¿Se despiertan descontentos?

¿Es posible tener contentamiento en todas las cosas?

¿Qué significaría tener contentamiento en todo? Pareciera como si cientos de frustraciones e inconveniencias batallaran cada día en mi mente desafiando mi contentamiento, y con demasiada frecuencia esas cosas parecen estar ganando la guerra.

Tengo tortícolis. Necesito cambiar esta almohada.
¿Qué me voy a poner? Estoy cansada de toda mi ropa.
La baldosa de nuestro baño necesita repararse.
Todos quieren algo diferente para el desayuno.
Mi esposo quiere usar una camisa que no tengo tiempo de planchar.
. ¿Por qué tiene que estar lloviendo?

Mi mente se agita con descontento, ¡y ni siquiera son las 8 de la mañana! Queremos que cada pequeño detalle esté bajo nuestro control y se incline a nuestras expectativas. Luego, por supuesto, están aquellas cosas que van más allá de nuestro control, pruebas que cambian e interrumpen nuestras vidas: hijos descarriados, enfermedad, incapacidad, pérdida de un ser querido, pérdida del trabajo, desastre natural, quizás persecución, y en algunos lugares, hambre, guerra y terrorismo.

Cosas grandes y pequeñas ejercen poder para destruir nuestro contentamiento.

Frágil e impredecible

La vida en el mundo atenta contra el contentamiento. Quizás no deberíamos sorprendernos. Parte del problema es que estamos mirando hacia el mundo para proveernos de comodidad, estabilidad, seguridad, provisión, amor, y esperanza. Dado que vivimos en un mundo tan caído, me pregunto por qué esperamos que nos provea de estas cosas.

Nada ni nadie en el mundo puede prometernos realmente que tendremos un buen empleo, un buen hogar, mucha comida, buenos amigos, una familia amorosa, buena salud, seguridad, o realmente mucho de todo lo demás. Podemos “jugar según las reglas” trabajar duro, ser responsables, y ser amables con otros, pero en realidad no hay promesa de que eso se retribuya al final. El mundo es frágil e impredecible. Una enfermedad, un ataque terrorista, una guerra, un divorcio, y un millón de otras cosas pueden suceder en cualquier momento. En un instante, nuestro mundo queda destrozado.

Me pregunto, ¿qué pensarían las miles de familias en Houston, que perdieron sus hogares y todas sus pertenencias, de mi pequeña lista matutina de quejas? Algunos incluso perdieron a sus seres queridos en pocos días porque un huracán de repente se presentó en su vecindario. Cualquier expectativa que aquellas familias puedan haber tenido la semana antes del huracán ahora se ha ido. De repente, el contentamiento se reduce a tener una cama, una comida caliente, y ropa donada.

El único camino al contentamiento

Dios sabe que vivimos en este mundo caído e impredecible, entonces ¿por qué la Biblia nos dice que estemos contentos? ¿Cómo podemos estar contentos en tales condiciones inciertas? La verdad es que la Biblia nunca nos dice que busquemos nuestro contentamiento en el mundo. De hecho, nos dice justo lo contrario.

Jesús dice que “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, LBLA). La dificultad y la aflicción vendrán. Pero Jesús dice que aun así podemos tener paz. ¿Cómo? Jesús ha vencido al mundo. ¡Jesús ha vencido al mundo! ¡Está hecho!

Sólo somos capaces de encontrar el contentamiento real y duradero en este mundo si la base de este contentamiento es una confianza profunda y perdurable en el hecho de que nuestro verdadero hogar, aquél sin sufrimiento, ya está asegurado. Lo poseemos. Somos obreros de alivio cósmico en este mundo lleno de dolor, por un momento en el tiempo, ya que Dios ha determinado que podemos servir a los demás y glorificarlo aquí justo ahora. Nuestra vida, y las formas en que esta se siente quebrada, son una asignación de Dios para hoy.

¿Cómo estamos recibiendo lo que Dios nos ha asignado hoy? ¿Nuestro corazón está lleno de deseo para atender a lo que Él nos ha dado en una forma que lo honre? Incluso en tiempos difíciles, y a veces especialmente en ellos, tenemos una oportunidad gloriosa de reflejar paz y alegría que podría incluso hacer que los demás se pregunten la razón de nuestra esperanza. Cuando Jesús promete paz, quiere decir que la disfrutemos ahora. Por supuesto será perfeccionada en la era por venir, pero no puede ser conmovida ni siquiera un poco por nada que suceda en este mundo — a menos que lo permitamos.

No podemos tener control sobre nuestras circunstancias, pero tenemos control sobre si encontramos paz en ellas.

Venga lo que venga

El apóstol Pablo entendió bien esto, y probablemente experimentó mucha aflicción y duras experiencias que nosotros jamás tendremos (2 Corintios 11:23–27). Fue castigado con 39 latigazos, — muchas veces. Fue apaleado con varas, apedreado hasta casi morir, y naufragó tres veces. Enfrentó peligro de ríos, asaltantes, judíos y gentiles — peligros en la ciudad, peligros en el campo, y peligros en el mar. Experimentó noches sin dormir, hambre, sed, frío, exposición y cosas peores.

Aún así, en Filipenses 4:11–13, Pablo puede decir con seguridad,

He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

¿Por qué puede Pablo decir esto? No conozco a ningún ser humano hoy día que, enfrentado ante esas circunstancias, sea capaz de decir que él o ella estaba “contento”. Pablo podía decir que estaba contento porque sabía sin dudas que cuando nació de nuevo a través de Jesucristo, nació a una realidad que trasciende y conquista este mundo.

Ya en casa

Pablo no esperaba que la vida aquí fuese fácil, sencillamente quería servir alegremente a su Rey y Salvador. Sabía que ya era un residente del cielo y él, como todo cristiano en el mundo, fue sencillamente dejado aquí en una “tierra extranjera” para ayudar a llevar a los demás a casa, a una vida en la presencia de su adorado Salvador que realmente podía dar la alegría, salud, comodidad, provisión y esperanza que no podemos encontrar en este mundo.

Con esa realidad firme en su mente, no importaba mucho lo que le sucedía a Pablo aquí. Podía estar seguro de que cuando Dios terminase con él en la tierra, lo llamaría a su hogar — un hogar perfecto en formas que este mundo no puede imaginar.

Cada nueva prueba

Pablo comprendió que “esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17–18). Hasta entonces, toda circunstancia nueva se convierte simplemente en la “asignación” de hoy. Una oportunidad de hacer brillar la luz de Jesús dentro de nuestro mundo oscuro y, en el proceso, glorificar a nuestro Dios.

Si deseamos el contentamiento en este mundo, nosotros, como Pablo, necesitamos meditar sobre la realidad de lo que significa nacer de nuevo a la nueva vida en Jesucristo. Vivir en Cristo no es algo que simplemente disfrutaremos en el cielo. Si hemos acogido a Jesús y todo lo que ha hecho por nosotros, esta es nuestra realidad ahora. Oremos para que Dios nos ayude a apropiarnos de esta verdad de una forma más profunda, de modo que, como Pablo, podamos confiar en Jesús cuando dice,

“La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27)