Permanezcamos en la bondad de Dios

Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ella de la rica savia de la raíz del olivo, 18 no seas arrogante para con las ramas; pero si eres arrogante, recuerda que tú no eres el que sustenta la raíz, sino que la raíz es la que te sustenta a ti. 19 Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 20 Muy cierto; fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme; 21 porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. 22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado.

En los dos últimos mensajes sobre Romanos 11, hemos abordado las razones de Pablo acerca de por qué debemos rechazar el surgimiento del orgullo y el antisemitismo en nuestros corazones. Pablo está escribiendo a una iglesia en Roma compuesta, principalmente, por personas no judías a quienes llamamos gentiles. Él les ha enseñado que al creer en el Mesías judío (Cristo Jesús), quien fue crucificado y resucitó de entre los muertos, han pasado a formar parte del pueblo de Dios, y por tanto, parte del verdadero Israel.

En Romanos 11:17-22, Pablo ilustra esta verdad mediante un olivo. Aquí él expresa que hay una rica raíz que sustenta todo, y que representa el pacto que Dios hizo con Abraham. Explica que existen ramas, unas son naturales (representando al pueblo judío étnico) y otras no naturales o silvestres, que son injertadas (representando a los gentiles que creen en Jesús). Podemos ver esta ilustración en el versículo 17: “Y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo”.

Hasta aquí todo está bien. Pero lo sorprendente es que Pablo también enseña que las ramas judías fueron desgajadas para que las ramas gentiles pudieran ser injertadas. La última vez traté de explicar por qué sucedió este desgajamiento que se hizo evidente desde el versículo 19: “Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado”. Esta verdad lleva a Pablo a enfocarse, por esta vez, en el problema del orgullo de los gentiles y del antisemitismo.

Por tanto, en el versículo 18 dice: “No seas arrogante para con las ramas”. Y en el versículo 20b dice: “No seas altanero sino teme”. La misma verdad que debería convertir a los gentiles en personas humildes y agradecidas está a punto de convertirlos en orgullosos. Así que Pablo hace una pausa aquí (y nosotros también) para dar razones de por qué todo orgullo y antisemitismo es quitado de entre los que creen en Jesús como su Señor y Salvador y además como su Tesoro.

Él da, al menos, tres razones de por qué todo orgullo y antisemitismo queda cancelado para los creyentes (Hay más de tres razones que no explicaré detenidamente, por ejemplo: su manera de llamar a los gentiles “ramas de olivosilvestre”, versículo 17; y su expresión: “fueron injertadas” en lugar de: «se injertaron a sí mismas», versículo 17). La primera razón que examinamos la encontramos en el versículo 18: “Recuerda que tú no eres el que sustenta a la raíz, sino que la raíz es la que te sustenta a ti”. La segunda razón está en el versículo 21: “Si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará”. «Por tanto, no seas altanero».

Nuestra Única Alianza al Olivo de la Salvación Es la Fe, que No Se Puede Jactar

Y ahora, la tercera razón que trataremos hoy refiere por qué queda cancelada toda posibilidad para el orgullo y el antisemitismo, es decir: expone el argumento de que la fe es nuestra única alianza al olivo de la salvación; y que la fe, por su naturaleza y origen, no pude jactarse.

En el versículo 20 podemos ver este argumento. Pero comencemos a leer desde el versículo 19: “Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 20 Muy cierto [ahora viene la respuesta de Pablo:]. Fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme”. Nuestra única alianza con este olivo es la fe. Estamos injertados por fe. Permanecemos en él por la fe. ¡No seamos altaneros, sino, temamos! En la mente de Pablo, la fe salvadora gobierna el orgullo.

Esta no es la primera vez que vemos una manifestación de Pablo en contra del orgullo. Escuchemos Romanos 3:27-28. Después de decir que Dios justifica a aquellos que tienen fe en Jesús, Pablo dice: “¿Donde está, pues, la jactancia? Queda excluida ¿Por cuál ley? ¿La de las obras? No, sino por la ley de la fe. 28 Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley”. Entonces, es evidente que en la mente de Pablo está el pensamiento de que la fe hace imposible que una vida de jactancia o de orgullo se envanezca sobre otra persona. Donde estén surgiendo el orgullo, la jactancia, el antisemitismo, el racismo o el etnocentrismo; la fe está decayendo o se ha ido.

Por tanto, quiero hacer tres preguntas para explicarles el por qué de esta verdad:

  1. ¿De dónde viene la fe salvadora (la clase de fe que nos une al olivo de la promesa y la salvación)?
  2. ¿Qué es esta fe?
  3. ¿Cómo mantenemos esta fe?

Hoy solo tenemos tiempo para abordar las dos primeras preguntas, y quisiera pasar la mayor parte de nuestro tiempo en la segunda. Por tanto, abordaremos la primera, rápidamente, a pesar de que es controversial, y la próxima vez, espero regresar con la tercera.

1. ¿De Dónde Viene La Fe Salvadora?

La fe es un acto o una experiencia de nuestra alma, y existe cuando existe nuestra alma. Por tanto, es correcto decir que viene del alma. La fe es nuestro acto. Nadie puede ejercer el acto de la fe por nosotros. Pero a qué me refiero cuando pregunto, ¿de dónde viene? Quiero insistir un poco más en este asunto y preguntar, ¿por qué un alma espiritualmente ciega y muerta, ve a Cristo como verdadero e irresistiblemente atractivo, y viene a él en fe; mientras otra alma espiritualmente ciega y muerta, escucha el mismo mensaje, lee la misma Biblia, y no ve a Cristo de esa manera, ni viene a él?

La respuesta bíblica suprema para esta pregunta es: Dios no nos debe nada a nosotros los pecadores, pero misericordiosa, libre y omnipotentemente quita de algunos la ceguera rebelde, y ellos ven la gloria de Cristo y, libremente, escogen venir y creer en él. Por esa razón la Biblia habla de la fe como un regalo de Dios. Por ejemplo, en Efesios 2:8 dice: “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros sino que es don de Dios”.

Aquí tenemos una de las razones por las cuales la fe previene la jactancia. No podemos jactarnos de un regalo. No podemos decir: «yo gané este regalo», porque entonces no es un regalo, sino un pago (vea Romanos 6:23). No podemos decir: «Yo produje toda esta fe por mi propia cuenta». No podemos decir: «Yo fui el causante decisivo de esta fe». Si decimos así, estamos jactándonos de una forma que no es bíblica. Aquí está el principio de 1ra a los Corintios 4:7: “¿Qué tienes que no recibiste?”. Nuestras manos deberían estar en nuestras bocas siempre que somos tentados a jactarnos de que fuimos los causantes supremos o decisivos de nuestra propia fe. Nuestra fe es un regalo y por esta razón queda cancelada nuestra jactancia sobre las ramas desgajadas.

2. ¿Qué es la Fe Salvadora?

¿Qué es la fe que nos une al olivo de las promesas de Dios y nos hace permanecer en él? Hemos visto cómo el origen de la fe cancela nuestro orgullo. Ahora, ¿cómo la naturaleza de la fe cancela el orgullo?

2.1. Primero quiero enfatizar que la fe salvadora tiene un contenido objetivo.

No nos salva la fe en general (vista como el poder de pensar positivamente). La fe debe conocer algunos hechos. Por ejemplo, consideremos Romanos 10:9: “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees [ahí radica la fe] en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo”. Existe un hecho: Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. La fe cree que ese hecho es verdadero. Si no creemos que es verdadero, no somos salvos.

O consideremos 2da a los Tesalonicenses 1:10. Pablo dice que Cristo regresará “para ser glorificado en sus santos, y para ser admirado entre todos los que han creído, porque nuestro testimonio ha sido creído por vosotros” (vea Hechos 22:15). La fe escucha el testimonio de Cristo relatado por los apóstoles y cree los hechos de este testimonio.

Anteriormente recomendé el libro de J. Gresham Machen,What is Faith? . Él dice:

“La Biblia ciertamente nos dice que la fe implica a una persona y a su propósito… Dios el Padre y el Señor Jesucristo…Pero…es imposible tener fe en una persona sin tener conocimiento de esa persona” [1925; reprint, Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1991, p. 46].

Pero no es suficiente hacer esa declaración sobre la fe para entender qué es la fe salvadora, porque el maligno mismo cree en los hechos históricos sobre Cristo (Santiago 2:19 dice: “Tú crees que Dios es uno, haces bien también los demonios creen— ¡y tiemblan!”). Y el maligno ciertamente cree que Jesús resucitó de entre los muertos. Por tanto, los hechos son necesarios, pero no son suficientes. Usted debe creer en los hechos verdaderos de Jesús para ser salvo, pero creer en estos hechos no le salva; y no destruye el orgullo. Es posible jactarse al conocer los hechos. Así que el lado objetivo de la fe no cancela el orgullo ni la jactancia.

2.2. Así que la segunda declaración sobre la fe salvadora es que ella no solo conoce sobre los hechos sino que confía en Jesús.

Pero, ¿qué significa esa declaración? Cuando decimos que confiamos en alguien, no queda claro lo que estamos diciendo hasta que explicamos lo que esperamos que esa persona sea o haga por nosotros.

Por ejemplo, si usted me pregunta: « ¿Confía usted en su esposa? » Yo diría que sí. Pero sería más correcto preguntar: « ¿Confío en ella para hacer qué? ¿Para saltar de un edificio? ¿Para cantar en un tono grave? ¿Confío en que no me envenenará? ¿Confío en que será fiel y no dormirá con ningún otro hombre? » Respuesta: «No, no, sí, sí». Entonces, ¿qué estoy diciendo? Estoy diciendo que cuando afirmamos que confiamos en alguien, necesitamos tener en mente lo que esperamos que ellos sean o que ellos hagan. No confiamos en un predicador para que nos recete antibióticos. Confiamos en que él nos enseñe la Palabra de Dios fielmente.

Esta verdad es realmente importante porque nos enseña que para lo que estemos confiando en una persona determina cómo es la experiencia de la fe. La experiencia de confiar en que una persona le ame como su esposo(a), será muy diferente a la experiencia de confiar en que el cartero le traiga el correo, o confiar en que su hijo llegue a casa temprano, o confiar en que su amigo(a) le dará un buen consejo. Todos estos actos de confianza implican diferentes experiencias emocionales.

Así que, la pregunta crucial para definir la esencia de la fe en Cristo Jesús es: ¿Para qué estamos confiando en él? Para lo que estemos confiando en él, determina lo que es nuestra experiencia de la fe. Mencionaré cinco razones por las que debemos confiar en Jesús si quisiéramos ser salvos. Este listado no es íntegro.

2.2.1. Debemos confiar en él para justificación.

Debemos confiar en que lo que él es e hizo es el fundamento único para nuestra aceptación con Dios. Ni siquiera necesitamos conocer el significado de la palabra “justificación”. Y no tenemos que pronunciar su significado bíblico preciso. Pero sí necesitamos saber que somos pecadores, que Dios es un juez justo, y que solo podemos ser aceptados por él mediante lo que Cristo es y lo que hizo. Confiamos en Cristo porque es el fundamento de nuestra aceptación con Dios; y no confiamos en nuestras propias obras. Gálatas 2:16: “También nosotros hemos creído en Cristo Jesús,para que seamos justificados por la fe en Cristoy no por las obras de la ley”. Confiamos en él para justificación.

2.2.2. Confiamos en él para vida eterna

1ra a Timoteo 1:16 dice Jesucristo demostró “[…] toda su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en él para vida eterna”. Esta verdad tiene un impacto enorme sobre lo que es la experiencia de la fe, a medida que nos arriesgamos por amor y enfrentamos nuestra propia muerte.

2.2.3. Confiamos en él para su bondad eterna.

Esta verdad aclara, simplemente, que la vida eterna es buena, y que no es un aburrimiento o una miseria. La palabra clave “bondad” está aquí en nuestro texto. Versículo 22: “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad”. ¿Qué significa permanecer en su bondad? Significa: confiar en él, para su bondad, cada día y para siempre. Permanecemos en su bondad al creer que él nos rodea, y nos sostiene todo el tiempo (en el dolor y en la alegría). El fundamento para esta confianza lo veremos en el próximo punto.

2.2.4. Confiamos que, en Jesús, Dios nos dará solo lo que es bueno para nosotros.

Y esta confianza está basada sinceramente en la cruz y no en nuestros méritos. Romanos 8:32: “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos concederá también con él todas las cosas?” El argumento es evidente: la cruz de Cristo garantiza que Dios nos dará todo lo que es bueno para nosotros. El hará que todas nuestras circunstancias (dolorosas y alegres) obren para bien. La fe salvadora confía en Dios para que todo obre en nosotros para bien.
¿Recuerda usted lo que le preguntamos a los candidatos al bautismo en agua? Le preguntamos:          « ¿Confía usted sólo en Jesús para el perdón de sus pecados y para el cumplimiento de todas las promesas de Dios para usted, en Cristo Jesús, y aún para la vida eterna? » La fe salvadora confía en Jesús para que todas las promesas de Dios sean nuestras en él.

2.2.5. Lo que nos lleva a la realidad suprema, la más esencial, que a menudo es abandonada, y que se refiere a por qué confiamos en Jesús.

¿Qué es la bondad de Dios? ¿Cuál es la esencia de la vida eterna? ¿Qué nos lleva a la justificación? ¿Cuál es el clímax o el fin de todas las promesas de Dios? La respuesta es: Dios mismo, dándose a sí mismo por nosotros para nuestro gozo eterno.

La bondad suprema de Dios, el significado supremo de la vida eterna, el final supremo de la justificación, lo esencial de cada promesa divina es conocer y disfrutar de la comunión con Dios mismo en Jesucristo. En 1ra de Pedro 3:18 dice: “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. Y Romanos 5:10-11 declara:  “Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida. 11Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. El fin de la salvación es el gozo en Dios.

Aquí tenemos la promesa suprema de Dios en Cristo: la fe salvadora cree en Cristo para el gozo en Dios mismo; y significa: aceptar a Dios, en nuestros corazones, como nuestra felicidad suprema, por medio de Cristo Jesús. La fe significa estar satisfechos con todo lo que Dios es para nosotros en Jesús.

Por tanto, cuando esta fe está en un ejercicio elevado, el orgullo, la jactancia, el antisemitismo, el racismo y el etnocentrismo son imposibles. ¿Por qué? Porque las personas en desesperación no se jactan, ni pueden jactarse de lo que les da el gozo que salva la vida. ¿Cuándo ha visto usted que un hombre muriendo de sed, al que se le ofrece una cantimplora de agua potable fría, diga: « yo merezco disfrutar de esta agua »?