Entrega tu adolescente a Dios

Un caluroso día de otoño estaba viendo a mi hija en una carrera de campo a través, animándola mientras se esforzaba por llegar a la línea de meta. Me encanta verla correr, y me ha divertido verla entablar amistad con las chicas de su equipo en la escuela secundaria.

Después de la carrera fui a felicitarla y me pregunté cuánto tiempo debería estar a su lado. ¿Estaría bien que la acompañara a ella y a las otras chicas del equipo hasta el puesto de agua? Soy consciente de las advertencias de no ser mamá ‘helicóptero,’ aunque mi presencia siempre ha agradado a mi hija.

Ella es la mayor de mis cuatro hijas. A veces pienso que hemos crecido juntas (yo he aprendido lo que significa ser madre al mismo tiempo que ella se convertía en una jovencita). Nos pasamos cuatro años educándola en casa y esto nos dio tiempo para unirnos más. Es el tipo de chica que todavía quiere hacer recados conmigo, es la que va conmigo a correr, y la que me ayuda en la cocina. Es la hija que se ha convertido en amiga. Tal vez por eso me sorprendí tanto con su respuesta cuando le pregunté si ya estaba lista para ir a casa después de la carrera.

Se cierra un capítulo

—Mamá, las otras chicas y yo vamos a animar al equipo de los chicos. Pero va a tardar media hora más. No me tienes que esperar —dijo dulcemente—. Puedes irte y yo regreso con el equipo en el bus. —Me sonrió y me di cuenta que era el momento de irme.

—Ah, está bien, si estás segura.

—Segura, mamá. Te mando un mensaje cuando esté de vuelta en la escuela.

La observé alejarse cuesta arriba, riendo y charlando con sus nuevas compañeras y regresé sola al coche.

En ese momento sentí que se cerraba un capítulo. Una combinación de emociones me sobrevino: la felicidad de verla ser más independiente y estableciendo amistades nuevas, y la tristeza de darme cuenta que se me iba de las manos.

Subí al coche, encendí la radio y comencé a escuchar una canción country que aumentó mi nostalgia. Me sequé las lágrimas y llamé a mi esposo para avisarle que iba camino a casa sola. Entre resoplidos le dije:

—Corrió estupendamente, pero vuelvo a casa sola. Se quedó para regresar a la escuela con el equipo. —A través del auricular me daba cuenta que mi esposo sonreía.

—¿Fue difícil para ti? —me preguntó.

—Tal vez. —Queriendo decir que sí. Resoplé—. Nuestra pequeña se está haciendo grande.

Mantenerse anclados

Cuando nuestros hijos empiezan a desplegar sus alas, ¿cómo debemos reaccionar los padres? ¿Cómo les brindamos más independencia con la combinación correcta de protección y orientación? ¿Cómo les permitimos aprender a volar amorosa y gozosamente y sin estar encima de ellos como helicópteros?

Mi esposo y yo estamos tratando de mantenernos anclados con unos fundamentos simples.

La verdad

La verdad de la palabra de Dios nos sostiene durante las corrientes cambiantes de los años de adolescencia. Cuando mi corazón experimenta una combinación de nostalgia y gozo, las Escrituras me proporcionan la perspectiva correcta. Eclesiastés 3:1, LBLA nos dice: “Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo”. Existe el tiempo de tener a nuestros hijos muy cerca de nosotros en todo momento, pero también está el momento en que los padres debemos soltar y permitir a nuestros hijos más independencia y libertad.

Las promesas del Señor me recuerdan que su palabra no volverá vacía (Isaías 55:11), y que el que comenzó en mi hija una buena obra, la perfeccionará (Filipenses 1:6).

La confianza

La adolescencia de nuestros hijos no debe ser un tiempo de temor, sino de confianza. Ya que les hemos enseñado con diligencia las verdades bíblicas (Deuteronomio 6:6–9), ahora es el momento de creer que esos mismos estatutos le están prestando sabiduría y discernimiento a nuestra hija al estar lejos de nosotros.

Con cada paso o nuevo proyecto lejos de casa, tenemos la oportunidad de confiar en que Dios está obrando en la vida de nuestra adolescente, tal vez de formas que nosotros no vemos.

La participación

Ahora que la agenda de mi hija está llena de compromisos, me he dado cuenta de la importancia de aprovechar cualquier oportunidad para estar con ella. El tiempo en el coche de camino al entrenamiento son momentos oportunos de conversaciones tranquilas y a solas con ella. Invitar a sus amistades a comer a casa nos hace posible conocer las relaciones que son importantes para ella. Ir a sus partidos, conciertos y actividades le dan a ver que somos sus mayores fans.

La participación en el mundo de nuestros adolescentes les dice que son valiosos para nosotros y nos permite seguir teniendo una influencia positiva en sus vidas.

La oración

En medio de un periodo de cambios, un sin número de preocupaciones abruman la mente de un padre. Tal vez tu hijo está lejos de Jesús, y estás al borde de la desesperación. Nuestro Padre Celestial conoce nuestras necesidades antes de que le pidamos (Mateo 6:32) y es nuestro pastor incluso cuando pastoreamos nosotros a nuestros hijos (Salmos 23:1). Él nos escucha, tiene cuidado de nosotros, y se complace cuando le traemos nuestras preocupaciones. (1 Pedro 5:7).

Nosotros seguimos trayendo al Señor peticiones específicas por nuestros hijos, con la confianza de que al pedir, buscar y llamar, el Señor a cambio nos dará buenas dádivas (Lucas 11:9–13). Jon Bloom sugiere algunas oraciones específicas para nuestros hijos en su excelente artículo “Siete cosas que pedir para sus hijos”,

Bajo las alas de Dios

La adolescencia de nuestros hijos son años llenos de cambios. En vez de sumirse en la tristeza de la pérdida de su niñez, agradece los dulces recuerdos y mira hacia el futuro con una anticipación gozosa. El mismo Dios que te dio este precioso niño, es el que lo está guiando a la edad adulta.

Cuando nuestros hijos empiecen a desplegar sus alas, podemos encontrar amparo bajo la sombra de las alas de nuestro amoroso Dios (Salmos 36:7).