Adora a Dios

*Apocalipsis 22:8–9 *

Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostró estas cosas. Y me dijo: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.

Razones para hacer una serie de mensajes sobre la adoración

Comienzo hoy una serie de mensajes sobre la adoración. Hay dos razones, al menos. Una es que fuimos creados para adorar. Éste es el propósito supremo de toda existencia: la adoración de Dios. Dios creó el universo para que mostrara la dignidad de Su gloria. Y nos creó a nosotros para que pudiéramos ver esta gloria y reflejarla al conocerla y amarla, con todo nuestro corazón y alma y mente y fuerzas. La otra razón es que desde la última vez que prediqué sobre la adoración, cientos de nuevas personas han venido a Bethlehem, incluyendo un nuevo líder de adoración, Chuck Steddom. Así que necesitamos reedificar una visión común de qué es la adoración y para qué nos reunimos los domingos en la mañana, y dispersamos para hacer el lunes en la mañana. ¿Qué es? ¿Por qué lo hacemos? ¿Cómo lo hacemos? Esas son las preguntas para las siguientes semanas, y pienso que ustedes van a sorprenderse por lo que encontremos en la Biblia, que es donde vamos a buscar respuestas.

Adora a Dios

Comienzo con Apocalipsis 22:9, no porque quiera hacer una exposición de ese texto hoy, sino porque quiero que escuchemos el sencillo mandamiento "Adora a Dios". El ángel dijo a Juan, cuando cayó a los pies del ángel: "No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. En otras palabras, no adores a los ángeles, ¡adora a Dios! No adores las cosas, ¡adora a Dios! No niegues a Dios, o desdeñes a Dios, ¡adora a Dios! Éste es el último capítulo de la Biblia, y éste es el deber supremo del hombre: ¡adora a Dios!

En esta mañana quiero hacer un amplio resumen del Nuevo Testamento a modo de introducción del tema.

Lo que encontramos en el Nuevo Testamento, quizás para nuestra sorpresa, es un grado absolutamente sorprendente de indiferencia hacia la adoración como un ritual externo, y una intensificación absolutamente radical de la adoración como una experiencia interna del corazón.

No hay reuniones llamadas "servicios de adoración" en el Nuevo Testamento

Comencemos con un hecho sorprendente, a saber, que en las epístolas del Nuevo Testamento hay muy poca instrucción que lidie explícitamente con la adoración unidos (lo que llamamos servicios de adoración). No es que no hubiera reuniones de adoración: 1ra a los Corintios 14:23 habla de "toda la iglesia se reúne", y Hechos 2:46 habla de la iglesia primitiva diciendo que "continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares", y Hebreos 10:25 dice: "no dejando de congregarnos". Pero esto no es mucho, y lo sorprendente es que incluso cuando se tiene en perspectiva a estas reuniones, los apóstoles no hablan específicamente de "adoración".

Permítanme ilustrarlo para que puedan sentirlo con todo su peso. En el Antiguo Testamento, la palabra más común para adoración es la palabra hebrea hishtahvah (o alguna forma de esa palabra). Su significado básico es "inclinarse", en el sentido de reverencia y respeto y honor. Aparece 171 veces. En el Antiguo Testamento griego, 164 de las veces en que se menciona esta palabra hebrea, es traducida con la palabra griega proskuneo.

En el Nuevo Testamento griego, esta es la palabra fundamental para adoración: proskuneo. Pero cuando usted mira su uso, ocurre algo sorprendente. La palabra es común en los evangelios (aparece 26 veces), las personas a menudo se inclinaban en adoración ante Jesús. Y es común en el libro de Apocalipsis (21 veces), porque los ángeles y ancianos en el cielo, a menudo, se inclinaban ante Dios. Pero, en las epístolas de Pablo solo aparece una vez, a saber, en 1ra a los Corintios 14:25, donde los creyentes (por el poder de la profecía), se postran y confiesan a Dios en la reunión de los santos. Y no aparece en las cartas de Pedro, Santiago, o Juan.

Ahora, esto es sorprendente, que la palabra fundamental para adoración en el Antiguo Testamento esté prácticamente ausente de las cartas del Nuevo Testamento. ¿Por qué? ¿Por qué es que las mismas epístolas escritas para ayudar a la iglesia a ser lo que debe ser en ésta época, están carentes, casi totalmente de esta palabra y de su enseñanza específica en lo relativo a la adoración juntos?

"Algo mayor que el templo está aquí"

Permítanme sugerir una razón. Pienso que la razón se encuentra en el modo en que Jesús trató la adoración en Su vida y enseñanza. Su declaración principal se encuentra en Juan 4:20-24. Pero antes de mirar, consideremos otras pocas verdades que dijo. Por ejemplo, su actitud hacia el templo: el principal lugar de adoración judía para nada era lo que creían los líderes judíos que debía ser.

Cuando hizo un látigo y expulsó a los cambistas, la razón que dio no era el amor a los sacrificios adecuado, sino a las oraciones, de hecho, a las oraciones para todas las naciones. “Mi casa sera llamada casa de oración para todas las naciones” (Marcos 11:17). En otras palabras, alejó la atención de los actos externos de los sacrificios judíos, hacia el acto personal de comunión con Dios en oración para todos los pueblos.

Luego dijo otras dos verdades sobre el templo que señalaron hacia una perspectiva radicalmente alterada de la adoración. Dijo: "algo mayor que el templo está aquí", refiriéndose a sí mismo (Mateo 12:6), y dijo: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19). Esta actitud hacia el templo no solo le llevó hacia la muerte (Marcos 14:58, 15:29), también hizo que Esteban fuera asesinado (Hechos 6:14). Así de importante era.

Jesús estaba identificándose a Sí mismo como el verdadero templo. "Algo mayor que el templo está aquí". En Sí mismo cumplía todo lo que el templo representaba, especialmente, el lugar donde los creyentes se encontraban con Dios. Así que Él está, nuevamente, alejando nuestra atención de la adoración como un acto localizado con un ritual externo, hacia una experiencia personal, espiritual, con Él mismo en el centro. La adoración no necesita un edificio, un sacerdocio, y un sistema de sacrificios. Necesita al Jesús resucitado.

La verdadera adoración es en espíritu y en verdad

Lo que Jesús estaba haciendo a la adoración relativa al templo es evidente en Juan 4:20-24. Aquí utiliza la palabra proskuneo (esa palabra dominante en el Antiguo Testamento para adoración), y muestra que estaba cargada de un significado externo y localizado, y la transformó en un concepto principalmente interno, antes que externo, y dominante antes que localizado.

La mujer en el pozo dijo:

"Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. [La palabra para adoración usada aquí es esa palabra común en el Antiguo Testamento: proskuneo; y note el énfasis localizado en la mente de la mujer] Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre". (Juan 4:20-21)

Aquí usted puede ver cómo Él libera a la adoración de sus connotaciones externas y localizadas. El lugar no es el problema. "ni en este monte ni en Jerusalén". Él continúa:

"Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad" (versículos 23-24).

Esta es la oración clave: llegó la adoración en verdad, la que fue anticipada para la era venidera: "La hora viene [en la era venidera], y ahora es [aquí, en mí]". Y lo que caracteriza a este futuro de adoración en verdad que ha llegado al tiempo presente, desde la gloriosa era por venir, es que no está ligado a un lugar específico o a una forma externa de adoración. En lugar de ser en esta montaña, o en Jerusalén, es "en espíritu y en verdad".

Jesús está despojando a la palabra proskuneo de sus últimos vestigios de connotación localizada y externa. No es que esté mal que la adoración ocurra en un lugar, o que sea malo utilizar formas externas; Él más bien está dejando en claro y señalando que esto no es lo que define a la adoración. Lo que define a la adoración es que ocurre en "espíritu y en verdad", con o sin un lugar y con o sin formas externas.

¿Qué significan esas dos frases: "en espíritu" y "en verdad"?

Creo que "en espíritu" significa que esta verdadera adoración es llevada por el Espíritu Santo, y ocurre principalmente como un evento interno, espiritual, no fundamentalmente como un evento externo, físico. Y creo que "en verdad" significa que esta verdadera adoración es una respuesta a verdaderas perspectivas de Dios, y está moldeada y guiada por verdaderas perspectivas de Dios.

Así que Jesús ha quebrantado, decisivamente, la conexión necesaria entre la adoración y sus asociaciones externas y localizadas. Es algo principalmente interno y libre de una localización específica. Es lo que quiso decir cuando afirmó: "Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón esta muy lejos de mí. Mas en vano me rinden culto" (Mateo 15:8-9). Cuando el corazón está lejos de Dios, la adoración es vana, vacía, inexistente. La experiencia del corazón es la esencia definitoria, vital, indispensable de la adoración.

La verdadera adoración no está orientada hacia un lugar o un evento

Regresemos ahora a nuestra pregunta anterior: ¿por que es que la palabra fundamental para adoración en el Antiguo Testamento es prácticamente boicoteada por Pedro, Santiago, Juan, y Pablo, en las cartas que escribieron a las iglesias?

Creo que la razón es que la palabra no hacía un énfasis suficientemente claro en la naturaleza interna, espiritual, de la verdadera adoración. Conllevaba importantes connotaciones de lugar y forma. La palabra estaba asociada con la inclinación física y con la presencia actual de una manifestación visible a la cuál inclinarse.

En los evangelios, Jesús estaba allí, en una forma visible ante la cual inclinarse. Así que allí se usa mucho la palabra proskuneo. En el libro de Apocalipsis, la inclinación ocurre, generalmente, ante la manifestación de Dios en los cielos, o de los falsos dioses en la tierra. Así que la palabra proskuneo es ampliamente utilizada también en el libro de Apocalipsis.

Pero en las epístolas ocurre algo muy diferente. Jesús no está presente en una gloria visible ante la cual postrarse. Por tanto, toda la tendencia de la iglesia primitiva (al menos mientras se alejaba de Jerusalén), era lidiar con la adoración como algo principalmente interno y espiritual antes que externo y ritualistico, y principalmente dominante antes que localizado.

Para confirmarlo, y ver aun más claramente cuán radicalmente orientada hacia ningún lugar y ningún evento estaba la perspectiva de la adoración en el Nuevo Testamento, consideremos lo que Pablo hace a algunas de las palabras relacionadas a la adoración en el Antiguo Testamento.

Por ejemplo, la segunda palabra más frecuente para adoración en el Antiguo Testamento (después de proskuneo), es la palabra latreuo (más de 90 veces, casi siempre traducida como 'abad), que generalmente se traduce como "servir", como en Éxodo 23:24: "No adorarás sus dioses, ni los servirás".

Cuando Pablo la usa para referirse a la adoración cristiana, se sale de su idea central para asegurarse de que sepamos que no se refiere a una forma localizada o externa de práctica de adoración, sino de una experiencia espiritual, no-localizada. De hecho, llega a tratar a casi a toda la vida como a un acto de adoración, cuando se vive con el espíritu correcto. Por ejemplo, en Romanos 1:9, dice: "Pues Dios, a quien sirvo [o adoro] en mi espíritu en la predicación del evangelio". Y en Filipenses 3:3, Pablo dice que los verdaderos cristianos "adoramos en el Espíritu de Dios. . . no poniendo la confianza en la carne". Y en Romanos 12:1, Pablo anima a los cristianos a que "presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto [adoración] racional".

Así que, incluso cuando Pablo utiliza una palabra del Antiguo Testamento para la adoración, él se esfuerza en hacernos saber que no tiene en mente un evento principalmente localizado o externo de adoración, sino una experiencia interna, espiritual; tanto que él ve a todo lo relativo a la vida y al ministerio, como una expresión de ésa experiencia interna de adoración.

Usted puede ver o mismo si toma el uso que el Nuevo Testamento hace del antiguo lenguaje de "sacrificios" en el templo y del "servicio sacerdotal". La alabanza y agradecimiento de labios es llamado un "sacrificio... a Dios" (Hebreos 13:15). Pero también lo son las buenas obras en la vida diaria (Hebreos 13:16). Pablo dice que su propio ministerio es un servicio sacerdotal (de adoración) y llama a los convertidos una "ofrenda aceptable [en adoración]" a Dios (Romanos 15:16; vea también Filipenses 2:17). Incluso, dice que el dinero que las iglesias le mandan es "fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios [en adoración]" (Filipenses 4:18). Y a su propia muerte para Cristo, la llama, "ofrenda de libación" (2da a Timoteo 4:6).

La adoración ocurre en el corazón, cada día, y todo el tiempo

Así que usted puede ver qué ocurre en el Nuevo Testamento. La adoración está siendo significativamente des-institucionalizada, des-localizada, des-ritualizada. Todo el énfasis está siendo quitado de la ceremonia y las temporadas y lugares y formas, y está siendo puesto sobre lo que ocurre en el corazón, no solo el domingo, sino cada día, y cada hora de toda la vida.

Ésto es lo que significa cuando leemos frases como: "Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1ra a los Corintios 10:31). Y "todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre" (Colosenses 3:17). Esta es la forma de adoración que se ordena en el Nuevo Testamento: actuar de modo que refleje el valor de la gloria de Dios, actuar en el nombre de Jesús, agradeciendo a Dios. Ésa es la forma básica de la adoración viva. Pero el Nuevo Testamento utiliza esas grandiosísimas oraciones de adoración, nunca refiriéndose a los servicios de adoración. Ellas describen la vida.

Incluso Pablo nos exhorta diciendo: "sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre", no hay referencia alguna aquí a un tiempo o lugar o servicio. De hecho, la palabra clave es "siempre" ("dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo", vea Colosenses 3:16). Esto puede ser, de hecho, lo que debiéramos hacer en un servicio de adoración, pero ésa no es la preocupación que Pablo quiere transmitirnos. Su preocupación es lograr una autenticidad radical, interna, de la adoración, y una dominación amplia de la adoración en todo lo relativo a la vida. La esencia no es el lugar y la forma. Lo importante es que debe ser en espíritu y en verdad.

"Un acto continuo de adoración"

Esto es lo que tomó y moldeó a la tradición reformada, especialmente a los puritanos y a sus herederos. Los puritanos lograron la simplificación y liberación de la adoración en la música y la liturgia y la arquitectura. Patrick Collinson resume la teoría y práctica puritana al decir que, la vida del puritano era, en un sentido, un acto continuo de adoración, buscada bajo una sensación vívida e incesante de los propósitos providenciales de Dios, y refrescada constantemente por una actividad religiosa, personal, doméstica, y pública.

Una de las razones por la que los puritanos llamaron a sus iglesias "casas de encuentro" y las mantuvieron muy simples, era que querían quitar la atención del lugar físico y llevarla hacia la naturaleza espiritual, interna, de la adoración.

Mi conclusión es, entonces, que en el Nuevo Testamento hay una sorprendente indiferencia hacia las formas externas y los lugares de adoración. Y hay, al mismo tiempo, una intensificación radical de la adoración como una experiencia interna, espiritual, que no tiene ataduras y domina toda la vida. Estos énfasis fueron recapturados en la Reforma, y tuvieron una clara expresión en la tendencia puritana de la tradición reformada.

Lo que ruega ahora nuestra atención es la pregunta: ¿cuál es la esencia de esa experiencia auténtica, radical, interna, llamada adoración, y cómo es que esta experiencia llega a una expresión en las congregaciones reunidas y en la vida diaria? La próxima semana veremos este aspecto.