Unidos a Cristo en la muerte y en la vida, parte 1

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Si el sermón de la semana pasada les pareció útil y práctico en cuanto a si hacer sopa en vez de una fiesta o una parrillada, empujar un carro al que se le acabó la carga de las baterías, o en cuanto a no ser hipócrita con los hermanos de su grupo pequeño; entonces, piense en el mensaje de hoy como un regreso al capítulo 6 para encontrar allí los fundamentos de las aplicaciones del capítulo 12. El capítulo 6 se trata de cómo podemos llegar a ser cristianos auténticos, con el carácter de Cristo. Pablo nos presenta aquí fundamentos bien sólidos para nuestras vidas. No está edificando sobre la arena. Es por tanto mi oración que tanto ustedes como yo podamos aprender de sus palabras.

Pragmáticos y Puritanos

Los estadounidenses somos pragmáticos hasta los tuétanos. Nos gustan los resultados. Siempre ha sido así. Sencillamente queremos resultados. Los queremos sin dolor y sin tener que pensarlo mucho. Y en la iglesia, hemos desarrollado toda una serie de remedios en apariencia cristianos, que siempre terminan por ser vacíos y de corta duración. Estamos muy lejos de ser la clase de santos tan profundamente arraigados que eran nuestros antecesores.

J. I. Packer establece una comparación entre los antiguos Puritanos ingleses que vivieron y sufrieron entre los anos 1550 y 1700, con las secuoyas de California. Packer describe a los primeros como gigantes increíblemente enraizados en la Biblia, cuyas ramas alcanzaban los cielos, y cuyos troncos eran tan fuertes y perdurables que podían resistir los más feroces incendios forestales, y aunque sufrían heridas, nunca morían. Entonces, Packer contempla el gran horizonte estadounidense, con todas nuestras respuestas rápidas a los problemas de la vida y nuestra impaciencia. Lo contempla con un profundo dolor y dice: “Al parecer, la opulencia nos ha convertido a todos, en comparación con generaciones pasadas, en enanos y seso huecos.”1

He aquí la diferencia entre pragmáticos y Puritanos: los pragmáticos no tienen la paciencia de echar raíces de hospitalidad, hermandad y amor auténtico en la roca profunda de Rom. 6-8. Queremos hacer un salto de la justificación a la aplicación práctica del capítulo 12. Sólo dennos una lista. Dígannos lo que hay que hacer. Trataremos de resolver el problema en su superficie y… listo, se fue.

Pero los Puritanos eran diferentes. Ellos miraban la carta a los Romanos desde otra perspectiva: la vida estaba hecha de otro material. Y es que el hecho de ser sabio, de ser una secuoya, alguien inconmovible en medio de la tormenta y útil en tiempos de indescriptible sufrimiento, no se logra de la noche a la mañana. Romanos no tiene sólo dos capítulos, sino 16. No hay un salto del capítulo 5 al 12. Esto nos lleva a profundizar cada vez más en las raíces de lo divino, para que al alcanzar nuevamente la superficie, no seamos ya gente de listas, sino gente que tenga vida, fuerza, santidad, sabiduría y amor inconmovibles.

Por tanto, acompáñeme durante estas semanas, en un viaje al capítulo 6 de la carta a los Romanos.

¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?

El versículo 1 dice: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? Lo que quiere decir: ¿Seguiremos asumiendo un patrón pecaminoso sólo porque el perdón está garantizado y porque estamos justificados por la fe delante de Dios? La respuesta la encontramos en el versículo 2: En ninguna manera. ¡Por supuesto que no! El hecho de seguir en el pecado no hace que abunde la gracia.

¿Por qué no? La respuesta la encontramos en forma de pregunta en el versículo 2b: Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él­? O sea, si usted ha muerto al pecado, ya no puede vivir en él. Ahora, esta respuesta nos lleva a dos interrogaciones a las que trataré de dar respuesta en esta mañana.

  1. ¿Qué significa “los que hemos muerto al pecado”?
  2. ¿Qué quiere decir Pablo al preguntar ¿cómo viviremos aún en él (el pecado)?

O para hacer la pregunta de otra manera,

  1. ¿En qué sentido hemos muerto?
  2. ¿En qué sentido estamos más allá del pecado?

Hemos muerto y por tanto ya no podemos vivir en pecado. ¿Cuál es el verdadero significado de estas dos increíbles afirmaciones?

Seamos cuidadosos en este sentido. Quizás está usted comenzando a mirar el fenómeno y decir que esto es demasiado pesado, profundo y complejo para usted. Que este no es su terreno. Quizás usted esté diciendo: “Háblenme de la sopa, de la batería y de la hermandad entre los hombres: ¡Yo soy un simple pragmático!” A lo que me gustaría responder: no deje que diez o veinte o cincuenta anos de auto-evaluación digan quién es usted. Permita que sea la Biblia quien lo defina. Pablo está en camino hacia Rom. 12, (la sopa, la batería y la hermandad entre los hombres), pero el no va a pasar por alto el capítulo seis. Si usted trata de hacerlo, ¿sabe lo que está haciendo?, usted está en la disyuntiva de escoger entre ser un... de pantano o una secuoya junto al mar. ¿Por qué habrán tan pocos de estos árboles en nuestras iglesias? Creo que es porque somos demasiado impacientes con Romanos 6.

Si usted está dispuesto a echar raíces, pues le comunico que yo también. ¿Me acompaña?

Vayamos a mi primera pregunta:

  1. ¿A qué se refiere Pablo cuando dice que “hemos muerto al pecado?

Sin lugar a dudas el sujeto omitido aquí, nosotros, se refiere a los cristianos, o sea, a los creyentes. El versículo 3 lo corrobora al referirse a nosotros como los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús. El bautismo sólo lo realizan aquellos que ya han creído en Cristo y son salvos por él, de modo que Pablo está hablando de los creyentes en el versículo 2: “Porque los que hemos muerto al pecado (nosotros, creyentes bautizados), ¿cómo viviremos aún en él?”

(La semana próxima hablaremos un poco más sobre el significado y la función del bautismo en la vida del creyente.)

Hemos muerto al pecado

He aquí entonces nuestra pregunta: ¿Qué significa el hecho que todos los creyentes hemos muerto al pecado?

El versículo 5 es, probablemente, la explicación más clara que podemos encontrar: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Es posible que estas palabras de Pablo estén más allá de nuestras categorías de pensamiento, así que me atrevo a añadir una más. Pablo nos dice que hay una unión entre Cristo y los creyentes, note las palabras: “fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte”. Existe una unión tan fuerte entre la persona de Jesucristo y los cristianos, que todo lo que le ocurrió a El, nos ocurre también a nosotros ante Dios. Su muerte es nuestra muerte. Es Dios quien establece esta relación. 1Corintios 1:30 dice: “Mas por El (Dios) estáis vosotros en Cristo Jesús”. Dios mismo establece una unión tal entre Cristo y los creyentes, que El puede contar la muerte de Cristo como nuestra.

Por tanto, cuando el versículo 2 pregunta: “Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”, se está refiriendo a nuestra muerte con Cristo cuando El se entrego. Su muerte es un hecho en la historia y ocurrió una sola vez y para siempre. Esto es válido para nosotros hoy a través de la fe pero, como Cristo murió una sola vez en la historia y el versículo 5 dice que nosotros estamos unidos a ese hecho, morimos a los ojos de Dios el mismo día en que Jesús murió.

Veamos la confirmación de esta idea en otros versículos: “…sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él.” (v.6) Esta es otra manera de decir que nosotros morimos o hemos muerto (en pasado) (v.2) o que “fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte” (v. 5). Nótese que el versículo 6 dice que “nuestro viejo hombre” fue crucificado; los versos 2 y 5 dicen que “hemos muerto” y que “fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte”. Yo interpreto esto de la siguiente manera: “el viejo hombre” que era yo es muy diferente a quien ahora soy. “El viejo YO” era rebelde contra Dios y esta insubordinado a su ley, y ciego a su gloria, y no creía a sus promesas. El versículo 6 dice que “el viejo YO” fue crucificado con Cristo (Gálatas 2:20) Cuando Cristo murió, Dios contó al “viejo YO, pecador” como muerto con El.”

El versículo 8 también corrobora esto al decir: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él.” Aquí Pablo hace muy evidente el hecho que morimos con Cristo en el versículo 2. “Morimos con Cristo” (ver también Rom. 7:4 y 2Cor. 5:14)

Por tanto, la enseñanza fundamental de estos versículos es que existe una unión entre Cristo y los creyentes. Esa es la idea esencial del versículo 5. Esto debe parecerle familiar si ya recorrió con nosotros el pasaje de Rom. 5:12-21, a través de los seis sermones anteriores. Allí veíamos que Dios estableció una unión entre Adán y su pueblo, y consecuentemente también, entre Cristo y su pueblo. La condenación viene a través de nuestra unión con Adán. La justificación, a través de nuestra unión a Cristo (Rom. 5:18). Ahora bien, en Rom. 6:5, Pablo explica muy bien esta unión, relacionándola directamente con la santificación y con la justificación.

Esa es la respuesta de pablo a la primera pregunta: ¿A qué se refiere Pablo cuando dice: “Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Si estamos unidos a Cristo, entonces hemos muerto con él.

No podemos vivir en el pecado

La segunda pregunta es: ¿A qué se refiere Pablo al decir que no podemos vivir en el pecado? Versículo 2: “Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Es decir, si usted murió al pecado, no puede seguir viviendo en él. ¿En que sentido nos encontramos más allá del pecado? En que hemos muerto y por tanto, no podemos seguir viviendo en el pecado. ¿Qué quiere decirnos Pablo con una afirmación así de trascendental? ¿Pretende Pablo enseñarnos que debemos ser perfectos, que una vez convertidos no pecamos más?

Hay algunas razones que según el contexto me hacen pensar que no son esas sus intenciones.

1) Note que Pablo no dice que nunca pecaremos si somos cristianos, sino que no podemos “vivir en él.” “¿cómo viviremos aún en él?” “Viviendo en el”, esta es la lógica respuesta a la pregunta del versículo 1: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” Nótese que la idea en estas dos frases, perseverar en el pecado (v. 1) y vivir en el pecado (v. 2), es que una vez que llegamos a ser uno con Cristo en su muerte, no podemos vivir sin cambiar el viejo patrón de pecado en nuestras vidas.

2) Otro elemento que apoya esta idea de Pablo (muy lejos del perfeccionismo) está en el versículo 6: “6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” Aquí el efecto de haber sido crucificados con Cristo es que ya no somos “esclavos del pecado.” Puede que tengamos actitudes y acciones pecaminosas sin que sea necesariamente el pecado quien reina en nosotros y nos esclaviza. Como dice el versículo 14: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” Ser libres del señorío, el dominio o el poder del pecado no nos hace impecablemente perfectos y sin pecado.

3) El tercer elemento que apoya esta idea (y tengamos claro que Pablo no está ensenado perfeccionismo) viene de los consejos de Pablo en los versículos 11, 12 y 13. En el versículo 11 dice: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado”; v. 12: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal”; y el versículo 13 “…ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad.” Si no existiera una lucha constante contra el pecado en la vida cristiana, estas palabras de Pablo no tendrían sentido. Creo que, sin lugar a dudas, estas palabras implican que, aun cuando hemos muerto al pecado, lo que nos hace incapaces de “vivir” o “perseverar” en él, podemos pecar y ciertamente pecamos. Por eso debemos aferrarnos a la realidad de lo que ha sucedido producto de nuestra unión con Cristo y confirmarlo cada día en nuestras vidas.

Nuestra muerte con Cristo y nuestra libertad del pecado

Así que, he aquí mi conclusión sobre estos dos aspectos: nuestra muerte con Cristo y nuestra libertad del pecado.

1) En Cristo, es decir, en la unión que tenemos con El y que Dios ha establecido según el versículo 5, somos muertos al pecado, lo que significa que: nuestra verdadera identidad, nuestra verdadera posición delante de Dios es que estamos total y rotundamente muertos al pecado, muertos a su poder y a su culpa. Esto es algo decisivo, irrepetible e inmutable. Este es el fundamento de nuestra batalla contra el pecado y de nuestro viaje hacia la santidad.

2) La vida cristiana se vive paso a paso, en desarrollo. Es una experiencia que refleja esa identidad donde no reina el pecado y de la que hemos estado hablando, en perfecta unión con Cristo. Lo que le sucedió a Cristo (y a nosotros con El) fue histórico, definitivo e inmutable. Esto se nos administra gradual y progresivamente en los anos por venir mientras crecemos en unión con Cristo.

Solamente por la fe hemos sido totalmente perdonados, justificados, absueltos y declarados justos en nuestra unión con Cristo. Ya hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, o lo que es lo mismo, de su poder como patrón rector de nuestras vidas. Todo esto nos impulsa a vencer cada día sobre el pecado, triunfantes y creciendo por la fe.

Sin embargo, aun no somos perfectos en esta experiencia terrenal de cada día. Debemos pelear la batalla de la fe y experimentar, por la fe, lo que verdaderamente somos en nuestra perfecta unión con Cristo. Pablo lo expresa de esta manera en Filipenses 3:12: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” Aquí vemos que se trata de un proceso que todavía no ha terminado. Cristo se ha aferrado a Pablo para regalarle su perfección y su bendición eternas. Esa es la confianza del apóstol. Ahora Pablo confirma esa gran obra de Dios en Cristo al tratar de asir aquello para lo cual fue también asido por Cristo Jesús.

Conclusión: En la base del llamado y la libertad para practicar la hospitalidad con sopa y Styrofoam, empujar los autos averiados de amigos en desesperación, ser sinceros con los hermanos de nuestro pequeño grupo, y todo lo hermoso que se desprende de la presencia de Jesús en nuestras vidas; existe el profundo y glorioso fundamento de lo que sucedió de una vez y para siempre en nuestras vidas cuando Cristo murió, y de lo que sucede diaria y progresivamente en nosotros por la fe.

Resumiendo: Si usted es cristiano, Dios creó una unión inquebrantable entre usted y Jesucristo, al decir del versículo 5.

Debido a esta unión, usted murió con Cristo cuando El murió. Y porque usted murió, es ahora libre de la culpa y el poder del pecado. Esa es su total y verdadera identidad es su unión con Cristo. Y debido a esta posición y a esta identidad inconmovible, usted ya ha sido justificado; e incluso estoy seguro que también está siendo santificado, pero todavía no es perfecto. Por tanto, confirmemos cada día en nuestras vidas lo que ha sucedido, reconociendo lo que verdaderamente somos en Cristo.

Del “como” hacerlo estaremos platicando la próxima semana.


1 J. I. Packer, En busca de la santidad (Wheaton: Crossway Books, 1990), p. 11-12.