Dios Permanece en Aquellos que Aman y que Confiesan

En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.

El texto comienza con las palabras: “En esto sabemos que permanecemos en Él (es decir Dios) y Él en nosotros”. Esta es la responsabilidad de Juan en toda la carta: enseñarnos cómo asegurarnos de que Dios permanezca en nosotros. ¿Están seguros de que Dios permanece en ustedes hoy? Él escribió esta carta para ayudarles a responder esta pregunta.

El claro objetivo de Juan

Consideren cuántas veces nos ha hecho pensar acerca de esto. Tal vez quieran poner una pequeña letra “s” por cada uno de estos versículos que significa seguridad.

  • 2:3 En esto sabemos que hemos llegado a conocerle.
  • 2:5b En esto sabemos que estamos en Él.
  • 3:10 En esto se reconocen los hijos de Dios.
  • 3:14 En esto sabemos que hemos pasado de muerte a vida.
  • 3:19 En esto sabemos que somos de la verdad.
  • 3:24b En esto sabemos que permanece en nosotros.
  • 4:2 En esto conocéis el Espíritu de Dios.
  • 4:6b En esto conocemos el Espíritu de la verdad.
  • 5:2 En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios.
  • 5:3 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.

Por lo tanto, en esta carta hay algo muy claro: Juan quiere que los cristianos estén seguros de algo. Quiere que tengamos confianza en algo. Quiere ayudarnos a deshacernos de nuestras dudas sobre algo.

¿De qué? ¿De qué quiere que estemos seguros?

Seguridad de que permanecemos en Dios

Nuestro texto (4:13) dice que quiere que estemos seguros de que permanecemos en Dios y que Dios permanece en nosotros. “En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros”. ¿Qué significa esto?

¿Seguridad de salvación o de madurez?

En la actualidad, hay algunos que enseñan que nuestra permanencia en Dios y la permanencia de Dios en nosotros se refieren simplemente a un estado avanzado de la intimidad entre Dios y el cristiano maduro. Dicen que se puede ser cristiano y aun así no permanecer en Dios y no tener a Dios permaneciendo en nosotros. Dicen que lo que Juan quiere que nos aseguremos no es de que de verdad hemos vuelto a nacer, sino de que estamos caminando en intimidad con el Padre.

Esta es una cita de un popular profesor evangélico:

El mundo irredento no conoce a Dios . . . y el creyente que alberga odio hacia otro creyente está ingresando a una equivalente esfera de oscuridad y muerte. De ninguna manera esto pone en cuestión su salvación, pero niega firmemente todo derecho de intimidad con el Padre y el Hijo. En el análisis final, a todo lo que se refiere la epístola de 1 Juan es a esta intimidad (1:3,4). (Zane Hodges, el Evangelio Bajo Asedio, 1981, p 65)

El motivo detrás de esta interpretación es el deseo de mantener la seguridad de salvación separada de la condición espiritual y moral del corazón y la vida del creyente. En otras palabras este profesor quiere ser capaz de darle a la gente la seguridad de salvación aun si, usando sus palabras, “alberga odio hacia otro creyente”. Y lo hace diciendo que cuando Juan presenta el texto del amor, está probando la madurez cristiana, no la salvación.

Dice que si equiparamos “permanecer” con “ser cristiano”,

el mensaje de la carta de Juan es irremediablemente poco claro. Las deducciones teológicas, que surgen como resultado, son fundamentalmente e irreconciliable hostiles al simple Evangelio Bíblico y a la oferta de la certeza de salvación que se basan únicamente en el testimonio y la promesa de Dios (p.66)

En otras palabras, si pensamos que el versículo 13 de nuestro texto de esta mañana tiene que ver con la salvación cuando habla de “permanecer en Dios y Dios en nosotros” entonces (dice él), nuestro punto de vista es hostil al evangelio. Porque para este profesor, el evangelio es la buena nueva de que podemos salvarnos por medio de una clase de fe intelectual que puede no cambiar las actitudes del corazón o no convertirnos en personas que aman.

La razón por la que explico esto con cierto detalle es que es un punto de vista sorprendentemente generalizado, viniendo como viene de un (¿antiguo?) bastión de la ortodoxia evangélica (Seminario Teológico de Dallas). Pero es un punto de vista de 1 Juan que, hasta donde sé, no tiene precedente significativo en la historia de la interpretación. Es un asunto extremadamente importante. Deben decidir si creen que la cuestión en 1 Juan (y particularmente en este texto) es la seguridad de salvación o la seguridad de la madurez e intimidad cristianas con Dios.

En la vid o en el fuego

¿Qué quiere decir Juan con permanecer en Dios y Dios en nosotros? ¿Es una segunda etapa íntima de cristianismo o es simplemente ser cristianos? Jesús dijo en Juan 15:6: “Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman”. Permanecer en Cristo no se refiere a un segundo nivel de madurez. Se refiere a si se está en la rama o en el fuego.

Confesar a Jesús es cristianismo básico

O lo que nos preocupa, consideremos el versículo 15 de nuestro texto: “Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”. ¿Se supone que de esto entendamos que la manera en que se logra la intimidad con Dios es confesando que Jesús es el Hijo de Dios? Seguramente no. Cuando Juan dice aquí que la evidencia de permanecer en Dios es que confesamos que Jesús es el Hijo de Dios significa que la confesión es la evidencia de que eres salvo. Confesar a Jesús como Hijo de Dios es cristianismo básico, no avanzado. Cuando Juan dice “Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios” no quiere decir que todo el que se inscribe en el equipo de softball consigue un homerun. Quiere decir que todo el que se inscribe en el equipo de softball está en el equipo. Permanecer en Dios es estar en el equipo. Todo el que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios se salva.

Confesar y creer

Aquí hay otra evidencia. Confesar que Jesús es el Hijo de Dios es lo mismo que creer en el nombre del Hijo de Dios. Pero vean cuál es la cuestión según lo que dice el 5:13. No es la cuestión de intimidad con el Padre. Es la cuestión de la vida eterna. “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. 3:15 dice que si confesamos a Jesús como Hijo de Dios, tenemos a Dios permaneciendo en nosotros. 5:13 dice que si creemos en el nombre del Hijo de Dios, tendremos vida eterna. Por consiguiente, lo que Juan quiere decir cuando habla de permanecer en Dios y Dios en nosotros es la posesión de la vida eterna, no las etapas avanzadas de la intimidad con Dios.

Si permanecemos en la vid, tenemos vida y damos fruto. Si no permanecemos en la vid, nos recogerán con las otras ramas secas y nos echarán al fuego. La cuestión es la salvación no la madurez (Comparar también 1 Juan 3:14 y Juan 5:24).

Señales de permanencia en Dios

Ahora miremos nuestro texto y veamos cuales son las pruebas o las señales de permanencia en Dios. Empecemos con 4:12, porque está relacionado estrechamente con el versículo 13. Lo que veremos es que hay referencias de permanencia en Dios y Él en nosotros en los versículos 12, 13, 15 y 16. Analicémoslo.

Amor mutuo

“A Dios nadie lo ha visto jamás [y entonces el problema es: ¿cómo se puede estar seguro de una relación con un Dios que no se puede ver? Respuesta:] Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros”. Podemos estar seguros de nuestra relación con Él porque el amor mutuo es la presencia misma de Dios en nosotros. Dios permanece en nosotros. Y como Dios es amor, su presencia en nosotros es el perfeccionamiento y la consumación de su amor en el amor entre nosotros.

El Espíritu de Dios

El versículo 13 repite esta misma verdad con palabras ligeramente diferentes: “En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu”. El amor que tienen por los hijos de Dios es una manifestación del amor de Dios dentro de ustedes. El Espíritu no fabrica simplemente amor como IBM fabrica computadoras o como un hombre viejo en Tarkpoima teje un sombrero de paja. El Espíritu lleva el fruto del amor, El fruto y el árbol son solo uno. El Espíritu es el amor de Dios.

Permanecer en el Amor

Los versículos 14 y 15 parecen una pausa en el flujo de pensamiento. Por lo tanto, saltémoslos por un momento y vayamos al 16: “Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído en el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él”. Acá volvemos al principio donde habíamos empezado. La experiencia de permanecer en Dios, es decir la experiencia de salvación, se manifiesta y se preserva al permanecer en amor. Que es lo mismo que dice el versículo 12: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros”.

Por lo tanto, el punto principal de estos versículos hasta ahora es que hay un aroma a Dios que no se puede ocultar. Es el aroma del amor. Cuando Él entra en la vida de ustedes, también entra el aroma. El aroma es la señal de la presencia salvadora de Dios y si lo huelen saben que está allí. Tienen la seguridad. Si no lo huelen, entonces pierden la seguridad y piden a gritos a Dios que haga abundar el amor en sus corazones.

La labor de Pablo entre los Tesalonicenses

Miren como Pablo peleó su batalla por el bien de sus iglesias en 1 Tesalonicenses. Él llegó y predicó el evangelio. Pero, ¿cómo tuvo la seguridad de que aquellos que respondieron a su mensaje eran realmente elegidos por Dios y nacidos de nuevo? Dice en 1:4 y sgtes.

Sabiendo, hermanos amados de Dios, su elección de vosotros, pues nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción; como sabéis qué clase de personas demostramos ser entre vosotros por amor a vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra, en medio de mucha tribulación, con el gozo del Espíritu Santo, de manera que llegasteis a ser un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya.
Por qué Pablo estaba seguro sobre la fe de ellos

¿De qué manera estaba seguro Pablo de que Dios había elegido a los convertidos de Tesalónica y de que su fe era genuina? Versículos 6 y 7: porque vio la evidencia de la obra del Espíritu Santo en el gozo de la fe aún en la aflicción y en la vida ejemplar que comenzaron a vivir y que todos veían. Lo describe en el versículo 3: recordamos “vuestra obra de fe, vuestro trabajo de amor y la firmeza de vuestra esperanza”. Una fe que soporta la aflicción y se manifiesta en amor fue la señal de genuinidad que Pablo estaba buscando.

Cómo oró Pablo por la iglesia de Tesalónica

Pero, 1 Tesalonicenses 3:10 nos muestra algo muy alentador sobre la manera que Pablo oró por esta iglesia. “Oré intensamente noche y día para que podamos ver vuestro rostro y que completemos lo que falta a vuestra fe”. Por lo tanto, la fe que él vio de ninguna manera fue perfecta. Sin embargo, fue verdadera. Él lo pudo ver.

Continúa orando por el amor de ellos en los versículos 11-12: “Ahora, pues, que el mismo Dios y Padre Nuestro y Jesús Nuestro Señor dirijan nuestro camino a vosotros; y que el Señor nos haga crecer y abundar en amor unos para otros y para con todos, como también lo hacemos para con vosotros”. En otras palabras el amor de ellos tampoco era perfecto. Pablo quiere que crezca. La fe que tenían era insuficiente y el amor necesitaba crecer, pero tanto la fe como el amor eran evidentes y verdaderos y le dieron a Pablo la seguridad de que Dios había elegido a los Tesalonicenses y empezó a hacer una buena obra en ellos, la cual completaría en la venida de Cristo.

El aumento de la fe y el crecimiento del amor de los Tesalonicenses

Ahora veamos 2 Tesalonicenses. ¿Fueron respondidas las plegarias de Pablo? Él dijo en 2 Tesalonicenses 1:3: “Siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe aumenta grandemente y el amor de cada uno de vosotros hacia los demás abunda más y más”. Sus oraciones, desde luego, estaban siendo respondidas. Había incluso buena evidencia de que Dios había elegido a estas personas y estaba obrando en ellas: su fe estaba aumentando y su amor creciendo.

La evidencia de salvación (que Dios permanece en ustedes y ustedes en Dios) no es una fe perfecta o un amor perfecto. La evidencia es que la corriente de sus afectos fluya hacia Dios, para que Dios sea el gozo, aún en la tribulación, y el amor sea la obra de sus vidas, aún hacia sus enemigos. Sin embargo, cuando miran sus vidas y ven que hay lugar para mejorar, no lleguen a la conclusión de que Dios no permanece en ustedes. Hagan lo que hizo Pablo: oren y envíense a ustedes mismos una carta (como 1 Tesalonicenses).

Resumen del pensamiento de Pablo sobre los Tesalonicenses

2 Tesalonicenses 2:13 da un resumen excelente del pensamiento de Pablo sobre los Tesalonicenses: “Pero, nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados en el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para la salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”.

Pablo pudo saber que Dios los había elegido para que se salvaran, porque la manera de salvar de Dios es “mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. Por eso, cuando Pablo vio estas dos cosas: santificación y fe, supo que era una verdadera obra de Dios. Cuando vio el aumento de la fe bajo persecución y el crecimiento del amor incluso por los forasteros (1 Tesalonicenses 3:12; 5:15), sintió la seguridad de que habían sido elegidos por Dios, salvados y destinados a la gloria. (2 Tesalonicenses 2:14).

La respuesta a la pregunta sobre la seguridad

Tanto si leemos a Pablo como si leemos a Juan, la pregunta sobre la seguridad es respondida de la misma manera: ¿vemos las evidencias de la santificación y de la fe en la verdad? De hecho, es sorprendente lo cerca que están Pablo y Juan en esta cuestión.

Cuando Pablo dice que mira en ellos la santificación y la fe en la verdad, quiere decir que busca el crecimiento del amor y el aumento de la fe (2 Tesalonicenses 1:3). Pero, estas son las dos mismas evidencias que Juan nos hacía notar. Recuerden que lo resume en 1 Juan 3:23: “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado. El que guarda sus mandamientos permanece en Él y Dios en él”. Por lo tanto, si obedecen su mandamiento de amar y de creer, pueden tener la seguridad de que Dios permanece en ustedes y que fueron elegidos por Dios y salvados. Esto es como “la santificación y la fe en la verdad” de Pablo.

(Y así como Pablo lo llamó santificación por medio del Espíritu, también Juan lo hace en el versículo siguiente [3:24], dice: “Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado”. Tanto para Pablo como para Juan el amor y la fe derivan del Espíritu. Por eso es que Pablo da gracias a Dios cuando ve amor y fe en los convertidos [2 Tesalonicenses 2:13] y por eso es que el amor y la fe son la prueba de que Dios permanece en nosotros y nosotros en Dios).

Cómo se relaciona la confesión de Cristo

Volvamos a nuestro texto y veamos los versículos que obviamos (1 Juan 4:14-15). Dije que parecían romper el flujo del pasaje. En los versículos 12 y 13, el pasaje comienza con el amor y el Espíritu asegurando que Dios permanece en nosotros. Y el pasaje termina en el versículo 16 con la afirmación que “el que permanece en amor, permanece en Dios y Dios permanece en él”. Pero, en el medio parece que Juan deja el tema del amor entre nosotros y toma el tema de nuestra confesión de Cristo.

En el versículo 14, dice que él y los otros apóstoles “han visto y dan testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el salvador del mundo”. Esto es justo lo que dijo en 1:2: “la vida fue manifestada y nosotros la hemos visto y damos testimonio”. Juan fue un testigo de la vida perfecta y de los milagros, muerte y resurrección del Señor Jesús. Por lo tanto, da testimonio de lo que ha visto y oído: “El Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo”. Eso es el versículo 14.

Luego en el versículo 15, Juan dice: “Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”. En otras palabras, la evidencia de si permanecen en Dios y Dios en ustedes es como responden al testimonio de Juan de que el Padre ha enviado al Hijo. Si responden con una calurosa aceptación, entonces Dios permanece en ustedes. Es lo mismo que dijo en 4:6: “El que conoce a Dios nos oye, el que no es de Dios no nos oye”. Por consiguiente, en el versículo 14, Juan puede dar testimonio de que el Padre envió al Hijo y luego en el versículo 15 dice que si “escuchan” esto y lo confiesan (es decir, si lo aceptan calurosamente), entonces son de Dios, el Espíritu de la verdad mora en ustedes, Dios permanece en ustedes y ustedes en Dios. Confesar a Cristo como Hijo, es la prueba de que Dios permanece en ustedes.

Cuando nos alejamos de nuestro texto y lo analizamos como un todo, lo que vemos es una prueba doble de la autenticidad espiritual – la misma prueba doble que vimos en Pablo y en 1 Juan 3:23-24, es decir la prueba de amar y de creer.

Los versículos 12 y 15 dan el mejor resumen de las afirmaciones de estos dos textos. Versículo 12: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros”. Versículo 15: “Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él”.

Aplicando las dos pruebas a nuestras vidas

Concluyamos aplicando estos dos textos a nuestra propia vida

  1. La prueba de escuchar y confesar la verdad del testimonio de los apóstoles de que Jesús es el Hijo de Dios.
  2. Y la prueba de amarnos unos a otros.

Déjenme sugerirles tres preguntas para cada texto. Háganse estas preguntas:

1. La prueba de escuchar y confesar

1.1. ¿Se predispone el corazón de ustedes al testimonio de los apóstoles y los profetas? Es decir ¿tienen un anhelo perseverante de leer la Biblia o de escuchar la Palabra de Dios?

La pregunta no es: ¿Nunca tienen épocas estériles de indiferencia? La pregunta es: ¿Tienen sus corazones el deseo, habitual, permanente, de unirse a María a los pies de Jesús y hacer lo que es necesario, es decir, escuchar (Lucas 10:42)?: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen” (Juan 10:27; cf.f10:16; 18:37) ¿Anhelan escuchar las enseñanzas de Jesús y las de sus apóstoles sobre Él?

1.2. ¿Cuándo sus corazones se enfrían y se alejan de la Palabra de Dios, sienten una culpa piadosa que los humilla y los vuelve a llevar, quebrantados, a la cruz para ser perdonados y renovados?

1.3 ¿Cuándo escuchan el testimonio de las Escrituras de que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo, confiesan sus corazones la verdad? ¿Afirman gustosamente la divina grandeza de Cristo y cuán merecedor es de confianza, admiración, lealtad y obediencia? ¿Exaltan sus corazones a Cristo como lo más grande de todo? Porque, seguramente, eso es ser “Hijo de Dios”.

2. La prueba de amarse unos a otros

2.1. Cuándo escuchan una descripción de amor como en 1 Corintios 13 o cuando contemplan el ejemplo de la vida de amor de Cristo ¿se llenan sus corazones del anhelo de ser así y resuelven con firmeza dominar actitudes y comportamientos indiferentes?

2.2. Cuándo fallan en la decisión de amar, ¿esto les aflige y los lleva quebrantados a la cruz para suplicar perdón y buscar las nuevas fuerzas para volver a amar?

2.3. ¿Es la tendencia y el modelo de sus vidas vivir por el bien eterno de otras personas, o sus pensamientos, sueños y elecciones diarias generalmente tienen como objetivo simplemente sentirse cómodos y valorados?

La prueba más importante

Esta prueba es más importante que cualquier otra que puedan tomar. En definitiva, la vida eterna depende de si pasan la prueba o no.

Si estas preguntas los hacen dudar de si Dios permanece en ustedes, entonces oren conmigo la siguiente plegaria:

Ten piedad de mí, Oh Señor, porque sé que mis faltas y mis pecados están siempre delante de mí. Tiendo a abandonarte y seguir otras cosas. Los ojos de mi corazón han estado ciegos y no he visto o estimado tu verdad y gloria como debía. Me siento desamparado, Oh Señor. Líbrame, te suplico, del engaño terrible de mi propio corazón. Crea en mí un corazón limpio, Oh Dios, y dame un espíritu que esté dispuesto a creer en la verdad y en la gracia de Jesucristo. Lléname de gozo y paz a través del perdón de su cruz y de la promesa de vida eterna. Y líbrame del egoísmo y del orgullo para que pueda amar de la misma manera que Él ama. En tu gracia encomiendo mi vida, Dios misericordioso. Desde ahora en adelante no me consideraré dueño de mí mismo. Me entrego a Jesucristo, mi Salvador y mi Señor. Amén.