¡Dios es El que justifica!

Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Tal como está escrito: POR CAUSA TUYA SOMOS PUESTOS A MUERTE TODO EL DIA; SOMOS CONSIDERADOS COMO OVEJAS PARA EL MATADERO. 37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Imagine que semana tras semana, durante la predicación de Romanos 8, usted esté sentado sin haber renacido, es decir, sin haber nacido de nuevo mediante el Espíritu de Dios a través del evangelio de Cristo (1ra de Pedro 1:3, 23). Usted está sentado allí sin tener una naturaleza renacida, sino la vieja naturaleza de la caída, una naturaleza pecaminosa. Realmente no ama a Cristo; no celebra la confraternidad en Cristo y se demora en creerle y en seguirlo más de cerca. En cambio, ama mucho más aquello que el mundo ama y confía en aquello que el mundo confía. A usted le agrada verse en forma. Le agrada auto-controlarse y no le gusta que alguien le diga cómo sentarse o cómo caminar, cómo vestirse o cómo hablar, cómo trabajar o cómo manejar, cómo trabajar o cómo jugar, cómo estudiar o cómo gastar su dinero. Le agrada comportarse de manera que nadie le diga qué tiene y qué no tiene que hacer. A usted le agrada, especialmente, que las personas le vean como alguien agradable, atractivo o fuerte. Y ama los placeres físicos como la estimulación sexual, la comida, la bebida y creer en la fantasía de ser un personaje de telenovela, o sent-arse a ver un filme violento, de suspenso, impactante y salir del cine extremadamente inmutado.

Algo le hace seguir viniendo, una novia, o un novio, la música, el miedo, la curiosidad o repentins destellos de su propia alma. A menudo he pensado lo siguiente: ¿en qué se convierte Romanos 8 para la mente de una persona que está escuchando el mensaje pero no lo cree?  Supongo que para algunos la bondad de Dios en las buenas nuevas les haga sentir como si todo estuviera bien. Les hace sentir bien en su pecado, su orgullo y rebelión, les hace amar el mundo y ser indiferentes a Cristo.

Recuerde que esta es la forma exacta en que algunos de los seguidores de Pablo respondieron al evangelio. Escuche lo que estaban diciendo por haber oído la respuesta de Pablo. Romanos 6:1 “¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?”, en otras palabras, Pablo sabía que cuando predicaba las gloriosas buenas nuevas de gracia algunos la menospreciaban. Les gustaba oír a Pablo. No eran impulsados, por la predicación de Pablo, a amar a Cristo, sino a sentirse seguros mientras amaban el pecado. Y no dudo que eso suceda domingo tras domingo en esta sala.

Una Advertencia, Una Reafirmación Y Una Oración

¿Por qué menciono estas actitudes al comenzar en esta mañana? Por dos razones. Una es advertirle a aquellos quienes se sienten mejor en su vida de incredulidad a causa de la bondad de Dios que escuchan en las alabanzas y en los mensajes de este servicio. Esta es la advertencia: las promesas salvadoras y poderosas de Dios para que todas las cosas ayuden para bien pertenecen a aquellos “…que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28). Usted no tiene que luchar por estas promesas, porque son un regalo. Pero, puede demostrar que no las tiene precisamente si ama al mundo más que a Cristo. Amar al Dador no es lo mismo que luchar por el regalo. Amar al Dador es simplemente porque el regalo ha tenido un efecto salvador. Usted ha visto la gloria del Dador, y lo ha amado a él por encima del mundo entero, de manera que esté alerta, en el día del fin Dios no tendrá misericordia de aquellos que prefieran la alabanza del hombre en vez de la gloria de Dios.

La otra razón para exponer estas actitudes, precisamente en el comienzo, es darme a mí mismo una oportunidad para declarar que, a pesar del uso incorrecto que se ha hechos del evangelio de la gracia divina, no intentaré hacerlo menos gratuito, ni menos poderoso, ni menos extensivo, ni menos absoluto, ni menos divino, ni menos inspirado por Dios, ni menos instituido por Dios, ni menos exaltado por Dios ni menos abarcador de lo que es. No haré que las misericordias excelsas, salvadoras e idóneas del pacto de gracia de Dios parezcan menos asombrosas para los creyentes solo para que sea más difícil para los incrédulos hacer mal uso de ellas. Semana tras semana, para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír, está claro que estas cosas pertenecen a quienes tienen fe en Jesucristo, y no a los incrédulos.

Mi oración es que la benignidad de las buenas nuevas en Romanos 8 no les reconforten en su camino a la destrucción, sino que les guíen, a través de la fe, hacia el Camino de la vida. Señor, hazlo.

Hacia Donde se Dirige Pablo

En el versículo 33 Pablo continúa maravillándose de la seguridad y del gozo del creyente. No está haciendo esto por él mismo, sino por usted y por mí. Él quiere que estemos asombrados, rendidos y satisfechos para que las inmensas promesas de Dios estén con nosotros y hagan por nosotros todo lo que necesitemos ¿Por qué? Porque cuando Pablo llega al final de estos 11 primeros capítulos, quiere que nos unamos a él diciendo y cantando: “Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén” (Romanos 11:36). Dios nos salva de tal manera que aumentan nuestro gozo y su gloria. De esto se trata Romanos 8.

Pablo también escribe de esta manera porque aspira elaborar los capítulos 12-16 que tratan de la manera radical en que debemos vivir si creemos en estos principios. Alega: «Considerando estas misericordias inmensas, gratuitas y todopoderosas de Dios para salvarnos, guardarnos y hacer que todas las cosas ayuden para nuestro bien, y llevarnos al gozo eterno, para que sean transformados nuestros valores morales, considerando todo esto, ¡no se conformen a este mundo! Permitan que el amor sea genuino, aborrezcan el mal, prefiéranse unos a otros con honra. Sean pacientes en la tribulación, den al necesitado, no paguen mal por mal, bendigan a quienes le persiguen, lloren con los que lloran, no sean altivos, hagan la paz, alimenten a su enemigo, y sobre todo, venzan con el bien el mal (Romanos 12). A este convencimiento quiere llegar Pablo; y Romanos 8 es la forma de llegar a este convencimiento.

¿Quién Acusará a los Escogidos de Dios?

Así que Pablo entra nuevamente en el versículo 33 expresando de otra manera las inefables buenas nuevas: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” Respuesta: Nadie. Así mismo habló en el versículo 31: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Decimos: «Bueno, muchas personas están contra nosotros, pero ninguno con éxito». Lo sabemos del versículo 35. Pero hemos visto en Romanos 8:28 que los planes que los hombres hacen en contra nuestra Dios los cambia para nuestro bien. De manera que aunque piensen que están logrando arruinarnos, nos están refinando. Incluso el mismo diablo (2da a los Corintios 12:7-9).

Así mismo piensa Pablo en el versículo 33: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” Respuesta: Nadie. Bueno, sí, el diablo nos acusa en nuestra propia conciencia, incluso a veces en el cielo (Job 1:9; Apocalipsis 12:10). Jesús nos prometió que las personas hablarían mal contra nosotros mintiendo, y que debíamos regocijarnos cuando suceda (Mateo 5:11). Fueron falsos testigos y acusadores los que consumaron la muerte de Estaban (Hechos 6:13; 7:57-60). Entonces ¿qué quiere decir Pablo?

Quiere decir que nadie puede hacer perdurar una acusación contra los elegidos de Dios en la corte del cielo. El capítulo comienza con las palabras: “No hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús”. Y y concluye diciendo «porque ninguna acusación prevalecerá contra los elegidos de Dios».

El Remedio Contra las Paralizantes Acusaciones en Nuestra Contra

Oh, escuchen ustedes que crecieron en hogares donde se les acusaba y se les acusaba, y casi nunca escucharon una palabra alentadora. Escuchen ustedes que son agobiados por sus propias acusaciones, quienes parecen estar condenados a auto-acusarse con efectos opresivos y paralizantes. Escuchen los que rara vez dicen una palabra positiva, de agradecimiento o de alabanza, sino que censuran, murmuran, se quejan, reniegan, se lamentan a tal punto que nadie quiere estar cerca de ustedes. Escuchen: Romanos 8, especialmente el versículo 33, es el remedio de Dios, es la medicina de Dios, es la cura de Dios para la parálisis resultante de las acusaciones en nuestra contra, ya sean provenientes de nosotros mismos, de otras personas o del propio Satanás, Romanos 8:33 es el remedio contra los horribles efectos colaterales y pecaminosos resultantes de ser una persona cínica, absorta en sí misma, quejumbrosa y criticona.

El remedio es la gracia suprema (gratuita e inmerecida) de nunca ser hallados culpables delante de Dios ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? ¿Nadie? ¡Sienta por sí mismo la fuerza de esta libertad! Sienta el aire fresco, claro y puro de un nuevo amanecer que dice: «Todas las acusaciones han sido retiradas». Usted está en un tribunal, sabe que es culpable, está esperando una terrible sentencia, su futuro se acaba. Entonces, para asombro del tribunal, el juez dice: «Todas las acusaciones han sido retiradas». El propósito no es tranquilizar a los incrédulos en su camino a la destrucción. La sentencia tiene el propósito de ayudarles a amar a aquel que trajo la libertad.

¿Para quién?

¿Quién se puede jactar de no poder ser acusado? El elegido de Dios ¿Por qué Pablo utiliza esta frase para describir a los creyentes? Porque su intención es cimentar en nuestra mente la inquebrantable seguridad que debemos tener ante cualquier horrible tribulación (vv.17, 18, 35-36). Así que él utiliza una palabra que nos recuerda toda la gloria de los versículos 29-30.

¿Quiénes no son acusados? Aquellos que son predestinados; es decir, los que son de antemano amados, escogidos y elegidos por Dios; quienes son, por consiguiente, predestinados a ser como Jesús por el amor de Cristo; los que, por ende, son llamados de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida y de la incredulidad a la fe humilde; quienes, por esa razón, son justificados- justificados ante Cristo; quienes, por consiguiente, son glorificados. Esto es cierto respecto a los elegidos de Dios. Dios los ha elegido, ha planificado y ha ejecutado su salvación. El objetivo final es que tengamos una seguridad inquebrantable frente a cualquier terrible sufrimiento.

El Dios que Justifica

Después de haber usado la frase “los elegidos de Dios” para recordar esa obra salvadora e inquebrantable en los versículos 29-30, Pablo se enfoca en una gran obra al final del versículo 33: Pablo enfatiza una de las 5 obras de la salvación mencionadas en los versículos 29-30 (predestinados, conocidos, llamados, justificados y glorificados de antemano): menciona la justificación.

Pero, no…, esto no es totalmente cierto. De hecho, Pablo no se enfoca en la justificación, se enfoca en Dios, en quien justifica. Observe cuidadosamente, está tan claro en español como en griego: “Dios es el que justifica”. Pablo pudo haber dicho: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” y luego haber respondido:    « ¡Nadie! Estamos justificados», es cierto, pero no lo hizo así. Dijo: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” Luego dice: “Dios es el que justifica”. El énfasis no se hace en el acto sino en el Actor.

¿Por qué? Porque en el mundo de tribunales y leyes de donde proviene este idioma, la absolución de nuestro juez puede ser revertida por un juez superior. Por tanto, ¿qué sucedería si un juez local absuelve cuando hay culpabilidad y el emperador acusa? Entonces este es el problema: por encima de Dios no hay tribunales mayores. Si Dios es quien absuelve y declara a alguien justo delante de él, nadie puede apelar, nadie puede abogar por una anulación del juicio, ya nadie puede acusar. La sentencia de Dios es definitiva y absoluta.

Escuche todo aquel que crea en Jesús, se una a Cristo, y se identifique en medio de los escogidos, escuche: Dios es quien le justifica, no un juez humano, no un gran profeta, no un arcángel del cielo, sino Dios, el Creador del mundo, Dueño de todas las cosas, Gobernador del universo y de cada persona y molécula que en él existe, Dios es el que justifica.

El objetivo es que tengamos una seguridad inquebrantable frente cualquier horrendo sufrimiento (vv.17, 18, 35-36). Si Dios es por nosotros, nadie nos puede hacer frente. Si Dios dio su Hijo por nosotros, nos dará todo lo bueno. Si Dios es quien nos justifica, nadie nos puede acusar.

Para Las Semanas Próximas

Antes de concluir, permítame decirle qué temas abordaremos en las próximas semanas. La próxima semana me concentraré en el versículo 34 y en la obra de Cristo para liberarnos de la condenación: El murió, se levantó, está sentado a la diestra de Dios, e intercede. Pablo  está mencionando cada obra que Dios ha hecho en Cristo para protegernos del sufrimiento.

Lo que nos lleva al 8 de septiembre, el domingo antes del primer aniversario del 11 de septiembre. Dedicaremos el servicio del domingo por la mañana para ministrar a las personas que serán invitadas al servicio con motivo de ese aniversario. Tendremos un folleto de Joni Earickson Tada para distribuirlo entre ustedes el próximo domingo, se titula “¿Por qué?”, trata sobre el 9/11, y esperamos que lo utilicen para ministrar el evangelio a las personas en esta temporada de reflexión. La semana que viene seguiré predicando sobre estas gloriosas palabras de Romanos 8:35-39. Luego, el miércoles 11 de septiembre por la tarde, tendremos un servicio especial. Esté orando fervientemente, para que Dios utilice este tiempo solemne en beneficio de nuestra civilización para hacernos despertar a la realidad del pecado, de la vanidad, de la debilidad, de la muerte, de la eternidad y de nuestra necesidad de un Salvador.

¿La Aprobación de Quién Quiere Usted?

Concluyo así, ¿la aprobación de quién quiere usted? Dios dice: «En Jesucristo, mi Hijo, te apruebo, te justifico, te afirmo y te amo como mi hijo santo». ¿Cómo esta afirmación debiera afectar nuestros sentimientos acerca de la aprobación o la crítica que otros nos hagan a causa de nuestra fe? La respuesta es: debiera librarnos del miedo. Debiera librarnos de la necesidad de agradar a otros, libres de necesitar la aprobación de algunos y desear la bondad de todos, libres para olvidarnos de nosotros mismos y ser movidos por Dios a una vida de servicio humilde y de amor, sin importar el costo.

Recuerde: Dios es el que justifica. No le tema a la acusación de algunos. Ame la bondad de todos.