¿Conocerá la próxima generación?

*Jueces 2:6–14 *

Después que Josué despidió al pueblo, los hijos de Israel fueron cada uno a su heredad para tomar posesión de la tierra. Y el pueblo sirvió al Señor todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían sido testigos de la gran obra que el Señor había hecho por Israel. Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Y lo sepultaron en el territorio de su heredad, en Timnat-sera, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. También toda aquella generación fue reunida a sus padres; y se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que El había hecho por Israel. Entonces los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales, y abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de entre los dioses de los pueblos que estaban a su derredor; se postraron ante ellos y provocaron a ira al Señor. Y dejaron al Señor y sirvieron a Baal y a Astarot. Y se encendió la ira del Señor contra Israel, y los entregó en manos de salteadores que los saquearon; y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor, y ya no pudieron hacer frente a sus enemigos.

Una palabra para todos nosotros

Me gustaría hablar en esta mañana a favor de los niños: los niños de las familias en nuestra iglesia y los que aun no han nacido. Ellos no pueden hablar por sí mismos, y por tanto Dios ha hablado por ellos. Y quiero aplicar a nuestra familia eclesiástica lo que Dios ha dicho para los niños. Sé que algunos de ustedes no tienen niños, y nunca los tendrán. Otros tienen hijos que ya han crecido. Sin embargo, hablo a todos porque es crucial que lo que Dios tiene que decir acerca de los niños sea parte de la perspectiva cristiana de vida que todos compartimos. Es importante que las personas mayores sepan qué dice Dios en cuanto a la niñez, y que los niños sepan qué dice Dios con relación a la madurez; y que los hombres conozca la Palabra para las mujeres, y las mujeres la Palabra para los hombres; que los ricos conozcan la Palabra para los pobres, y los pobres la Palabra para los ricos, y así en todos los casos. Porque todo lo que Dios dice para el bienestar de un grupo moldeará el modo en que los demás viven con relación a ese grupo. Y cada grupo debe ayudar en la preservación y transmisión de toda la revelación para la próxima generación. Así que, aunque hablo para los niños y principalmente a los padres, y los que serán padres, lo que diré es necesario para todos nosotros.

Una generación que no conocía al Señor

Josué murió cuando tenía 110 años de edad, según Jueces 2:8. Había traído al pueblo de Israel a la tierra prometida de Canaán, y les había guiado en muchas victorias, y había establecido un buen ejemplo de fe en Dios. Después de su muerte, su generación vivió un tiempo, pero también murió. Mientras vivió esa generación, el pueblo de Israel sirvió fielmente a Dios, porque la memoria de Su grandeza fue preservada. El versículo 7 dice: "Y el pueblo sirvió al Señor todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué,* los cuales habían sido testigos de la gran obra que el Señor había hecho por Israel*". Mientras sobrevivió el recuerdo de la grandeza de Dios y la obra que hizo por Israel, el pueblo mantuvo su devoción por Dios.

Pero el versículo 10 dice que después de la muerte de Josué y de los que habían visto las poderosas obras de Dios, "se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que El había hecho por Israel". Y el resultado de esta ignorancia es expuesto en el versículo 11: "los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales, y abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto". Y luego, el versículo 14, describe la respuesta divina a esta idolatría. "Y se encendió la ira del Señor contra Israel, y los entregó en manos de salteadores".

En resumen, hubo una secuencia: primero, el pueblo reverenció y sirvió al verdadero Dios porque Josué y su generación mantuvieron viva la memoria de las obras poderosas de Dios entre el pueblo. Segundo, surgió una nueva generación quienes, por alguna razón, no conocían a Dios o a Su obra por Israel. Tercero, esta nueva generación olvidó la verdadera adoración, y se volvió a otros dioses. Y, finalmente, Dios trajo el juicio de Su ira sobre ellos. Las tres lecciones para nosotros que quiero extraer de este texto son simples, pero necesarias. Primero, cuando el conocimiento de Dios es preservado en una comunidad, especialmente por quienes han experimentado personalmente el poder de Dios, se alimenta la fe y florece la obediencia. Segundo, si nosotros, como padres, permitimos que nuestros hijos crezcan sin este conocimiento de Dios, no solo servimos para su ignorancia e incredulidad, también servimos para su destrucción. Tercero, por tanto, todos los padres tienen el solemne deber de enseñar a sus hijos sobre Dios y Su obra salvadora, de modo que la próxima generación conozca y sea salvada.

Como las dos primeras de estas lecciones nos llevan hacia la última, esto es de lo quiero hablar fundamentalmente. La voluntad de Dios es que los padres asuman la responsabilidad de enseñar a sus hijos lo que Dios ha revelado sobre Sí mismo. Somos nosotros, como padres, quienes, ante todo, tenemos la responsabilidad de velar porque nuestros hijos piensen correctamente sobre Dios La escuela más importante a que un niño asistirá alguna vez es el hogar. Y los maestros teológicos más influyentes que tendrá alguna vez son mamá y papá.

El testimonio bíblico a los padres

Primero, quiero dar alguna evidencia bíblica para esta reconvención a los padres, y luego trataré de responder algunas objeciones comunes. El texto más importante en el Antiguo Testamento es Deuteronomio 6:4-9. El mandamiento más importante en todas las Escrituras judías es: "Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza". Jesús dijo que ése era el primer y mayor mandamiento. Y cada judío sabía, igual que quiero que cada uno de ustedes sepa, qué viene después en este gran texto. "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos”. La primera tarea que un padre tiene después de amar a Dios, es almacenar la Palabra de Dios en su propio corazón y enseñarla a sus hijos.

Las mismas dos prioridades (a nuestro propio corazón y a nuestros hijos) son también ordenadas en Deuteronomio 4:9. "Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos" (¡Hay también una palabra para los abuelos!) Y nuevamente, en Deuteronomio 11:18, 19: "Grabad, pues, estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma. . . Y enseñadlas a vuestros hijos". El diseño de Dios para la preservación de la revelación es la familia. Dentro de la comunidad cristiana, el vínculo principal entre lo que sabe esta generación y lo que sabrá la próxima generación es el vínculo entre padres e hijos. Joel 1:3 lo dice con una frase de oro: "Contadlo a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la siguiente generación”.

Cuando llegamos al Nuevo Testamento no encontramos mucha plática sobre padres e hijos. Pero la importancia de la instrucción paterna sobre Dios es claramente evidente. Jesús reprendió a Sus discípulos en Mateo 19:14 cuando trataron de rechazar a los niños. En lugar de rechazar a los niños, los recibió y bendijo y, al hacerlo, recomendó a los padres para que se preocuparan por ello. Una de las lecciones implícitas en ese texto es: Padres, traigan a sus hijos a Jesús. Hoy el camino a Jesús es mediante la Palabra. Por tanto: Padres, hagan que Jesús sea conocido para sus hijos mediante Su palabra.

Entonces, cuando el apóstol Pablo instruía a los padres e hijos en cómo relacionarse unos con los otros en el hogar cristiano (en Efesios 6:1-4 y Colosenses 3:20-21), simplemente reafirmaba el modelo del Antiguo Testamento: Hijos, obedezcan a sus padres; padres críen a sus hijos en la disciplina e instrucción del Señor.

Así que, por estas Escrituras, concluyo que la voluntad de Dios es que la familia sea preservada y que los padres asuman la responsabilidad principal ante Dios para que los hijos reciban en su mente y corazón el conocimiento bíblico y doctrinal de Dios. Evidentemente, cuando Jueces 2:10 dice que otra generación llegó que no conocía al Señor, ello ocurrió porque muchos padres negaron la responsabilidad que Dios les encomendó. El resultado fue que la nueva generación olvidó al Señor y trajo juicio sobre sí misma. Está claro, entonces, que si rechazamos este deber como padres, servimos no solo para la ignorancia e incredulidad de nuestros hijos, también para su destrucción.

¿Estamos perjudicando a nuestros hijos?

¡Oh! ¡Yo quisiera que las madres y padres de nuestra iglesia fueran maestros y maestras de la Palabra de Dios en sus hogares! Por tanto, permítanme tratar de responder tres objeciones que puedan venir a sus mentes. Primero, algunos pudieran decir que los padres no tienen derecho a prejuiciar a un niño con relación a qué aceptará él como verdad. Es mejor dejar abiertos todos los conceptos religiosos, y luego, cuando él elija uno, se deberá a un compromiso auténtico, no a la autoridad paternal. Hay cuatro problemas con esa objeción.

1) Es contraria a toda la enseñanza de las Escrituras las que afirman que los padres deben enseñar la verdad de Dios.

2) Es imposible no enseñar a los hijos sobre Dios, porque no enseñarles es enseñarles en abundancia. Ello les enseña que Jesús no es muy importante, que mamá y papá no lo consideran ni siquiera más importante o emocionante que un nuevo mueble, o los fines de semana en el lago, o que el trabajo de papá, o que todas las otras cosas que llenan sus conversaciones. El silencio sobre Cristo es un dogmatismo. No enseñar el valor infinito de Cristo es enseñar que Él es insignificante.

3) No es cierto que enseñar a los niños sobre Dios les cerrará las mentes y los prejuiciará irracionalmente. Pudiera ser así si los padres son inseguros y tienen su propia fe edificada sobre la arena. Pero si los padres ven razones convincentes para ser cristianos, entonces se las enseñarán también a sus hijos. Nadie acusa a un padre de prejuiciar la cosmología de un niño por enseñarle que el mundo es redondo, y que las pequeñas estrellas en la noche son más grandes que la Tierra, y que el sol realmente se está quieto mientras la tierra gira. ¿Por qué? Porque sabemos que estas cosas son así y, eventualmente, podemos dar evidencias a un niño que apoyen esta verdad. Y así ocurre con quienes, por buenas razones, están persuadidos de que la fe cristiana es verdadera.

4) Y, cuarto, es simplemente poco amoroso y cruel no darle a un niño lo que más necesita. Como creemos que solo por seguir a Cristo en la obediencia de fe, un niño puede ser salvo para la eternidad, escapar de los tormentos del infierno, y disfrutar los deleites del cielo, entonces sería poco amoroso y cruel no enseñarle el Camino. Cuando miro a mis tres hijos en amor, digo: "¡Oh Cristo, permíteme no fracasar en llevarles a ellos y a mí a la gloria!".

¿Y si no sé suficiente?

Una segunda objeción que algunos padres tienen es: No sé suficiente sobre la Biblia y sobre la doctrina como para enseñar a mis hijos y responder sus preguntas difíciles. Hay dos razones por las cuales esto no debería detenerle a usted. Primero, nunca es demasiado tarde para comenzar a estudiar y crecer en su conocimiento de la verdad bíblica. Quizá usted sea mejor maestro que uno veterano porque recién está aprendiendo todo con frescura. Le digo un secreto que le animará, es un secreto de los detalles de la vida de la universidad. La mayoría de los estudiantes no se percatan de que cuando toman un curso de un maestro que lo está impartiendo por primera vez, a menudo él sabe un poquito más que ellos y solo está un paso adelante. El maestro tiene dos ventajas: sabe qué viene y puede planificar con un día por delante, y tiene un poco más de experiencia en cómo solucionar los problemas. Si esa es su situación en relación a sus niños y la Biblia, entonces haga como el maestro universitario: solo esté un día por delante. Recuerde que el deber de enseñar que Dios dio a los padres para los niños es mucho mayor que el deber de un maestro de universidad con sus estudiantes.

La segunda razón por la que el sentirse inadecuado no debiera detenerle es que algunas de las verdades más tremendamente valiosas pueden enseñarse cuando usted no conoce la respuesta a la difícil pregunta del niño. Puedo pensar en dos. Usted puede enseñar humildad a su niño. Si está suficientemente seguro en Dios para mostrar su ignorancia en lugar de fanfarronear y ser hipócrita, entonces su hijo aprenderá la belleza de la humildad. Segundo, usted puede enseñar a su hijo a tomar un poco de iniciativa de sí mismo para resolver los problemas. Si está leyendo 1ro de Samuel (como nosotros ahora), y no sabe qué significa Eben-ezer en 7:12, puede decir: "detengámonos en la librería de la iglesia y busquemos el diccionario bíblico", y así enseñará a su hijo a usar la librería y comunicará su propia preocupación en responder sus preguntas. No permita que la sensación de ignorancia e incapacidad le detenga. Dios quiere que usted crezca, y le ayudará a hacer lo correcto.

¿Y si mis hijos no se comportan bien?

Una última objeción que algunos padres exponen es: Mis hijos no están tranquilos el tiempo suficiente para escuchar un pasaje de la Biblia o recibir instrucción. Este es un problema real en la iglesia actual. Al visitar otros lugares, Noël y yo lo vemos constantemente. Muchos padres parecen haber perdido su compostura en lo referente a manejar la desobediencia de sus niños. Es extrañamente irónico que los padres inteligentes que tienen convicciones fuertes y buenas en la mayoría de las áreas, a menudo, parecen desconcertados en cuanto a qué hacer cuando sus hijos desobedecen. Parece como si muchos padres cristianos hayan absorbido la noción de que se no puede (o no se debe) esperar verdadera obediencia de un hijo. Por tanto, si el hijo no hace lo que se le dice, entonces usted tratará de convencerlo para que tenga ganas de hacerlo, o tratará de sobornarlo, o de acorralarlo.

Creo que la Palabra de Dios para esta situación es que los padres necesitan recuperar la expectativa de que nuestros hijos nos obedezcan y, que en todo amor y humildad, administremos una disciplina firme y justa para asegurar esa obediencia. Nada ha cambiado en la naturaleza de los niños, para que la Palabra de Dios en Proverbios no sea sabia. Proverbios 13:24: "El que escatima la vara odia a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con diligencia". Proverbios 19:18a: "Corrige a tu hijo mientras hay esperanza, pero no desee tu alma causarle la muerte”. Proverbios 22:15: "La necedad está ligada al corazón del niño; la vara de la disciplina la alejará de él". Proverbios 23:13, 14: "No escatimes la disciplina del niño; aunque lo castigues con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol". Proverbios 29:15, 17: "La vara y la reprensión dan sabiduría, pero el niño consentido avergüenza a su madre. . . Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma".

Tan pronto como un hijo es suficientemente grande para comprender una orden y tiene la habilidad física para obedecerla, debe enseñársele que es correcto obedecer y luego debe castigársele por no obedecer, hasta que obedezca en el hogar y en público. Si pensara estar hablando a un grupo de personas que abusan de los niños, diría muchas otras cosas. Abrazar y besar, revolcarse, amar, perdonar, y pasar tiempo de calidad con su hijo son elementos tan importantes como zurrarles. Pudiera estar errado, pero mi juicio pastoral es que entre los padres cristianos de veinte y treinta años, la tendencia es a tener expectativas de obediencia que son demasiado bajas y demasiado tardías, y a una disciplina que carece de firmeza y rigor y consistencia. No soy un experto en psicología infantil. Hablo partiendo mi comprensión de las Escrituras, de mi experiencia con tres hijos, y de mi observación de otros.

Termino con dos amonestaciones y una promesa. Primero, padres, mediten seriamente en cuán estrecha es la relación entre la enseñanza de sus hijos sobre Dios y la obediencia de ustedes como representantes de Dios ante ellos. Segundo, y esta es la idea central del mensaje, el deber solemne de los padres es enseñar a sus hijos sobre Dios y la grandeza de Su obra salvadora. La salvación de ellos puede estar pendiendo en la balanza, y también el gozo de usted. Y así termino con una promesa de Proverbios 23:24, 25. "El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él. Alégrense tu padre y tu madre, y regocíjese la que te dio a luz".

Que Dios llene nuestras familias con esta alegría en los años venideros.