Deja a un lado el peso de la perfección

El proverbio "lo perfecto es enemigo de lo bueno" ha estado circulando mucho tiempo. Últimamente, expertos en productividad han dado un giro para enfatizar el resultado: "lo perfecto es enemigo de lo hecho".

Todos sabemos la verdad de estos dichos. Todos nosotros a veces renegamos de hacer lo que podemos hacer por miedo a no hacerlo perfectamente. El término cultural es "perfeccionismo".

¿Qué alimenta al perfeccionismo?

Lo que llamamos perfeccionismo no es lo mismo que la búsqueda de perfección, aunque a veces la linea es muy delgada. Cuando buscamos excelencia, nos determinamos a hacer algo lo mejor posible con nuestros talentos, recursos, y un tiempo determinado. Pero el perfeccionismo es un orgullo- o miedo-basado en la compulsión que alimenta ya sea la obsesiva fijación de hacer algo perfectamente, o el paralizarnos a la hora de actuar de cualquier forma - ambas cosas resultan en un abandono dañino de otras cosas necesarias o buenas.

¿Qué hay detrás de nuestras tendencias perfeccionistas? Somos seres complejos, por lo que rara vez es solo una cosa. En casos inusuales, principalmente es debido a un trastorno clínico u opresión espiritual. Pero por regla general, el perfeccionismo casi siempre tiene sus raíces en nuestro deseo por la aceptación y el medio al rechazo. Puede ser el común y alimentado por el orgullo temor a lo que las personas piensen de nosotros, o puede ser un paralizante temor condicionado a fallar, sembrado en nosotros por un abusivo pasado o una figura de autoridad presente. Y si somos honestos, a veces es una excusa conveniente para no hacer nada en serio. En otras palabras, no es realmente perfeccionismo, sino indulgencia disfrazada.

El perfeccionismo es una tentación humana que todos atravesamos en nuestra lucha contra el pecado. Y la mejor noticia es que Dios quiere que vivamos libres de ese gobierno tiránico.

"Debes ser perfecto".

Pero para entender y creer en ello, tenemos que entender primero algo que dijo Jesús y que suena contradictorio: "Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". (Mateo 5:48, LBLA) Ciertamente esto suena como una exigencia de perfección. Y lo es, pero, a la vez, no lo es.

Jesús, en su Sermón del Monte, hizo esta declaración como culminación imposible de los imposibles estándares de lo que significa no pecar de ira, lujuria, divorcio, jurar en vano, y represalia, así como lo que significa amar a nuestros enemigos para una humanidad caída.

Pero, antes de alcanzar esta sección de "perfección" en su sermón, Jesús nos da una pista: "No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir". (Mateo 5:17) Jesús vino a cumplir por nosotros de forma perfecta la demanda de perfección de Dios.

Por eso en el Nuevo Testamento los autores escriben cosas como "Porque por una ofrenda [Jesús] ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados" (Hebreos 10:14) Ahí está la clave de lo que Jesús quería decir, y es la clave de nuestra libertad de la tiranía del perfeccionismo. Dado que Jesús vivió de forma perfecta, murió y resucitó por nosotros, Él ya ha logrado nuestra perfección. Y Dios Padre nos ve como justos perfectos en Cristo, más allá de nuestros constantes pecados con los que contaminamos todo lo que hacemos.

A los ojos de Dios, hemos sido hechos perfectos en virtud de unirnos a Jesús por la fé, lo que nos libera de necesitar ganarnos su aprobación o la de cualquier otra persona, a través de la perfección. ¡Somos libres de comprometernos en nuestra imperfecta lucha santificada contra el pecado!

Los santos imperfectos llenan la Biblia.

En ningún lado la Biblia nos motiva hacia la perfección. Nos promete perfección - perfección imputada ahora (2 Corintios 5:21) y futura perfección en la segunda venida (Apocalípsis 21:3-4) - como regalo de la gracia de Dios, para que nos liberemos del perfeccionismo.

Es por eso que Dios se encarga de exponer constantemente los imperfectos pies de barro de los héroes de la fe en la Biblia. Abraham, el gran modelo de fe, tiene su episodio con Agar. Moisés, el gran profeta a semejanza de Cristo, tiene su incidente con la roca, que lo descalifica. Aarón, el gran sumo sacerdote a semejanza de Cristo, tiene su desastroso becerro de oro. David, el gran rey a semejanza de Cristo, su amorío con Betsabé. Pedro, el gran apóstol y confesor de Cristo, tropieza con sus pies de barro a lo largo de los Evangelios y más allá (Gálatas 2:11–14). Y Hechos y Epístolas nos dan un punto de vista detallado sobre las vidas imperfectas de los primeros cristianos.

Dios conoce nuestras perfeccionistas tentaciones e inclinaciones, y llena la Biblia de historias sobre su grandiosa y fenomenalmente paciente gracia hacia los pecadores, que continuarán luchando y tropezando imperfectamente con el pecado todo el tiempo que habiten esta tierra. Quiere que sepamos que la perfección en actitud y motivación está completamente fuera de nuestro alcance en esta era.

Vive libre del perfeccionismo.

Dios tiene algo mucho mejor para nosotros que nuestra perfección idealizada, que no hace más que esclavizarnos.

El perfeccionismo es sutil, pero gravemente peligroso en su egocentrismo. Al ser un temor o esfuerzo alimentado por el orgullo para ganar la aprobación del yo, su principal enfoque de facto es sobre nosotros mismos, no Dios ni los otros. En otras palabras, el perfeccionismo, aún en la batalla contra el pecado, no está motivado por el amor o la fe. Y "todo lo que no procede de la fe es pecado" (Romanos 14:23).

Pero Dios quiere que seamos libres - libres de la tiranía del orgullo y el temor. Él quiere que vivamos en la libertad de saber que nuestras cuestiones de perfección del pasado, presente y futuro están completamente cubiertas.

Durante nuestras batallas contra el pecado, Dios no está buscando en nosotros la perfección de un comportamiento externo, o la perfección de una motivación interna. Dios está buscando amor y fe, sabiendo perfectamente bien que ambos serán imperfectos, sin importar cuánto crezcamos en ellos.

Eres libre de pelear imperfectamente.

Dios nos llama a una hermosa experiencia renovada de quitar la mirada de nosotros y de evaluarnos, y ponerla sobre Jesús (Hebreos 12:2). Él quiere que dejemos de frenarnos o paralizarnos por el perfeccionismo, para que seamos libres de buscar el amor (1 Corintios 14:1; 1 Timoteo 1:5) y lograr creer en Él con todo nuestro corazón (Proverbios 3:5). Y si el perfeccionismo tiene una desmedida influencia sobre nosotros, Dios diseñará con misericordia las circunstancias para derrotar nuestros mejores esfuerzos por luchar "exitosamente" contra el pecado, hasta que aprendamos de dónde viene la libertad en realidad.

¡En Cristo eres libre! Eres libre de seguir a Jesús imperfectamente. Eres libre de pelear la batalla de fe con defectos, porque esa es la única manera en que alguna vez lucharás por la fe en este tiempo.

El perfeccionismo es un peso agotador que debemos dejar a un lado en la carrera de la fe (Hebreos 12:1). Dios no quiere que nos centremos en un desempeño perfecto; Él quiere que nos enfoquemos en vivir como niños, dependiendo de la fe por medio de auténticos actos de amor (Gálatas 5:6).