Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre, parte 2

Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.

Dije la última vez que hay dos formas de ser compasivo y cariñoso en relación a un divorcio—no que puedas escoger una de las dos formas, sino que tienes que buscar hacer las dos. Una es estar presenta al lado de las gentes divorciadas mientras se lamentan y (cuando sea necesario) arrepienten, y estar a su lado a través de las transiciones dolorosas, e incluirlos en nuestras vidas, y ayudarlos a encontrar una manera de disfrutar el perdón y la fuerza para nuevos tipos de obediencia que Cristo obtuvo por ellos cuando él murió en la cruz y resucitó. Ésa es una forma de amar. Yo oro para que todos nosotros la busquemos. La otra forma de responder con cariño y compasión es manifestar un odio hacia el divorcio, y hacia el porqué está en contra de la voluntad de Dios, y hacer todo lo que bíblicamente podemos hacer para detenerlo.

Manteniendo Una Perspectiva Eterna

Una de las razones por las que en las semanas pasadas he predicado dos veces sobre la dignidad y el valor y el potencial que exalta a Cristo en la soltería, es porque sé que el divorcio lleva a miles de personas a esa situación, muchos de ellos en contra de su voluntad. Si vamos a apoyar al matrimonio como el compromiso de vida con una sola pareja viviente, entonces debemos estar preparados para amar a gente soltera divorciada con todos nuestros corazones y hogares y familias. Y debemos mantener una perspectiva clara, bíblica, y eterna, y recordarnos repetidamente que, comparada con la vida eterna con Dios, esta vida en el mundo—soltero o casado, divorciado o no—es muy corta. Santiago dice, “Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14). Si una persona se va a quedar soltera para honrar sus votos matrimoniales, esta perspectiva es crucial.

Dios Hace Y Dios Rompe

La semana pasada tomé la posición de que si el fin principal del matrimonio es representar el pacto irrompible de amor entre Cristo y su iglesia (Efesios 5:22-33), entonces ningún ser humano tiene el derecho de romper un pacto matrimonial. Cuando el día imposible, en el que Cristo rompa su pacto, venga, “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), entonces, en ese día, un ser humano podrá romper su pacto matrimonial. Esto explica porqué Jesús no se conforma con la provisión del divorcio de Deuteronomio 24:1-4 (Marcos 10:3-9), sino que dice, “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10:9). En otras palabras, como Dios es el que decisivamente hace cada matrimonio, solamente Dios tiene el derecho de romper un matrimonio. Y lo hace con la muerte. Es por eso que los votos tradicionales y bíblicos solamente tienen una, y solamente una, limitación: “hasta que la muerte nos separe”, o, “mientras los dos vivamos.”

Cuatro Preguntas Cruciales

Como ustedes saben, cuando una persona toma la posición sobre algo inviolable y sacro como el matrimonio, y la ilegitimidad del divorcio y casarse otra vez mientras la pareja siga viva, hay muchas preguntas, bíblicas y prácticas, que deben ser contestadas. Así que lo que quiero hacer en este mensaje es tratar de responder algunas de las más importantes.

Primero, ¿termina la muerte el matrimonio de tal forma que sea legítimo que se vuelva a casar?

La respuesta es sí y nadie jamás lo ha cuestionado. Un texto clave es Romanos 7:1-3:

¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. (Ver abajo en 1 Corintios 7:39)

En otras palabras, Pablo dice que divorciarte y casarse otra vez mientras tu pareja sigue viva es adulterio, pero volverse a casar después de la muerte de tu pareja no lo es. Creo que la razón de esto es que Jesús dejó claro que en la resurrección no hay matrimonio (Mateo  22:30). Si una persona dijera que está mal volverse a casar después de la muerte del esposo o esposa, implicaría que el matrimonio es válido más allá de la muerte y la resurrección. Pero no lo es. La muerte es el final decisivo y eterno del matrimonio. El esposo o la esposa que ha muerto se ha salido de la esfera terrenal donde existe el matrimonio, y por lo tanto ya no está casado o casada. Y por lo tanto el esposo o la esposa en la tierra ya no está casada. Por lo tanto volverse a casar después de la muerte de un cónyuge no solo es legítimo sino que también habla una clara verdad bíblica—después de la muerte no hay matrimonio.

Segundo, ¿si una persona divorciada se ha vuelto a casar, debe abandonar el segundo matrimonio?

La razón por la cual esta pregunta viene con tanta fuerza es porque Jesús habla del segundo matrimonio como cometer adulterio. Lucas 16:18, “Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.”

Mi respuesta es que volverse a casar, mientras que el cónyuge divorciado está vivo todavía, es un acto de infidelidad al pacto matrimonial. En ese sentido, volverse a casar es adulterio. Prometimos “hasta que la muerte nos separe” porque eso es lo que Dios dice que es el matrimonio, y aún cuando nuestro cónyuge rompa sus votos matrimoniales, nosotros no romperemos los nuestros.

Pero no creo que una persona que se vuelve a casar en contra de la voluntad de Dios, y comete adulterio en el proceso, deba romper el segundo matrimonio. Ese matrimonio no debió haber sido hecho, pero ahora que existe, no debería ser deshecho por el hombre. Es un matrimonio real. Votos reales se han tomado y ha habido unión sexual. Y ese pacto matrimonial verdadero puede ser purificado por la sangre de Jesús y apartado para Dios. En otras palabras, no creo que una pareja que se arrepiente y busca el perdón de Dios y es limpiada a través de ello, deba pensar que su vida es un adulterio continuo, aunque a los ojos de Jesús así fue como comenzó la relación.

Hay varias razones por las cuáles creo esto:

1)  De vuelta a Deuteronomio 24:1-4, donde fue dado permiso para divorciarse en la ley de Moisés, habla de la mujer divorciada siendo “envilecida” en el segundo matrimonio de tal manera que sería una abominación que volviera con su primer esposo, aún si su segundo esposo muere. Este lenguaje de envilecimiento es similar al lenguaje de Jesús del adulterio. Y aún así el segundo matrimonio se mantuvo. Era sucio en alguna forma, pero era válido.

2) Otra razón por la que creo que las parejas vueltas a casarse deben mantenerse así es porque cuando Jesús se encontró a la mujer de Samaria, él le dijo, “Porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido” (Juan 4:18). Cuando Jesús dice, “el que ahora tienes no es tu marido,” implica que los otros cinco sí lo fueron. No que esté correcto divorciarse y volverse a casar cinco veces. Pero en la forma en que Jesús habla de eso, suena como si él los hubiera visto como matrimonios reales. Ilícitos. Adulteros en su inicio, pero reales. Válidos.

3) Y la tercera razón por la que creo que las parejas vueltas a casar deben permanecer juntas es que aún cuando votos que no debieron haber sido hechos, una vez que fueron hechos, generalmente deben cumplirse. No quiero hacer eso como un absoluto, pero hay pasajes en la Biblia que hablan de de votos que se hicieron que no debieron haber sido hechos, pero fueron cumplidos (como el pacto de Josué con los Gabaonitas en Josué 9). Dios tiene en gran estima cuando cumplimos nuestra palabra, aún cuando eso nos meta en problemas (“[El justo] que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia,” Salmo 15:4). En otras palabras, hubiera sido muy bueno cumplir la voluntad de Dios y no casarse otra vez, pero añadir el pecado de romper otro pacto, no le place más a Dios.1

Hay matrimonios en esta iglesia que son segundos matrimonios para uno o los dos cónyuges, que, en mi opinión, nunca debieron haber ocurrido, y hoy son totalmente matrimonios bíblicos—matrimonios que son limpios y santos, y en los cuales esposos y esposas justificados y perdonados complacen a Dios con la forma en que se relacionan mutuamente. Como seguidores perdonados y limpios, y dirigidos por el Espíritu Santo, de Jesús, no están cometiendo adulterio en su matrimonio. Empezó como no debió y llegó a ser santo.

Tercero, ¿si un cónyuge no creyente insiste en abandonar al cónyuge creyente, que debe hacer el cónyuge creyente?

La respuesta de Pablo en 1 Corintios 7:12-16 dice:

Y a los demás yo digo, no el Señor [que creo que significa, no tengo un mandamiento específico de las enseñanzas históricas de Jesús, pero soy guiado por su Espíritu]: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. [Yo entiendo esto como que el matrimonio es una unión tan santa a los ojos de Dios que un creyente, hijo de Dios, no es envilecido al tener relaciones sexuales con un enemigo de la cruz; y los hijos no nacen con una contaminación especial porque el padre o la madre sean enemigos de Cristo. No son salvos por casarse con un creyente o nacer de una creyente, pero están apartados para el uso correcto y santo en el matrimonio.]2 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?

Así que la respuesta a este pasaje es que si el divorcio es forzado en un creyente por un no creyente, el creyente no debe luchar para que el no creyente se quede. La razón que Pablo da para esto está en el versículo 15b, “sino que a paz nos llamó Dios.” No creo que este texto enseñe que somos libres para casarnos de nuevo cuando esto pase. Algunos toman las palabras, “pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso” como: “es libre para volverse a casar.”

Hay varias razones por las que no creo que signifique eso:

1)  Cuando Pablo dice en el versículo 15, “pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso,” creo que significa, “no está sujeto a quedarse casado cuando el no creyente insiste constantemente en irse y opta por el divorcio.” No está diciendo, “el hermano o la hermana no está sujeta a quedarse soltera—y por eso es libre para volverse a casar,” porque Pablo, el amante de la soltería, no hubiera hablado de la soltería como un estado de sujeción o servidumbre. Es muy improbable que Pablo hubiera hablado así.

2) La segunda razón por la que no creo que el cónyuge abandonado es libre para volverse a casar es que apunta a la dirección opuesta en los versículos 10-11, “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” Con una declaración como ésa delante de mis ojos (“y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido”), no estoy inclinado a creer que Pablo está apoyando el volverse a casar cuatro versículos después.

3) La tercera razón por la que no creo que él esté apoyando el volverse a casar cuando dice, “pues no está el hermano o la hermana sujeto,” es que el argumento de Pablo en el siguiente versículo (v. 16) no lo apoya. Apoya la libertad de aceptar el divorcio pacíficamente, no la libertad de volverse a casar. El versículo 16 dice, “Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?”  En otras palabras, no lo sabes, y por lo tanto no puedes usar eso como argumento para crear una pelea terrible para mantenerse casados. Así que las palabras en el versículo 15, “pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso,” significan que no estás sujeto a este matrimonio cuando tu cónyuge no creyente quiere salirse, porque no tienes seguridad  de que el luchar para mantenerse juntos le salvará.

4) Y una cuarta razón para creer que Pablo levanta en alto el ideal de Jesús de no volverse a casar después del divorcio mientras el otro cónyuge sigue vivo es el versículo 39: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.” Así que a mí me parece que Pablo y Jesús son de un mismo parecer en que los seguidores de Jesús son radicalmente devotos a un esposo y a una esposa mientras los dos vivan. Esta idea muestra la verdad del evangelio claramente: Cristo murió por su esposa y nunca la abandona.

Cuarto, ¿no hay excepciones a la prohibición de volverse a casar mientras el cónyuge siga vivo?

Mi respuesta es no. Pero estoy en la minoría de los estudiantes bíblicos, y aún entre profesionales creyentes y pastores. Así que miremos brevemente en Mato 19 el argumento principal para la excepción del adulterio—esto es, el argumento de que cuando ha habido adulterio en contra de un esposo o esposa, éste es libre para divorciarse y casarse de nuevo. Mateo 19:3-12 es muy parecido a las palabras de Jesús que vimos la semana pasada en Marcos 10:1-12. Hay dos diferencias principales. La primera es en el versículo 9 cuando hay una cláusula de excepción: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.” La mayoría de los estudiosos dicen que las palabras “salvo por causa de fornicación” significan que si ha habido adulterio, el cónyuge agredido es libre para divorciarse y volverse a casar.

La Postura de Piper

No creo que eso fue lo que Jesús quiso decir. No tenemos tiempo para dar un respuesta amplia de porqué. Por lo que los refiero a Divorcio y Segundo Matrimonio: Un Ensayo de Opinión. En unas cuantas oraciones, partiendo de que Jesús no usa la palabra “adulterio” aquí (cuando dice “salvo por causa de fornicacion”), la cual usa en otro punto (15:9) en distinción a esta palabra, sino que en vez usa la palabra que típicamente se refiere a “fornicación” (ver especialmente Juan 8:41), creo que lo que Jesús está haciendo es advertir a sus lectores que esta prohibición absoluta en contra de volverse a casar no aplica a la situación del compromiso matrimonial, cuando haya ocurrido fornicación.

Mateo es el único evangelio que habla sobre la intención de José de “divorciar” a su prometida María, porque él pensó que ella había cometido fornicación. Y Mateo dice que José fue “justo” en hacer esto, no adultero: “como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mateo 1:19). Mateo está diciéndonos que la advertencia de Jesús de que el volverse a casar es adulterio no aplica en el tipo de situación de José.

La Postura de Belén

Esta posición no es muy común. Y no todos los ancianos en Belén en todos estos años han compartido esta convicción. Es por eso que no hacemos mi propio entendimiento del pasaje, el estándar de la disciplina de la iglesia, sino que un estándar en el cual podamos estar todos de acuerdo. Esta posición de los ancianos se encuentra en el ensayo llamado Una Declaración sobre el Divorcio y el Volverse a Casar en la Vida de la Iglesia Bautista de Belén.

Así que la posición que he estado explicando y tratando de enseñar desde la escritura en las últimas dos semanas es mía y no representa la posición oficial de nuestra iglesia en todos sus detalles. Todos los ancianos están de acuerdo en que el matrimonio, como lo diseñó Dios, es mucho más serio y sagrado de lo que nuestra cultura lo hace ver. Y estamos de acuerdo en que, si es que hay bases bíblicas para el divorcio y para volverse a casar, las bases solamente son adulterio no arrepentido y deserción prolongada. Como con otros puntos, vivimos en paz los unos con los otros, a pesar de este desacuerdo.

Nuestra oración unida para la gente de Belén y para aquellos que nos interesan que estánen otro lado, es que todos reconozcamos el significado más alto y profundo del matrimonio—no intimidad sexual, por muy bueno que eso sea, no la amistad, por muy bueno que eso sea, no ayuda mutua, por muy bueno que eso sea, no el tener y cuidar hijos, por muy bueno que eso sea, sino la representación en carne y hueso del pacto de amor entre Cristo y su iglesia. A eso los hemos llamado. Demuestren eso. Digan la verdad sobre eso en sus matrimonios y solterías.

Manteniendo el Pacto A Través del Evangelio

Nosotros creemos que a través del evangelio Dios nos da el poder que necesitamos para amarnos unos a otros en este pacto, porque en Mateo 19:11, después de su llamado radical a la fidelidad, Jesús dijo, “No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado.” Y esto es dado a aquellos que siguen a Cristo. No estamos abandonados. Él está con nosotros para ayudarnos. Si han pecado contra nosotros, el lo arreglará algún día. Y nos dará la gracia para florecer mientras esperamos. Y si hemos pecado, el dará la gracia para que nos arrepintamos, recibamos su perdón y vayamos hacia adelante en una nueva obediencia radical.

El evangelio de Cristo crucificado por nuestros pecados es el cimiento de nuestra vida. El matrimonio existe para demostrarlo. Y cuando el matrimonio se rompe, el evangelio está ahí para perdonar y sanar y sostenernos hasta que él venga, o hasta que él nos llame.


1 Los divorcios impuestos en Esdras 10:6 y en adelante son una excepción a esta regla que probablemente se deben a la única posición étnica de Israel al vivir entre paganos idólatras y romper la ley de Dios al casarse con ellos. Sabemos por 1 Corintios 7 13 y 1 Pedro 3:1-6 que la respuesta cristiana a los matrimonios mezclados no es el divorcio.

2Encontré el ensayo de Paul K. Jewett Bautismo Infantil y el Pacto de Gracia, paginas 122-1388, de mucha ayuda en este pasaje.