El buen padre de los huérfanos espirituales

Muchos niños comienzan a caminar con el Señor sin tener a unos padres que les muestren cómo hacerlo. Ellos escuchan, “Enseña al niño el camino en que debe andar” (Proverbios 22:6, LBLA), y se preguntan, ¿Pero qué hay de mí? Ven que Dios hace un llamado a los padres a “criad [vuestros hijos] en la disciplina e instrucción del Señor” (Efesios 6:4), pero sus padres nunca abrieron una Biblia.

Se esfuerzan por crecer en la fe, madurar su piedad, y profundizar su gozo en Dios, pero sin un modelo y guía diarios. Se parecen al equivalente espiritual de Hatchet, la clásica novela americana para niños. Brian de trece años, hijo de unos padres divorciados, es el único superviviente de un accidente de avión en las tierras salvajes de Canadá, y él mismo aprende cómo construir un refugio, cazar, pescar, buscar comida y hacer fuego— todo solo con un hacha. Los jóvenes cristianos con frecuencia se las tienen que arreglar por sí mismos en sus propios hogares, teniendo que aprender solos a orar, escuchar de Dios en su palabra, y buscar la santidad— todo solo con una Biblia.

Y un Padre celestial. Si tus padres no han sido una influencia espiritual positiva en tu fe, no estás tan solo como te puede parecer. Muchos han conocido y seguido a Cristo sin unos padres piadosos, y cada uno de ellos ha recibido la ayuda de un padre de una manera más profunda y significativa.

Hijo sin un padre

Si sientes que has tenido que sobrevivir con solo la esperanza y un hacha, puede que te veas reflejado en Ezequías. Su padre hace que incluso los peores padres parezcan buenos. Como rey de Israel, llevó a toda la nación por el mal camino haciendo ídolos de metal y luego altares para adorar a sus falsos dioses. En lugar de proteger y santificar el templo de Dios, Acaz robó de él y cerró sus puertas. En vez de cuidar a los preciosos hijos que Dios le dio, asesinó a sus propios hijos, quemando a los hermanos de Ezequías como ofrendas para los dioses falsos.

Acaz ayudó a Ezequías a caminar junto al Señor mostrándole quién no debía ser.

Y sin embargo, “Ezequías comenzó a reinar cuando tenía veinticinco años... E hizo lo recto ante los ojos del Señor, conforme a todo lo que su padre David había hecho” (2 Crónicas 29:1–2). No fue su padre Acaz, sino su antepasado espiritual (y ancestro real) David. Cuando Ezequías no pudo imitar a su padre, encontró a un fiel hombre de Dios digno de imitación.

Pese a su padre

En vez de robar en el templo y cerrarle sus puertas al pueblo de Dios, Ezequías “abrió las puertas de la casa del Señor y las reparó” (2 Crónicas 29:3), y lo hizo inmediatamente, en el primer mes de su reinado.

En lugar de seguir el horrible ejemplo de su padre, confrontó las infamias de éste y confesó su maldad: “Nuestros padres han sido infieles y han hecho lo malo ante los ojos del Señor nuestro Dios” (2 Crónicas 29:6).

En lugar de culpar a su padre y evitar las consecuencias, asumió la responsabilidad y aguantó la carga de los fracasos de su padre: “Ahora he decidido en mi corazón hacer un pacto con el Señor, Dios de Israel, para que el ardor de su ira se aparte de nosotros” (2 Crónicas 29:10).

En lugar de guiar a otros lejos de Dios hacia el camino de la transgresión, llamó al pueblo de Dios a rechazar la tentación y regresar con el Señor:

“Hijos de Israel, volveos al Señor... No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron infieles al Señor, Dios de sus padres... no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres, sino someteos al Señor y entrad en su santuario, que Él ha santificado para siempre, y servid al Señor vuestro Dios para que su ardiente ira se aparte de vosotros” (2 Crónicas 30:6–8)

En lugar de presuponer la gracia y misericordia, Ezequías se negó a dar por sentadas la amabilidad y compasión de Dios, implorando ferviertemente a la gente que se arrepintiera: “Si os volvéis al Señor, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán compasión delante de los que los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra. Porque el Señor vuestro Dios es clemente y compasivo, y no apartará su rostro de vosotros si os volvéis a Él” (2 Crónicas 30:9).

En lugar de traer juicio y destrucción a su familia y nación, su firme fe y liderazgo piadoso trajo sanidad (2 Crónicas 30:21), y “hubo gran regocijo en Jerusalén, porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no había habido cosa semejante en Jerusalén” (2 Crónicas 30:26). Aunque había conocido el sufrimiento a causa de su padre, desprendía alegría porque confiaba en Dios y lo obedecía.

En medio de un desierto espiritual amenazante, con los peores ejemplos espirituales personificados en su padre, Ezequías encontró un verdadero Padre y aprendió a sobrevivir, crecer y servir por la fe en Él.

Si eres su hijo

Si sigues a Cristo, tienes un buen Padre, incluso si no tuviste un buen padre. Si el Espíritu Santo te guía hacia la confesión, el arrepentimiento y la obediencia— como a Ezequías — eres un hijo escogido y precioso de amor y fuerza infinitos. “No habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15). Antes de ser adoptado eras esclavo del temor, y tenías buenos motivos para serlo. Pero ahora, el Espíritu de tu Padre vive en ti y aleja el temor al castigo (1 Juan 4:18).

El Espíritu vive en ti para recordarte que ya no eres un huérfano (Romanos 8:16). Y si eres un hijo de Dios, también eres un heredero de Dios y coheredero de Cristo (Romanos 8:17). Y si eres un heredero de todas las cosas junto con Cristo, también serás glorificado con Él. Una vez estuviste solo, abandonado e impotente espiritualmente. Eras huérfano. Ahora has recibido una adopción sobrenatural, una herencia infinita, una gloria inimaginable, y al Padre de los padres.

Dios no te adoptó de mala gana, sino con amor. Incluso formó las mejores relaciones entre padres e hijos para que fueran sólo sugerencias de la clase de amor que Él siente por sus hijos. Él envió a su propio Hijo a la muerte para hacerte a ti hijo suyo (1 Juan 3:1–2).

Los hijos y las hijas sin un padre humano afectuoso no están perdidos para el amor. Todos aquellos que conocen el amor verdadero, sin importar el tipo de amor que hayan experimentado en su familia, lo habrán aprendido a través del amor de Dios (1 Juan 4:9) — el buen Padre de los huérfanos espirituales.