Ora Siempre y No te Desanimes

Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: “Hazme justicia de mi adversario.” Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: “Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia.” Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?

El último versículo de nuestro texto, Lucas 18:8, se refiere a la segunda venida de Cristo: "Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?" Creo que el final de la parábola nos muestra que deberíamos leerla como la conclusión de la sección de la venida del reino antes del mismo, Lucas 17:20-37.

Estar Listo a la Llegada del Reino de Dios

En el versículo 17:20 los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo había de venir el reino de Dios. Ellos querían decir: ¿Cuándo vendrá el Mesías, derrocará a nuestros enemigos, establecerá el trono de David y traerá paz y justicia al mundo? La respuesta de Jesús fue desconcertante para las personas que lo reconocían a Él como el Mesías. De hecho el dijo: Si su única forma de reconocer el reino de Dios es por medio de signos milagrosos que derrumben la tiranía romana, entonces de seguro que no lo verán, porque el reino de Dios ya esta entre ustedes (versículo 21; 11:20—esto no debería ser traducido como “dentro de ustedes” porque Jesús no habría dicho eso a los incrédulos fariseos). Jesús es el Rey, y donde sea que se gane la lealtad de la gente, su reino será establecido.

Entonces en los versículos 17:22-24 Él les advierte sobre el error opuesto. En el versículo 21 les advirtió acerca de buscar señales catastróficas y les dijo que el reino se encontraba entre ellos de manera silenciosa, pero poderosa. Pero en los versículos 23 y 24 les advierte sobre pensar que la última aparición del Hijo del hombre pueda ser otra cosa que catastrófica. No será ni tranquila ni oculta. Si alguien dice, “mírenlo, aquí”, o “mírenlo, allá”, entonces sabrás que están equivocados. “Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día” (versículo 24). La segunda venida de Cristo no será una cosa oculta que alguien puede ver y entonces enseñar a otro. Será obvio para todos de horizonte a horizonte, como un rayo. “Pero primero” dice el versículo 25, "es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación". La diferencia entre la primera y segunda venida de Cristo es la diferencia entre un vela pequeña y un relámpago.

Entonces en los versículos 17:26-30 Jesús describe como serán los días que nos llevarán a la llegada del Hijo del hombre. Él compara la venida del Hijo del hombre con el diluvio en los tiempos de Noé (versículo 27) y con la destrucción de Sodoma por medio del fuego y azufre (versículo 29), y dice que los días antes de la llegada de Cristo serán como los días antes de esas dos catástrofes, a saber, días llenos de vidas normales ocupadas. El versículo 27: “comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban”. El versículo 30 dice, “Lo mismo acontecerá el día en que el Hijo del Hombre sea revelado”. En otras palabras, esperamos que para la mayoría del mundo la vida transcurra de manera corriente, cuando el relámpago del Hijo del hombre fulgure en el cielo de uno a otro extremo.

Entonces en los versículos 31-37 Jesús nos advierte no ser como la esposa de Lot (versículo 32). Esto es, durante la hora de crisis, no ames al mundo. No retrocedas con vivo deseo, o no serás apto para el reino (9:61). Recuerden, cuando el Hijo del hombre venga, el separará las ovejas de las cabras, aún cuando estén durmiendo juntas o trabajando juntas en el molino. Una será llevada a un lugar seguro y la otra permanecerá. ¿“Dejada dónde”? Preguntan los discípulos. “Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres (versículo 37). El no ser reunido con Cristo en su venida es ser dejado a la destrucción. Jesús dice claro que la vida eterna depende de que estemos listos a su llegada.

Enfriarse en los Últimos Días

Ahora podemos ver que Lucas 18:1-8 es en realidad parte de esta enseñanza del final de los tiempos. El versículo 8 concluye con la pregunta, “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” ¿Harán las advertencias de Jesús de recordar a la esposa de Lot, de mantener el corazón fijo en Cristo, y no amar al mundo—asegurarán estas advertencias la fe de los discípulos? ¿Perdurarán hasta el final? ¿Nos encontrará el Hijo del hombre confiando en él, u ocupados en proteger nuestras vidas en el mundo?

Creo que una pregunta natural que los discípulos harían (y que nosotros deberíamos hacer) es: ¿Cómo podemos perdurar hasta el final? ¿Cómo nos aseguramos que no nos convertiremos en la esposa de Lot, demasiado enamorados de este mundo como para darnos completamente a Cristo? ¿Cómo podemos resistir las implacables tentaciones de Sodoma que nos insensibilizan al reino de Dios por medio de las presiones del diario vivir? ¿Notaste en el anterior versículo 28 que Jesús no menciona la sodomía en la lista de lo que caracteriza a Sodoma exactamente antes de su destrucción? De hecho, no menciona nada pecaminoso en sí mismo: “comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían”. El juicio no cayó sobre Sodoma únicamente porque allí había homosexuales practicantes, sino también porque en todas las buenas actividades ordinarias de la vida no tenían a Dios. Las cosas buenas de la vida nos pueden hacer tan insensibles a la realidad de Dios como las cosas graves. De manera que los discípulos de Jesús se encuentran en una tremenda batalla, que la mayoría de la gente desconoce: la batalla para mantener la fe radical, sincera, abnegada en Cristo, no solo ante la amenaza de la persecución (21:12-19) y las tentaciones pecaminosas, sino también en la amenaza de la vida cotidiana del hogar y del trabajo que pueden embotar toda nuestra sensibilidad al reino eterno de Dios.

El peligro que enfrentamos como discípulos de Jesús en espera de su regreso esta enfatizado aun mas claramente en Mateo 24:11-13 (que ofrece un enlace sobrio al mensaje de la semana pasada sobre la tibieza) Jesús dice sobre los últimos días antes de su llegada: “Y se levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán. Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo” Así en Lucas 18:8 Jesús pudo haber dicho, “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará amor ferviente en la tierra?” El peligro que enfrentamos es que nuestra fe en Cristo y nuestro amor por Él y el amor de unos hacia otros sean tragados por la oposición o por el puro aspecto ordinario de la vida cotidiana. Así que la pregunta es: ¿Cómo podemos perdurar? ¿Cómo se nos puede encontrar con fe y amor? ¿Cómo podemos evitar ser como la esposa de Lot y como aquellos a quienes se les deja en el juicio?

¡Ora! ¡Ora! ¡Ora!

Entonces Jesús cuenta una parábola para dar la respuesta. Y es una de las pocas parábolas que él nos interpreta, no sea que no entendamos. Lucas 18:1 nos dice el sentido de la parábola: “Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer” La respuesta de Jesús a la pregunta de cómo perseverar hasta el final es, ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! Y no te canses de orar.

La parábola dice así (18:2-5) "Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: “Hazme justicia de mi adversario”. Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: “Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia" No debemos sentirnos ofendidos de que Jesús compare a Dios con un juez injusto. Es lo mismo que cuando la misma venida de Jesús se compara con la de un ladrón en la noche (1 Tesalonicenses 5:2). El punto de consideración no es que Jesús sea un ladrón, sino que su venida es repentina e inesperada. Entonces el punto de comparación no es que Dios es un juez injusto, sino que responde a aquellos que le claman día y noche. En el versículo 7 Jesús explica bien la lección que intenta mostrar: "Orar en todo tiempo, y no desfallecer" Si clamas a Dios día y noche si siempre oras sin desanimarte, no serás como la mujer de Lot: no serás dejado a juicio; perseverarás en fe y amor, y Dios te reivindicará a la llegada del Hijo del hombre. Por lo tanto, ora siempre sin desfallecer.

Aquí debo aclarar la preocupación que me impulsa esta mañana. Este es el final de una semana de oraciones conjuntas. Algunos de nosotros hemos orado más de 20 horas esta semana; hemos orado en la mañana, hemos ayunado y orado al mediodía; oramos toda la noche el viernes. ¿Y ahora qué? La palabra de Jesús esta mañana es: no dejes de orar; no te agotes; no seas inconstante; sino “ora en todo tiempo, sin desfallecer”. Y la urgencia de esta palabra aumenta a medida que vemos el final de la era llegar a su fin. Según dice Pedro (1 Pedro 4:7), “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de espíritu sobrio para la oración”. Las presiones de la mundanalidad serán mayores a medida que el final se acerque, por lo tanto, mucho más debemos observar y ser solemnes en la oración, y no desfallecer.

Dios y El Juez Injusto

Ahora, ¿en qué forma nos estimula la parábola de Jesús en Lucas 18:1-8 a seguir orando encarecidamente cuando haya culminado la semana de oración? Una viuda acude a un juez injusto y le pide ayuda. Está siendo oprimida injustamente y quiere que él utilice su autoridad para aliviarla. Ella somos nosotros. Débiles, pobres, y sin marido para que hable por nosotros. Su única fuente de ayuda, el juez. Nuestra única fuente: Dios. Ella viene una y otra vez hasta que él le da la ayuda que necesita para deshacerse de ella. Pero el argumento de la parábola no es que si tú puedes desgastar a un juez humano injusto, entonces existen posibilidades de que puedas desgastar a Dios para que te ayude y así deshacerse de ti. Esto contradiría a Lucas 12:32 donde Jesús dice, “No temas, rebaño pequeño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino”.

Pero aun más importante es que la parábola misma muestra que todo depende del hecho de que Dios es diferente al juez. Jesús nos dice dos cosas sobre el juez injusto en el versículo 2: “ni temía a Dios ni respetaba a hombre". Esto se repite en el versículo 4: "Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno ... le haré justicia". En otras palabras, estas dos características del juez son obstáculos que tiene para ayudar a la viuda. Primero, no tiene temor de Dios y, por lo tanto, es proclive a no ayudarla. Esto significa que el temor a Dios llevaría a un juez a ayudar a una viuda necesitada. Y si el temor de Dios llevaría a un juez a ayudar a una viuda necesitada, entonces Dios no es como el juez injusto, sino que es el tipo de Dios cuyo corazón se inclina a ayudar a aquellos que le claman. Entonces cuando Jesús nos dice que el obstáculo que impide que el juez ayude a la viuda fue su imposibilidad de temer a Dios, él dice claramente que el temor a Dios inclina a una persona hacer caso a quienes claman por ayuda, y por lo tanto, Dios mismo es justo en misericordia a todos aquellos que le imploran. Por eso, si un juez que no tiene temor de Dios puede ser convencido con persistentes peticiones, mucho más seguros estaremos de que Dios ayudará a aquellos que le imploran día y noche.

La segunda marca del juez es que “no respeta a hombre alguno”. La viuda le era desconocida, y no tenía interés en ella. Asumimos que si se preocupase por esta viuda, si ella fuera su madre, la ayudaría. Entonces debemos preguntar: ¿Tiene Dios consideración de nosotros? ¿Es indiferente a nuestras necesidades? En el versículo 7 Jesús nos responde "¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos?" Los discípulos de Jesús no están en la categoría de desconocidos de Dios. Ellos son sus escogidos. Los ha escogido. Él ha establecido su favor hacia ellos. Él los ha adoptado como sus hijos. Según dice Pablo en Romanos 8:31-33, "Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? . . . ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica". No existe en la imaginación una condición del hombre más preciada que ser escogido por Dios. Esto significa que ha establecido su favor hacia nosotros completa y libremente. Es para nosotros con todas sus fuerzas. Por lo tanto, Jesús sostiene, si un juez injusto puede ser movido por las persistentes insistencias de ayudar a un extraño por quien no tiene consideración alguna, cuanto más “¡ayudará Dios a sus escogidos que le claman día y noche!”

Oración y Fe Perseverantes

La intención de está parábola es que nos sea de estimulo para que oremos constantemente hasta el regreso de Jesús. Cuando Jesús pregunta al final del versículo 8, "cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?" él quiere decir, "¿Encontrará el Hijo del hombre que sus discípulos han seguido orando, o se han desanimado y dado por vencido?" Entonces la implicación parece ser: la oración y la fe se mantienen unidas y caen unidas. Si nos desanimamos y nos alejamos de la oración, entonces el Hijo del hombre no encontrará fe en nosotros a su llegada. La fe es la hoguera de nuestras vidas. Su combustible es las gracia de Dios. Y la pala divinamente asignada para alimentar el fogón es la oración. Si te desanimas y abandonas la pala, el fuego se apagará, crecerás frío y duro, y cuando el relámpago fulgure en el cielo de uno a otro extremo y el Hijo del hombre aparezca en gloria, te vomitará de su boca (Apocalipsis 3:16). Dos estarán durmiendo en una cama; uno será removido, el otro permanecerá. Y la prueba no será si alguna vez caminase por la nave de la iglesia, o si dijiste una oración, o si hiciste una promesa, o si fuiste bautizado. La prueba será si continuaste orando y no te desanimaste. Los escogidos por Dios serán seguramente todos salvados; y, según lo dice el versículo 7, la señal del escogido es que ellos claman a Dios día y noche. El que se mantenga firme hasta el fin será salvo (Mateo 24:13).

Oh, que esencial, que crucial es que no abandonemos la oración con la semana de la oración. Si te estás diciendo a ti mismo que la oración diaria ferviente para alcanzar más poder para vivir una vida fructífera semejante a Cristo es solamente para los pesos pesados espirituales, y que pretendes llegar hasta la gloria sin tener que incurrir en tales excesos de los devotos, entonces estas bien engañado. En algún sitio en el camino alguien ha puesto en tu cabeza la enseñanza mortal y no bíblica de que puedes ser salvado aun si no perseveras en la oración. Pero no puedes. Primero, porque sin una vida perseverante de oración, la fe y el amor se vuelven tibios, y como vimos la semana pasada, la fe tibia no salva. Segundo, Jesús nos ordena en Lucas 18:1 orar siempre y no desanimarse. Por lo tanto, la ausencia de oración es desobediencia. Y si no nos arrepentimos y comenzamos a orar como nos enseño Jesús, no seremos salvados. Ya que Hebreos 5:9 dice, "vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen" Por lo tanto, no solamente durante esta semana, sino siempre durante todo el año por favor no desfallezcas, ora siempre.

De todas las ayudas mencionadas el pasado domingo en la noche, permítanme reforzar una de ellas. Leer literatura que inspire a la oración es un gran estimulo en la vida de oración. Un pequeño libro en particular me ha conmovido profundamente: “E.M. Bound’s Power Through Prayer (El poder de la oración de E.M. Bound). Creo que sus 128 pequeñas páginas les estimulará grandemente.

Ahora al finalizar recuerden, la palabra de Jesús a nosotros está mañana es que debemos orar siempre y no desfallecer. Primero, porque si nos cansamos y dejamos de orar, nuestra fe se marchitará, y el Hijo del hombre no nos congregará con los escogidos. Pero segundo, y más positivamente, no debemos cansarnos de orar porque Dios no es como el juez injusto, sino mucho mas bondadosamente dispuesto hacia nosotros. Como dice el versículo 7, ¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? Hermanos, esfuércense más todavía por hacer firme el llamado de Dios (2 Pedro 1:10). Oren siempre y no desfallezcan.