El hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del Diablo

¿Por qué necesitamos nacer de nuevo? parte 3

Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a El. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es. 3 Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro. 4 Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado. 6 Todo el que permanece en El, no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido. 7 Hijos míos, que nadie os engañe; el que practica la justicia es justo, así como El es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo. 9 Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano.

¿Por qué Ocurrió la Navidad?

En dos ocasiones en 1ra de Juan 3:1.10 se nos dice por qué ocurrió la navidad –es decir, por qué el Hijo de Dios, divino y eterno, vino al mundo como humano. En el verso 5 Juan dice: “Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado”. Así afirma la impecabilidad de Cristo “en Él no hay pecado” y también la razón de su encarnación: “El se manifestó a fin de quitar los pecados”.

Entonces, en la segunda parte del verso 8, Juan dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”.  Y Juan, al decir: “obras del diablo”, estaba pensando en el pecado que el diablo promueve. Podemos verlo en la primera parte del verso 8: “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio”. Así que las obras del diablo que Jesús vino a destruir son las obras del pecado.

Así que en dos ocasiones Juan nos dice que la navidad ocurrió (el Hijo de Dios se hizo humano) para quitar el pecado, o para destruir las obras del diablo, es decir: el pecado. Así que Jesús nació, por el Espíritu Santo, de una virgen (Mateo 1:18,20), y creció “en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52), y fue perfectamente obediente y sin pecado en toda su vida y ministerio, todo el tiempo, hasta morir, y morir por medio de la cruz (Filipenses 2:5-8; Hebreos 4:15), a fin de destruir las obras del diablo, a fin de quitar el pecado.

La Encarnación de Jesús y Nuestra Regeneración

En estos días hemos estado predicando una serie de mensajes sobre el nuevo nacimiento. Y hoy nos preguntamos: ¿Qué Relación Existe entre el Nacimiento de Jesús y Nuestro Nuevo Nacimiento? ¿Cuál es la relación entre la encarnación de Jesús y nuestra regeneración? Para responder esta pregunta permítanme enlazar el mensaje de la semana pasada con este texto en 1ra de Juan 3:1-10.

La semana pasada, vimos que cuando preguntábamos si necesitamos nacer de nuevo, las respuestas podían formularse mirando hacia nuestra anterior condición miserable en pecado y corrupción y decir que esa es la razón por la que necesitamos nacer de nuevo; o las respuestas podían formularse mirando hacia el futuro, hacia las cosas buenas que no experimentaremos sino nacemos de nuevo (como el reino de Dios), y entonces decir que esta es la razón por la que necesitamos nacer de nuevo. Dimos diez respuestas a la pregunta ¿por qué necesitamos nacer de nuevo?, desde el primer punto de vista (mirando hacia quienes éramos antes del nuevo nacimiento), y dimos cinco respuestas a la misma pregunta desde la segunda perspectiva (mirando hacia el futuro, hacia lo que no disfrutaremos sino nacemos de nuevo.

El Gran Amor de Dios

Ahora, el vínculo entre aquel mensaje y el texto de hoy es el gran amor de Dios que viene y da vida a las personas que están muertas en delitos y pecados, son sus enemigos, y no sus hijos. Efesios 2:4-5 lo dice de esta forma: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor [¡!] con que nos amó, 5 aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo”. Así que la grandeza del amor de Dios es magnificada en la vida espiritual que entrega (es decir: en el nuevo nacimiento) a quienes no tienen a Dios. Estábamos muertos espiritualmente, y caminábamos en conformidad con el archienemigo de Dios, el diablo (Efesios 2:2). La justicia de Dios hubiera quedado satisfecha si hubiésemos muerto en esa condición. Pero por esa misma razón, nuestro nuevo nacimiento (nuestra vivificación) es una magnífica demostración de la grandeza del amor de Dios. “por causa del gran amor con que nos amó, 5 aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo”. Usted le debe su vida espiritual, y todos sus impulsos, a la grandeza y la libertad del amor de Dios.

Ahora, este es el vínculo que existe con el texto a partir del cual predicamos hoy. Vea 1ra de Juan 3:1-2, y piense conmigo en cómo Juan exalta el amor de Dios en este pasaje.

“Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a El. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es”.

Cuatro Observaciones a 1ra de Juan 3:1-2

Haga conmigo cuatro observaciones para relacionar 1ra de Juan 3:1-2 con la grandeza del amor de Dios en Efesios 2:4, que era el texto de la semana anterior, y  con la pregunta de la semana pasada ¿Por qué necesitamos nacer de nuevo?

Observación Nº 1: Hechos Hijos de Dios

Cuando el verso 1 dice que somos “llamados” hijos de Dios, no quiere decir que antes éramos hijos de Dios aunque no se nos llamara así. Significa que no éramos hijos de Dios. Éramos como el resto del mundo referido en el verso 1. Estábamos muertos y alejados de la familia de Dios. Entonces Dios nos llama hijos. Y nos volvemos hijos de Dios. Fíjese en las palabras: “y eso somos”. Verso 1b: somos “llamados hijos de Dios; y eso somos”. La idea es que Dios nos hace sus hijos. Este es el nuevo nacimiento. Dios nos dio vida.

Observación Nº2: La Grandeza del Amor de Dios

El nuevo nacimiento a la familia de Dios se debe a la grandeza del amor de Dios, tal como en Efesios 2:4-5: “Mirad [¡esto es sorprendente!] cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. Juan estaba sorprendido, tanto como Pablo –tanto como nosotros debiéramos estar- de que los rebeldes, los enemigos, los muertos, los irresponsables esclavos del pecado pudiéramos vivir nuevamente, pudiéramos nacer de nuevo, y ser llamados hijos de Dios. Juan quería que sintiéramos la maravilla de esta revelación.

Observación Nº3: Nuestro Perfeccionamiento Final Asegurado

Este sorprendente amor de Dios que nos dio vida cuando estábamos muertos, y nos hizo nacer de nuevo, y nos trajo a la familia de Dios, asegura nuestro perfeccionamiento final en la presencia de Dios para siempre. Vea la forma en que el verso 2 relaciona el amor de Dios, nuestra vida presente como hijos, y el futuro que anhelamos: “Amados [los que son amados de esta forma tan sorprendente], ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es”.

Juan ve un nexo inquebrantable entre lo que somos ahora y lo que seremos cuando Cristo venga. Lo expresa con la palabra “sabemos”. “ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser [nuestra perfecta conformidad con Cristo será en su venida]. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es”. En otras palabras, entonces vendrá la perfección de nuestra condición de hijos. Lo sabemos, ¿cómo?, porque somos sus hijos. Y de esta adopción solo queda la consumación de nuestra transformación cuando veamos a Jesús cara a cara. Su presencia será completa para todos los hijos de Dios. Y “ahora somos hijos de Dios”.

Observación Nº4: La Necesidad del Nuevo Nacimiento

La Observación Nº4 solo explica algo que ya es obvio: El nuevo nacimiento es un prerrequisito necesario y una garantía de nuestra perfección futura en la presencia de Cristo para siempre. O, para decirlo en las palabras de Jesús: “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Si usted ya nació de nuevo, entonces verá el reino de Dios –verá a Cristo y será al final perfeccionado y estará una eternidad con gozo en su presencia.

Por Qué Necesitamos Nacer De Nuevo

Hasta aquí llegamos con la respuesta de Juan a la pregunta ¿Por qué necesitamos nacer de nuevo? Su respuesta es: Porque si no nacemos de nuevo entonces en aquel día no podremos mirar a Jesús, y ser cambiados a su imagen en un abrir y cerrar de ojos. Al contrario, permaneceremos bajo la ira de Dios, como dijo Jesús en Juan 3:36. O, para decirlo afirmativamente, si el inmensurable amor de Dios nos hace nacer de nuevo, y nos da una nueva vida espiritual en unión con Jesucristo, entonces usted puede saber, con toda seguridad, que cuando él venga usted será como él. Gracias al nuevo nacimiento, usted sabe que entrará en el reino de Dios. Por esta razón debemos nacer de nuevo.

El Nacimiento de Jesús y Nuestro Nuevo Nacimiento

Ahora estamos en posición de responder la pregunta formulada al principio: ¿Qué Relación Existe entre el Nacimiento de Jesús y Nuestro Nuevo Nacimiento? ¿Cuál es la relación entre la encarnación de Jesús y nuestra regeneración? ¿Acaso Dios no podía hacer que los pecadores nacieran de nuevo y luego transformarlos a la imagen de su propio carácter en los cielos, sin tener que enviar a su Hijo al mundo? ¿Eran necesarias la encarnación del Hijo de Dios, y su perfecta vida de obediencia, y su muerte en la cruz? La respuesta es: El nuevo nacimiento y todos sus efectos, incluyendo la fe, la justificación, la purificación, y la transformación final a Cristo en los cielos, sería imposible sin la encarnación, y la vida, y la muerte de Jesús –sería imposible sin la navidad. Veámoslo en 1ra de Juan. Y mi deseo es que el amor que ustedes sienten por Cristo crezca aun más al ver este pasaje.

Primero, considere que el propósito del nuevo nacimiento es capacitarnos para poder creer en el Jesucristo encarnado. Si no hubiera un Cristo en quien creer, entonces no hubiera ocurrido el nuevo nacimiento. 1ra de Juan 5:1: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo [es decir, todo aquel que cree que este judío encarnado de Nazaret es el divino Mesías prometido], es nacido de Dios”. Esto significa que el Espíritu Santo hace que las personas nazcan de nuevo a fin de darles fe en el Dios-Hombre encarnado, Jesucristo (vea 1ra de Juan 4:2-3). Ese es el propósito del nuevo nacimiento. De modo que, la fe en Jesucristo es la primera evidencia de que ha ocurrido el nuevo nacimiento: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”. La fe es la señal de que ha ocurrido el nuevo nacimiento.

Pero esta no es la única razón por la que es necesaria la encarnación a fin de que se logre el nuevo nacimiento (es decir, no solo porque el propósito del nuevo nacimiento es proveer fe en Jesucristo). La encarnación del Hijo de Dios es necesaria porque la vida que obtenemos por medio del nuevo nacimiento es vida en unión con el Cristo encarnado. Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne” (Juan 6:51). La vida que tenemos en unión con Cristo es la vida que Jesús obtuvo para nosotros por medio de la vida que vivió y la muerte que murió en su carne.

Vea 1ra de Juan 5:10-12 y tenga en mente, a medida que lee, que el Hijo de Dios mencionado aquí es el Hijo encarnado de Dios: “El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo […] 11 Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo.12 El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”

En otras palabras, el nuevo nacimiento nos da vida al conectarnos espiritualmente con Jesucristo. Él es nuestra vida. Su nueva vida en nosotros, con todos los cambios que produce, es el testimonio de Dios de que somos sus hijos. Y esta vida es la vida del Hijo de Dios encarnado: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros […] 16 Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia” (Juan 1:14,16) –este es el nuevo nacimiento, la nueva vida.

Si No hay Encarnación, No hay Regeneración

Así que si no hay encarnación (es decir, si no hay navidad), entonces no habría regeneración por estas dos razones:

  1. Si no hay encarnación, no habría un Jesucristo encarnado en quien creer, y ese es el propósito del nuevo nacimiento. Por tanto no hubiera ocurrido el nuevo nacimiento.
  2. Si no hay encarnación, no habría una unión vital o conexión entre nosotros y el Jesús encarnado, y por tanto el nuevo nacimiento sería abortado, porque no habría fuente de nueva vida.

El cristianismo no es un tipo de espiritualidad que vaya de una religión a otra. Está fundamentado históricamente en la persona de Jesucristo. Por tanto, la Escritura dice: “El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (1ra de Juan 5:12). “El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Juan 5:23b). Dice Jesús “el que a mí me rechaza, rechaza al que me envió” (Lucas 10:16). Si no hubiera encarnación, no habría unión con el Hijo o con el Padre, y por tanto, no habría regeneración ni salvación.

La Encarnación y Purificación

Así que sin la encarnación del Hijo de Dios como Mesías Jesucristo, no hubiera habido regeneración ni fe salvadora. Y pudiéramos añadir muy brevemente: no habría justificación ni purificación. Y sin ellas, tampoco habría una salvación final. Vea 1ra de Juan 3:3-5: “Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro. 4 Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado”.

Tanto la justificación como la purificación están implícitas en este pasaje. Juan dice: si usted está experimentando el Nuevo nacimiento, anhelará el día de la venida del Señor, el día en que será transformado a su perfecta imagen (como dice el verso 2: “cuando El se manifieste, seremos semejantes a El”). Y entonces, Juan dice en el verso 3: “Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro”. Esto significa que cualquier que ame el día de la purificación final, ama la purificación actual, y detesta la impureza, y pelea contra el pecado.

Lo que significa que el nuevo nacimiento que despierta la fe y nos llena de amor por aquel gran día de purificación, produce un deseo de ser puros. Y por tanto, como no hay regeneración sin la encarnación, tampoco habrá purificación ahora, ni purificación a la semejanza de Cristo en el día de su venida.

El cristianismo no es un programa general para la transformación moral que va de una religión a otra. La transformación que reclama tener el cristianismo está fundamentada históricamente en la persona de Jesucristo. El nuevo nacimiento produce fe en él. Y él (quien se hizo carne) asegura nuestra purificación final. Y nosotros, con esa esperanza inconmovible en él, nos purificamos así como él es puro.

La Encarnación y la Justificación

Así llegamos a la última gran obra de Cristo que veremos: la justificación. La justificación está implícita en los versículos 4 y 5 del capítulo 3 en 1ra de Juan. Justo después de decir que los que han nacido de nuevo y ponen su esperanza en la transformación a la imagen de Cristo, se purifican a sí mismos así como él es puro, Juan dice algo acerca del pecado que parece repentino. Dice: “Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado”.

¿Qué propósito tiene decirnos repentinamente que “el pecado es infracción de la ley” y que por tanto todos los pecados son ilegales? ¿Qué propósito tiene Juan al añadir después que Cristo se manifestó “a fin de quitar los pecados”? Esta era, creo, la intención de Juan: quería mostrarnos que la gran obra de Cristo al salvarnos del pecado no es solo purificadora. El idioma de la purificación y el lavamiento fracasará al lidiar con la inmensa y terrible dimensión de nuestro pecado, porque todos nuestros pecados han quebrantado la ley. No solo incurrimos en la contaminación de no haber sido purificados, incurrimos en la culpa que no ha sido perdonada y en la ira que no ha sido propiciada, tampoco tenemos la justicia que necesitamos que nos imputen.

Esta es la razón por la que Juan dice, en los versos 4-5: “el pecado es infracción de la ley. 5Y vosotros sabéis que El se manifestó a fin de quitar los pecados”. La frase “quitar los pecados” no se refiere al simple lavamiento. Se refiere a la obra de Cristo quitando la culpa del pecado, y quitando la ira de Dios que está sobre el pecado ¿Cómo Cristo logró quitar la culpa del pecado? Lo hizo mediante su encarnación, su vida, y su muerte. Aquí tenemos dos textos que encontramos en 1ra de Juan para mostrar cómo pensaba Juan al respecto.

  1. 1ra de Juan 4:10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”. Él envió a su Hijo, esta es la encarnación, para morir en nuestro lugar y absorber la ira de Dios y convertirse en la propiciación por nuestros pecados.
  2. 1ra de Juan 2:1: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” ¿Por qué este Jesús en los cielos es llamado explícitamente “el justo” cuando es descrito como el abogado que necesitamos a causa de nuestro pecado? Porque Jesús implora ante el Padre no solo por su propia sangre, sino por su propia justicia. Por esto es que 1ra de Juan 3:5 dice: “en El no hay pecado”. Jesús provee la perfección que no tenemos, Jesús experimentó el juicio que no queremos.

La Navidad no era Opcional

Todo, gracias a que él nació. Él se hizo carne, se hizo Dios-Hombre. Sin la encarnación no hubiera habido regeneración. Sin la fe no hay justificación, ni purificación, ni glorificación final. La navidad no era opcional. Y por tanto, siendo rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, mientras estábamos muertos en delitos y pecados, Dios envió a su Hijo al mundo para vivir sin pecado y morir en nuestro lugar ¡Qué gran amor nos ha mostrado el Padre! ¡Qué gran obediencia y sacrificio entregó el Señor Jesús por nosotros! ¡Qué gran avivamiento ha obrado el Espíritu Santo al darnos fe y vida eterna! Amén.