La historia del matrimonio en siete versículos
Hace poco casé a una pareja inusualmente madura. Tanto la novia como el novio estaban cerca de los 40 años. Habían esperado con una paciencia admirable. Ambos tenían ya una vida formada y estaban firmes en la fe. Sabían dónde tenían sus pies: juntos en la palabra de Dios. De todas las parejas que he casado, son muy pocas, si es que hay alguna, aquellas en que los novios han demostrado estar en pie juntos sobre la roca de lo que Dios ha dicho en la Biblia con tanta claridad, solidez y estabilidad.
Por eso no me sorprendió que cuando les pedí que escogieran uno o dos pasajes favoritos para la boda, se rehusaran a elegirlos ellos mismos. Dijeron que aman la palabra de Dios, cada detalle, de tapa a contratapa, y que con gusto se someterían a lo que Dios tenía para decirles (incluso en el día de la boda, cuando elegimos con tando cuidado todo lo demás). Estaban genuinamente interesados en escuchar y atesorar cualquier cosa que Dios tuviese para decirles frente a sus amigos y su familia.
Me conmovió. Esa debe haber sido la primera vez que una pareja me confía la labor de elegir el pasaje. ¿Qué habrías elegido tú para ellos? En lugar de elegir solo un versículo o pasaje, traté de seleccionar los que creo (por supuesto de forma imperfecta) que son los siete versículos bíblicos más importantes acerca del matrimonio. Aquí están, cada uno con sólo una pequeña parte del porqué.
1. Génesis 1:27
Creó, pues, al hombra a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (LBLA)
Desde el comienzo, Dios hizo al hombre y a la mujer con la misma dignidad como humanos, pero también con diferencias complementarias magníficas. No los hizo humanos andróginos en esencia, con los accesorios masculinos y femeninos añadidos solo al final. En cambio, todos somos hombres o mujeres de pies a cabeza, en cada célula de nuestros cuerpos. Somos diferentes, maravillosamente diferentes, fisiológica y psicológicamente. Y estas diferencias no hacen mejor al hombre que a la mujer, o vice versa, sino que los hacen mejores al estar juntos.
Dios, tras dar forma al hombre, lo puso en el jardín, y le dio la visión moral de la vida en el mundo. Dios le dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea” (Génesis 2:18). Durante toda la creación, y al final de cada día, Dios decía que su trabajo era bueno, bueno, bueno, bueno, bueno. Luego, al final del sexto día, que era muy bueno. Pero, ¿que un hombre esté solo? Nada bueno. Por lo menos para el primer hombre, y para la mayoría de nosotros.
2. Génesis 2:24
Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. (LBLA)
Después de crear la primera mujer y confiar este excepcional regalo en manos del hombre, Dios instituyó lo que llamamos "matrimonio". Dos personas que se convierten en un nuevo ser. Un hombre y una mujer que construyen la relación humana más importante en este mundo creado por Dios (una relación incluso más importante que la de padre e hijo). El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer. Después de Dios, ella es ahora su compromiso más importante. Asimismo, la mujer deja atrás la casa de su padre (Salmos 45:10) para establecer una nueva familia con su esposo. Después de Dios, él es ahora su compromiso más importante.
Sin embargo, aunque el comienzo es tan prometedor, el pecado entró al mundo. El hombre falló en proteger el jardín. Bajó la guardia y permitió que la serpiente hablara al oído a su esposa, y esta la engañó. Luego, el hombre mismo, habiendo oído de primera mano el mandamiento de Dios, escuchó en su lugar la voz de su esposa, y pecó contra Dios. Y ahora, en este mundo caído y maldito, el matrimonio, la relación más importante, no está exenta de severos dolores y dificultades (Génesis 3:16).
3. Mateo 19:6
Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe. (LBLA)
Ahora nos adelantamos miles de años hasta las palabras de Jesús. Aunque el pecado invadió la creación de Dios, y a menudo maridos y mujeres se encuentran en una lucha trágica entre sí, Jesús ratifica la visión de Dios acerca del matrimonio en la creación: "Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre". El pecado puede ser un desafío, pero no anula el diseño original de Dios. De hecho, el matrimonio fue creado para resistir al pecado. Dios desea que ambos se conviertan en uno, y no que uno se divida en dos.
Dios llama a los esposos en particular, como hombres, a ser fieles donde el primer hombre falló. Llama a cada hombre a guardar y proteger con fervor santo a su esposa y a su matrimonio, primero de su propio pecado, y luego de los demás. Los errores que ella cometa no son una excusa para los de él. Y para las esposas, los errores que él cometa no son una excusa para los suyos. Hombre y mujer se comprometen el uno con el otro "por el resto de sus vidas".
Inevitablemente, pecarán el uno contra el otro. Quizás incluso antes de que la boda acabe. Sin duda antes de que la luna de miel acabe. El pecado desafiará la armonía de su relación de alguna manera. Pero Dios diseñó el compromiso matrimonial para que se mantengan unidos aun en los tiempos difíciles. No existe matrimonio sin dificultades. Es para eso que fue creado, para las dificultades. Los compromisos no son principalmente para los tiempos fáciles, sino para los más difíciles.
4. Efesios 4:32
Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo. (LBLA)
Este debe ser el versículo más importante para mi propio matrimonio, que ya lleva 12 años. Y sospecho que la amabilidad es grandemente subestimada en muchos otros matrimonios también.
Debido a las maravillosas restricciones, limitaciones, y responsabilidades del compromiso matrimonial, marido y mujer pueden llegar a sentir el impulso y la tentación de tratar mal al otro, de atacar verbalmente a ese cónyuge tan terco/a que está siempre alrededor y parece hacer que la vida sea más difícil. En la visión de Dios para el matrimonio, no obstante, no hay lugar para la malevolencia o el desprecio entre marido y mujer. Sí, corregir con amor. Sí, tener conversaciónes difíciles. Sí, pedir perdón y perdonar regularmente, incluso a diario. Pero nunca tratar mal.
Los maridos y las mujeres que están en Cristo saben que a ellos mismos Dios los trató con amabilidad en cada instante. Eso no significa que la vida juntos no va a ser difícil, pero todas las dificultades que Dios soberanamente designa en las vidas de sus hijos, son por amabilidad, por muy extrañas que parezcan. Así también, en Cristo, busquen siempre "ser amables los unos con los otros”.
5. Colosenses 3:19
Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas. (LBLA)
El llamado que Dios le hace específicamente al marido es amar a su mujer. El amor no es solamente un afecto espontáneo. Es afecto, y nunca menos, pero es más que eso. Es también lealtad al compromiso, y sacrificio. En sus peores momentos, el esposo se verá tentado a ser pasivo o áspero. Lo que su esposa necesita de él, y a lo que Dios lo llama como hombre, es gentileza, no aspereza; y acción, no pasividad. Acción gentil. La gentileza no es debilidad. Es fuerza para controlarse con el fin de dar vida. Es una fuerza admirable que el Espíritu de Dios transforma en una aun más admirable madurez.
El propósito del matrimonio no es hacer nuestras vidas más fáciles (y peores), sino hacerlas más desafiantes (y mejores). La esposa es heredera con su esposo de la gracia de la vida, y Dios lo llama a él a convivir con ella de manera comprensiva, dándole especial honor y cuidado como esposa suya (1 Pedro 3:7).
6. Colosenses 3:18
Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. (LBLA)
El llamado de Dios a la esposa es afirmar, recibir y alimentar el amoroso liderazgo de su esposo en el matrimonio. Él es único para ella. Dios no llama a la esposa a someterse a todos los hombres, de ninguna manera. Solamente a su propio esposo (Efesios 5:22; Tito 2:5; 1 Pedro 3:1, 5). Y su sumisión a él no es absoluta. Colosenses 3:18 dice “como conviene en el Señor”. Jesucristo es la máxima autoridad y a quien más deben serle fieles, tanto ella como su marido. Ambos crecerán juntos en el camino del matrimonio, mientras el esposo sea obediente a Cristo, y sacrificado como Cristo, y mientras la esposa lo afirme, lo fortalezca, y lo ayude a ser un mejor hombre de lo que podría haber llegado a ser sin ella.
La sumisión divina no es pasiva o débil. Es una de las cosas más difíciles de lograr para las orgullosas personas modernas. Y es precisamente eso lo que hacemos todos al decir que Jesús es el Señor.
7. Efesios 5:32
Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. (LBLA)
Hemos dejado lo mejor para el final. Al decir que el matrimonio es un misterio, Dios no está diciendo que sea confuso y enigmático, o que no podemos realmente descubrir la profundidad de su significado. Está diciento que había sido un misterio durante miles de años, pero que ahora, con la vida, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret, el matrimonio ya no es un misterio. El misterio ha sido revelado.
El misterio era este: ¿Por qué un hombre y una mujer se comprometen entre sí por el resto de sus vidas? ¿Por qué Dios lo hizo así? ¿Por qué construir una sociedad humana de esta forma? La respuesta es que miles de años antes de enviar a su Hijo, Dios colocó indicios de Jesús en los aspectos más básicos de la vida humana. Desde el principio, Dios sabía que enviaría a su Hijo a salvarnos del pecado, y diseñó el matrimonio para anticiparlo, para preparar al mundo para el evangelio de Jesucristo.
El significado del matrimonio es que Jesús ha dado su vida por su pueblo, su novia. El llamado de un esposo (a liderar dando y no quitando), nos muestra a Jesús, que no protegió su propia vida ni su comodidad, sino que se sacrificó por nosotros. Jesús es el esposo que no reclama un privilegio especial, sino que se carga al hombro más responsabilidad para amar a la novia con afecto, lealtad y acción.
El amor de Jesús por su iglesia es el máximo significado del matrimonio. Este es el mensaje y la obra que los cristianos buscamos vivir y mostrar al mundo mientras decimos nuestros votos y nos preparamos para la pronta cena de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:9). Esta es la historia del matrimonio.