El deleite de Dios en las oraciones de los rectos

Proverbios 15:8

El sacrificio de los impíos es abominación al Señor,
mas la oración de los rectos es su deleite

La semana pasada hicimos un giro en nuestra serie sobre los deleites de Dios. Hasta entonces nos habíamos enfocado en los deleites de Dios en Sus propias perfecciones y obras de creación y providencia. Enfatizamos Su auto-suficiencia y Su sobreabundante plenitud de gozo y Su libertad soberana, libre de coacción, o limitación, o soborno o chantaje.

La pregunta práctica más importante

Entonces, la semana pasada, hicimos un giro para considerar qué tipo de respuestas humanas provocarían el deleite de Dios. Desde una posición práctica, ésta parece ser la pregunta más importante de todas: ¿Cómo puedo yo, un pecador, deleitar a Dios? ¿Qué puedo hacer yo, o qué puedo ser, para que Dios se deleite en mí?

Si no hubiera modo de deleitar a Dios. . .

Asumo que incluso si Dios me permitiera llegar al cielo como persona que totalmente le desagradara, ése no sería un cielo, sino un infierno. ¿Cómo pudiéramos soportar vivir en la presencia de Dios, si Él solo se alejara de nosotros disgustado y no encontrara de deleite alguno cuando nos mirara?

Pablo dijo, en 2da a los Corintios 5:9, que sea que estuviera en el cielo o en la tierra, su meta era ser agradable a Dios. Si no hubiera un modo de responder a un Dios santo de modo que le agradáramos o fuéramos de deleite, entonces la eternidad sería una eternidad de miseria.

¿Por qué dedicar tanto tiempo al deleite de Dios en Sí mismo?

Entonces, alguien pudiera preguntar: si esta es la pregunta práctica más importante, ¿por dedicaste siete semanas a hablar sobre el deleite de Dios en Sí mismo, en lugar de ir directamente al tema práctico de cómo podemos deleitar el corazón de Dios?

La respuesta es que la visión de Dios desarrollada en esos siete mensajes es el fundamento de mi esperanza de que yo, pecador como soy, aún puedo agradar a Dios. ¡Y una esperanza así necesita un profundo fundamento! El modo en que usted ve a Dios determinará su idea de cómo agradar a Dios. Y la decisión más determinante que una persona puede tomar es cómo tratar de agradar a Dios.

¿Y si usted descubriera, como los fariseos, que ha dedicado toda su vida a tratar de complacer a Dios, pero todo el tiempo ha estado haciendo cosas que ante Dios son abominación? Alguien pudiera decir: No creo que éso sea posible; Dios no rechazaría así a una persona. ¿Ve lo que esa persona ha hecho? Ha basado su convicción de en qué se deleita Dios, en su idea de cómo es Dios. Es precisamente por esa razón que debemos comenzar con el carácter de Dios. Es por eso que tuvimos que empezar con los deleites de Dios en Sí mismo.

El fundamento de esperanza para los pecadores desesperados

Lo que vimos en esos mensajes fue que Dios no tiene necesidades que yo deba satisfacer. Dios no tiene deficiencias que yo deba suplir. Él es completo en Sí mismo. Él está sobreabundando con felicidad en la comunión de la Trinidad. El resultado de esto es que Dios es un manantial de una montaña, no un abrevadero. Un manantial de montaña se rellena a sí mismo. Constantemente sobreabunda y suple. Un abrevadero necesita ser llenado con una bomba o con una brigada de cuberos. Así que usted glorifica a un manantial al beber, no al subir agua por la colina y arrojarla en el manantial. Y como es así que Dios es, no nos sorprendemos de aprender, por las Escrituras (y nuestra fe se fortalece y aferra por éso), que el modo de deleitar a Dios es viniendo a Él para recibir, y no para dar, para beber y no para traer agua.

Mi esperanza como pecador desesperado que vive en un desierto de injusticia, depende de esta verdad bíblica: que Dios es el tipo de Dios que se deleitará con lo único que puedo ofrecerle: mi sed. Es por éso que la libertad soberana y auto-suficiencia de Dios son tan preciosos para mí: ellas son el fundamento de mi esperanza de que Dios se deleita, no en los recursos de la brigada de cuberos, sino en los pecadores quebrantados que se inclinan al venir a beber en la fuente de gracia.

O, como dijimos la semana pasada:

No se deleita en la fuerza del caballo,
ni se complace en las piernas ágiles del hombre.
El Señor favorece a los que le temen,
a los que esperan en su misericordia.

En otras palabras, esta buena noticia inefable para para los pecadores desamparados (que Dios no se deleita cuando le ofrecemos nuestra fuerza, sino cuando esperamos en Su fuerza), esta buena noticia que tanto necesito escuchar una y otra vez, está firmemente fundamentada en una visión de Dios como soberano, auto-suficiente, y libre. Hay una doble razón por la que no fuimos directamente hacia la pregunta práctica de cómo agradar a Dios:

  1. si no tuviéramos esta visión de Dios, entonces nuestros esfuerzos por deleitar a Dios casi seguramente se volverían auto-exaltadores y legalistas; y

  2. nuestra esperanza en la gracia sobreabundante de Dios, simplemente no se sostendrá si no tenemos un fundamento profundo en la doctrina de Dios.

La oración como expresión de nuestra sed

Hoy vemos un texto que expande la buena noticia de en qué respuesta humana se deleita Dios. Usted podría decir que el texto de hoy es una aplicación específica o una expresión práctica del texto de la semana pasada. El texto es proverbios 15:8:

El sacrificio de los impíos es abominación al Señor,
mas la oración de los rectos es su deleite

Mi esperanza es que el efecto de este mensaje no solo sea que usted se sienta animado a orar sino, fundamentalmente, que se reafirme la naturaleza de Dios como fuente de gracia gratuita, que se reafirme que Dios es el tipo de Dios que se deleita más profundamente, no en hacer demandas, sino en satisfacer necesidades. La oración es Su deleite porque la oración muestra los niveles de nuestra pobreza y las riquezas de Su gracia. La oración es esa maravillosa transacción donde la riqueza de la gloria de Dios es exaltada y donde son satisfechos los anhelos de nuestra alma. Por tanto, Dios se deleita en las oraciones de los rectos.

Ahora, meditemos en Proverbios 15:8 haciéndonos algunas preguntas e investigando por qué es es que Dios abomina los sacrificios de los impíos y se deleita en las oraciones de los rectos.

¿Cómo es que el sacrificio puede ser una abominación a Dios?

Mi primera pregunta es esta: ¿Cómo es que algo tan bueno como un sacrificio a Dios, que Dios ordenó en el libro de Levítico, puede volverse una abominación al Señor? La primera mitad de nuestro texto dice: "El sacrificio de los impíos es abominación al Señor".

El enfoque de Dios en la condición del corazón

La respuesta parece ser que un acto que es bueno en sí mismo puede volverse feo para Dios cuando es realizado con una disposición interna errónea. Un acto externo que parece piadoso para nosotros puede lucir horrible a los ojos e Dios, porque proviene de un corazón que está mal. Parece ser un principio implícito aquí, que pudiera ser expresado de este modo: la belleza de un acto es la expresión externa, o práctica, de la belleza interna, y la fealdad de un acto es la expresión externa, o práctica, de una fealdad interna.

Como Dios siempre observa el corazón (1ro de Samuel 16:7), Él siempre ve nuestros actos externos, no como los ve un hombre, sino como extensiones de lo que Él ve en el interior. Sea que nuestros actos sean inmorales, como el robo y el adulterio, o que nuestros actos sean morales, como la asistencia a la iglesia y el servicio comunitario, ambos serán abominables a los ojos de Dios si los corazones no son rectos.

Pablo enseña lo mismo cuando dice en Romanos 14:23: "todo lo que no procede de fe, es pecado". Y Hebreos 11:6 lo enseña cuando dice: "sin fe es imposible agradar a Dios". De hecho, en Hebreos 11:4, se menciona el mismo problema de los sacrificios que tenemos aquí en Proverbios 15:8, a saber, ¿por qué Dios aceptó el sacrificio de Abel y no el de Caín? La razón es que el sacrificio de Abel fue ofrecido por fe, pero el de Caín no; y sin fe, un sacrificio no agrada a Dios, es una abominación.

Así que respondo a nuestra primera pregunta diciendo que un buen acto (como un sacrificio) puede ser una abominación a Dios, porque ese acto es visto por Dios como una expresión práctica, o una extensión, de la condición del corazón. Si el corazón es malvado, el acto que realiza, no importa cuán piadoso o moral sea, es una abominación para Dios.

Una posible objeción

Hay una posible objeción a esto. Alguien pudiera decir que cuando usted lee a los profetas, como Isaías y Amós, Dios desprecia los sacrificios y las oraciones de los malvados debido al comportamiento externo cuando no están en el templo, no a su disposición interna de sus corazones.

Por ejemplo, en Isaías 1:13, el profeta dice: "No traigáis más vuestras vanas ofrendas, el incienso me es abominación. Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas: ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne!". Entonces, en el versículo 15 (al final) y en el versículo 16, Isaías dice por qué se desagrada tanto Dios con la adoración de Su pueblo: "Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor, defended al huérfano, abogad por la viuda".

¿Por tanto, no es cierto que Dios abomina los sacrificios de los malvados porque odia la inconsistencia de alguien que es un estafador durante la semana y un hombre piadoso en el domingo?

El problema con esta objeción es que no llega al corazón del asunto. Sí, Dios odia esa inconsistencia. Pero cuando una persona malvada viene a Dios y hace un sacrificio con un corazón de penitencia, su sacrificio es aceptado. Ése es todo el propósito de la ofrenda de culpa. Una persona que ha sido pecadora durante la semana puede ser aceptada mediante el sacrificio cuando es acompañada por un corazón arrepentido.

Así que lo que Isaías está diciendo realmente es que Dios abomina los sacrificios de los injustos, porque ellos vienen a Dios con corazones que no están quebrantados por el pecado y ni con una intención verdadera de olvidar al pecado. Y esta condición del corazón testarudo y de impenitencia es la que hace que sus sacrificios sean una abominación a Dios.

Así que pienso que nuestra conclusión aun permanece: los sacrificios de los malvados son una abominación porque Dios ve todos nuestros actos como extensiones, o expresiones prácticas, del corazón, y donde el corazón es malo, la obra es mala, sea secular o religiosa.

¿Qué es un corazón recto?

Así que mi segunda pregunta es: ¿cuál es la esencia de la maldad de este corazón? O más importante, ¿qué es lo opuesto a este corazón? ¿Qué hace que una persona sea recta en lugar de malvada en el corazón, de modo que sus oraciones deleiten a Dios en lugar de ser una abominación para Él? Mencionaré solo dos características del corazón recto.

El corazón que tiembla ante la Palabra del Señor

La primera característica del corazón recto es que tiembla ante la Palabra del Señor. Esto lo veo en Isaías 66, quien aborda este mismo problema de algunos que adoran en un modo que agrada a Dios, y otros que le adoran en un modo que no le agrada. El versículo 3 describe a los malvados que traen sus sacrificios. Dice: "El que mata un buey es como el que mata a un hombre, el que sacrifica un cordero como el que desnuca un perro". En otras palabras, sus sacrificios son una abominación.

¿Por qué? El versículo 4 dice: "Porque llamé, mas nadie respondió, hablé, mas no escucharon". Sus sacrificios eran abominaciones a Dios porque el pueblo era sordo a su voz.

Pero, ¿y que hay de aquellos a quienes Dios escuchaba las oraciones? El versículo 2 dice: "Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra”. Así que concluyo que la primera característica del recto, cuyas oraciones son la delicia de Dios, es que tiembla ante la Palabra de Dios. Estas son las personas a quienes el Señor mirará.

Así que la oración del recto que deleita a Dios proviene de un corazón que se siente primeramente precario en la presencia de Dios. Tiembla como Josías cuando escuchó la lectura de la ley, porque se siente tan lejos del ideal de Dios, y tan vulnerable a Su juicio y tan desamparado y apenado por sus fracasos.

Es justo lo que dijo David en el Salmo 51:17: "Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás".

Esto es lo que dijo el Señor (a Salomón en 2da de Crónicas 7:14), que es lo primero que hace que una oración sea agradable a Dios: "[si] se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran,... entonces yo oiré desde los cielos".

Así que la primera característica del corazón recto cuyas oraciones son el deleite de Dios, es el quebrantamiento, la contrición, la humildad, el temor y temblor. En otras palabras, lo que hace que un corazón sea recto, y que sus oraciones sean del deleite de Dios, es la consciencia de nuestra tremenda necesidad de misericordia.

El corazón que confía en la misericordia de Dios

Lo otro que caracteriza al corazón recto es que confía en la disposición y poder de Dios para mostrar misericordia. El Salmo 4:5 dice: "Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor". Supongo que esto significa que la confianza es una parte esencial del corazón recto cuyos sacrificios no son una abominación.

Fácilmente podríamos cometer el error de pensar que cuando el Antiguo Testamento habla del hombre "recto" o "justo", no puede estar refiriéndose a nosotros, porque aún somos pecadores. Pero el hombre justo y el recto no son perfectos. Son personas que confiesan sus pecados, los odian, y confían en Dios en busca del perdón y ayuda.

Uno de los mejores lugares donde ésto se ve es el Salmo 32. Comienza diciendo: "¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto!" Así que el salmo trata sobre pecadores perdonados, no sobre personas perfectas. Entonces, al final, el salmo distingue al malvado del hombre justo y recto. ¿Cuál es la diferencia? Versículos 10-11:

Muchos son los dolores del impío, pero al que confía en el Señor, la misericordia lo rodeará.
Alegraos en el Señor y regocijaos, justos; dad voces de júbilo, todos los rectos de corazón.

El versículo 10 contrasta al malvado con quienes CONFÍAN en el Señor. Entonces el versículo 11 los llama justos y rectos de corazón. Y la palabra para para hombre "recto" es la misma utilizada en Proverbios 15:8.

Así concluyo que existen, al menos, estas dos características esenciales en el corazón recto. Primero, tiembla ante la Palabra de Dios. Se siente precario y desamparado y en tremenda necesidad de misericordia. Luego, segundo, confía en la misericordia de Dios para perdonar y ayudar y salvar.

Por qué se deleita Dios en las oraciones de los justos?

¿Por qué, entonces, se deleita Dios en las oraciones de los justos? Él se deleita en sus oraciones por la misma razón que abomina los sacrificios de los malvados, porque las oraciones de los justos son una extensión y una expresión práctica del corazón; pero, a diferencia del corazón del malvado, el corazón del justo exalta el poder y la gracia de Dios.

La oración del justo es una delicia para Dios, porque expresa esos afectos del corazón que llaman la atención hacia la absoluta suficiencia de Dios.

Así que el texto de esta semana nos lleva un paso más allá que el de la semana pasada. La semana pasada vimos, en el Salmo 147:11, que "El Señor favorece [...] a los que esperan en su misericordia". Hoy vemos que el Señor se deleita en las oraciones que expresan ésa esperanza. Nuestra esperanza deleita a Dios porque muestra que todo nuestro gozo proviene de generosidad de Su gracia. Y nuestras oraciones están deleitando a Dios porque expresan esta esperanza que exalta a Dios.

Es algo precioso que va más allá de todas las palabras, especialmente en la hora de la muerte; porque tenemos un Dios cuya naturaleza es tal que no se deleita en nuestra obra para Él, sino en nuestra necesidad de Él.

Un llamado del evangelio a modo de conclusión

Termino con este llamado del evangelio: ¡glorifique al Dios que le hizo! ¡Deléitese de corazón en el Dios que le ama! ¿Cómo? Acérquese en oración ante el trono de la gracia, inclínese ante Su majestuosa autoridad, y desde sus rodillas beba del río de la vida que fluye del trono de Dios (Apocalipsis 22:1).

"Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que desea, que tome gratuitamente del agua de la vida".