a saber, el pecado: “Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta”. Así que la justificación es el anuncio a este pecador arrepentido de que sus pecados no son tenidos en cuenta en su contra, sino la justicia de Dios que le es atribuida. Soy perdonado, absuelto, justificado, ya no estoy bajo la montaña de la ira de Dios, sino sobre la montaña de su justicia.

2. ¿Cuál Es El Fundamento Para Esta Justificación?

¿Cómo puede Dios simplemente borrar los cargos que hay en mi contra? ¿Sobre qué base puede simplemente quitar su ira de sobre mí? La respuesta es que no pudo hacerlo SIMPLEMENTE. ¡Le costó la vida de su Hijo!

2da a los Corintios 5:21 es un verso que cada creyente debería proponerse memorizar para animarse constantemente. Provee el fundamento para lo que es dado y lo que es quitado en la justificación. “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El”.

Para decirlo de la manera más simple posible, Dios le dio nuestro pecado a Jesús, y nos dio la justicia de Jesús. Jesús, es el fundamento de nuestra justificación. Pero podemos ser más específicos.

Romanos 5:9 dice que fue específicamente la muerte de Jesús lo que proveyó el fundamento de nuestra justificación: “Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él”.

Y Romanos 5:19 dice que fue la obediencia de Jesús lo que proveyó la base de nuestra justificación: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos”.

Podemos unir todos estos textos con las palabras de Filipenses 2:8, y decir que el fundamento de nuestra justificación es la perfecta obediencia de Jesús, aun hasta la muerte de la cruz. En su obediencia hay una justicia que se vuelve nuestra justificación. Y en su muerte, nuestro pecado se vuelve el suyo, como si llevara todo el peso de la ira de Dios en nuestro lugar.

El fundamento de nuestra justificación es Jesucristo, obediente hasta a muerte en mi lugar.

3. ¿Cómo Puede Un Pecador Como Yo Tener La Esperanza De Disfrutar Los Beneficios De La Justificación?

En cierto sentido nada podemos hacer. Romanos 5:6 dice: “Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos”. Y el 5:10 dice: “Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida”.

Pablo dice que la muerte del Hijo hizo su obra justificadora para nosotros mientras que todavía éramos débiles, impíos, y enemigos de Dios. En un sentido nuestra declaración de inocencia es totalmente independiente de algo que tengamos. Nuestra deuda fue cancelada mientras todavía estábamos en la cárcel.

Sin embargo, la Biblia enseña repetidamente que somos justificados “por fe” (Génesis 15:6; Romanos 3:22; 4:5, 24; 5: 1; 10:4, 10; Hechos 13:38-39). Por tanto, esto significa, creo, que por fe recibimos el veredicto de inocentes. O: por fe escuchamos, aceptamos y nos regocijamos en la declaración de aceptación ante Dios.

Mi deuda fue pagada en la muerte de Cristo mientras yo todavía era débil e impío. La ira de Dios en mi contra fue aplacada y evitada no por mi fe, sino por la muerte de Cristo cuando yo todavía era un enemigo incrédulo. Pero, solo cuando dejé de intentar auto-justificarme y confié solamente en Cristo, solo entonces escuché y conocí y me deleité en el veredicto: INOCENTE.

Ahora volvemos a la primera palabra del verso 28: “SABEMOS”.

SABEMOS que todas las cosas cooperarán para nuestro bien, porque hemos sido conocidos de antemano, escogidos por Dios desde antes de la fundación del mundo.

SABEMOS que todas las cosas cooperarán para nuestro bien, porque habiéndonos escogido, nos predestinó para gloria.

SABEMOS que todas las cosas cooperarán para nuestro bien porque habiéndonos escogido y predestinado, también aplastó la montaña de su ira que bloqueaba el trayecto entre mi predestinación y mi glorificación. Él nos justificó por la muerte de su Hijo. ¡Todo pecado se fue! ¡Y toda su justicia es nuestra, nuestra en Cristo!

Ah, pero la pregunta se levanta: ¿no hay cierta incertidumbre acerca de si esos que él predestinó serán realmente justificados ya que la justificación es disfrutada por la fe y la fe es un acto de la voluntad humana? ¿No hay aquí un poco de incertidumbre? La respuesta, por supuesto, es ¡NO! Porque Dios mismo ha asumido la responsabilidad de cerrar la abertura que produce incertidumbre entre la predestinación y la justificación. Y ha cerrado esa apertura con su propio LLAMADO infalible y creador. “y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó”.

Suponga que usted es el comandante de un ejército y que sus oídos entrenados escuchan al enemigo deslizándose sigilosamente hacia sus tropas en medio de la noche, y entonces se apresura para informarse en las posiciones de guardia y descubre que todos sus guardias delinquen y duermen. Usted pudiera escoger entre dejarles dormir y dejarles ser invadidos por el enemigo que es lo que se merecen. O pudiera despertarles a todos, que es lo que no merecen. O pudiera tomar a algunos de ellos y dejar al resto para que reciban las consecuencias de su desobediencia. Si usted decide despertar a algunos de ellos, ¿cómo lo haría?

Los llamaría. Ellos por sí mismos, no tienen el poder de despertar cuando están profundamente dormidos. Pero usted tiene el poder de despertarles. Y el poder está en su llamado.

Bien, ese es el poder que Dios tiene sobre un mundo dormido. La diferencia es que el mundo está durmiendo el sueño de muerte en el poder del pecado. Y el llamado de Dios tiene el poder de resucitar a los muertos. Ustedes y yo tenemos el poder de llamar a los que duermen y decirles: «despierta tú que duermes». Y ellos despertarán. Pero Dios tiene el poder de decir (como dice Efesios 5:14): “Despierta, tú que duermes, y LEVÁNTATE DE ENTRE LOS MUERTOS”. Por tanto, todo el que es llamado resucita de entre los que están muertos en incredulidad, confía en Cristo y es justificado. “a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó”. Nada puede detener el cumplimiento de Romanos 8:28 en las vidas de los elegidos, ni siquiera la ira de Dios en nuestra contra mientras estamos en pecado.

Insto a todo el que escucha mi voz a desechar todo esfuerzo de auto justificación ante Dios, y a volverse hacia Cristo y aceptar la obra consumada de su justificación. ¿Qué podría ser más satisfactorio y honorable para Dios que decir junto con los santos de todos los tiempos?:

Debemos nuestra elección al pre-conocimiento incondicional de Dios. Debemos nuestra esperanza a la gloria de la predestinación de Dios. Debemos nuestra inocencia al despertar de nuestra fe al llamado de Dios. Y por tanto, sabemos que Dios hará que todas las cosas cooperen para nuestro bien, y lo hará infaliblemente, inquebrantablemente, para siempre. Ya está hecho ¡Toda la gloria a Dios y al Cordero! Amén.