Santificado Sea Tu Nombre: En Toda La Tierra

Semana de las Misiones

“ Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

“ Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, orad de esta manera:

“ Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan nuestro de cada día.
Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
Y no nos metas en tentación
mas líbranos del mal.

“Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.”

Hace siete semanas empezamos una serie de mensajes sobre el nombre de Dios. Fue inspirado por el Salmo 9:10, “En ti pondrán su confianza los que conocen tu nombre.” Cuanto mejor conozcamos el nombre de Dios, más confiaremos en él. Y cuanto más confiemos en él, más riesgos estaremos dispuestos a tomar por el bien de su gloria. Y cuantos más riesgos estemos dispuestos a tomar por el bien de su gloria, seremos más atrevidos en nuestro testimonio, seremos menos dependientes en nuestras comodidades materiales, y estaremos más preparados para presentarnos voluntarios para dar servicio activo en la linea de fuego.

Las series han sido en verdad un preludio ampliado de la Semana de las Misiones. Estoy convencido de que un gran movimiento misionero comienza no con una nueva visión del Mundo sino con una nueva visión de Dios - y después, del Mundo. Cuando hablamos con David y Faith Jaeger el pasado Miércoles por la noche en Liberia, David transmitió este mensaje alto y claro.

Dijo que lo que es más importante que todas las preparaciones para misiones es tener confianza en la soberanía de Dios. Nos leyó Juan 6:37 y 44 como los grandes textos de esperanza misioneros: “ Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera... Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió” La clave para un nuevo movimiento misionero en la BBC, en nuestra conferencia, y en todo el mundo es una nueva visión de la majestad y soberanía de Dios, y su propósito de reunir para si mismo personas redimidas de todas las tribus, lenguas y naciones.

La Plegaria del Señor y el Nombre de Dios

El texto para esta mañana es el bien conocido “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.”

  1. Primero examinaremos qué es este nombre que debemos santificar.
  2. Después nos preguntaremos que significa santificar este nombre.
  3. Y finalmente nos preguntaremos “¿Para quién rezamos cuando decimos estas palabras?”

1. ¿Qué es Su nombre?

Me gusta pensar en la revelación bíblica de Dios como la punta de un iceberg flotando en un océano de misterio. El 90% de la majestad de Dios se encuentra bajo la superficie de la revelación. Y la punta del iceberg desvelada en Escritura es tan alta que se pierde de vista entre las nubes, más allá de la habilidad de cualquier persona para comprenderla completamente. Sólo una décima parte de su carácter nos es dada en este tiempo para que la contemplemos, e incluso esa parte es tan grande que nunca agotaremos su riqueza.

Siete Destellos de el Nombre de Dios

Por favor no piensen que en estos ocho mensajes pretendo haber escalado todos los picos del iceberg. Hay grandes áreas que siguen inexploradas. Pero aquí resumidos, están los siete destellos que hemos visto sobre el nombre de Dios durante las últimas siete semanas.

  1. Dios dijo a Moisés. “ YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.” (Exodo 3:14, LBLA). Lo más fundamental que se puede decir sobre Dios es que él es. Y lo más asombroso para nuestra imaginación es que él nunca tuvo un comienzo. El simplemente es -por toda la eternidad.
  2. Dios dijo Moisés otra vez, “proclamaré el nombre del SEÑOR delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión.” (Exodo 33:19, LBLA). En el corazón del nombre de Dios se halla la realidad de su libertad soberana. Él hace sus decisiones en base a su propia sabiduría infinita. Solo él en el universo entero es auto-determinado.
  3. Otra vez Dios dijo a Moisés, “y me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como DIOS TODOPODEROSO,” (Exodo 6:3, LBLA). Dios no sólo existe en libertad soberana, tiene poder infinito, y es por eso que no puede fallar en ninguna de sus decisiones libres. La omnipotencia es la garantía de su fidelidad.
  4. Cuándo Dios bajó al Monte Sinaí por segunda vez, lo primero que hizo fue declarar su nombre: “ El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado” (Exodo 34:6-7, LBLA). Así que aprendemos en el Monte Sinaí que la existencia, la libertad y la omnipotencia de Dios permanecen al servicio de su piedad y su amor.
  5. En el Apocalipsis (21:6, LBLA) Dios le dice a Juan “Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin.” Cada ser humano, pequeño o grande, tuvo su comienzo en Dios. Pero lo que es aun más importante es que tendrán su fin en Dios. Dios es el Omega de todos. Todos nos encontraremos con él ya sea como fuente de la vida o como lago de fuego.
  6. Dios le dice a Isaías “Soy el Alto y Sublime, cuyo nombre es Santo” (57:15). Él es santo. Él está por encima y separado de todo aquello que es corriente y ordinario, porque el tiene un valor extraordinario. Monedas, sellos y diamantes tienen valor proporcionalmente a su rareza. Si son únicos, separamos estas monedas, sellos y diamantes de los corrientes y los ponemos en algún sitio separado. Así que Dios habita un lugar infinitamente más elevado que nuestro mundo común. Y la maravilla del evangelio es que en Cristo Dios se acerca para morar con los santos quebrantados y humildes.
  7. Finalmente, Dios dice otra vez en el Monte Sinaí, “no adorarás a ningún otro dios, ya que el SEÑOR, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso;” (Exodo 34:14, LBLA). Dios nos creó para amarle y gozar de él, y él siente una indignación santa cuando nuestros corazones son atraídos a amar y gozar más a otras cosas.

Así que la punta del iceberg que hemos visto en estas siete semanas es sin embargo, mucho. Nuestro Dios existe por toda la eternidad, es libre, es omnipotente, es misericordioso, es el principio y el final de toda persona que vivirá jamás, el es santo, y es celoso por todo nuestro afecto. Ese es su nombre.

Pedirle a Dios Hacer lo que ya Quiere Hacer

Ahora en el Padre Nuestro, Jesús enseña que la primera prioridad en la oración es pedir que el nombre de nuestro Padre divino sea santificado. “ Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.” Hay que prestar atención a que esto es una petición o una solicitud. No es una declaración (a diferencia de lo que yo mismo creí durante años). Es una petición a Dios para que él haga que su propio nombre sea santificado.

Es como otro texto misionero en Mateo 9:38 donde Jesús nos dice que debemos orar al Dios de la cosecha para que envíe obreros a su propia cosecha. Nunca deja de asombrarme que nosotros, los obreros, deberíamos estar instruidos a pedir al dueño de la granja, que sabe como cosechar mejor que nosotros, añadir más manos obreras. Pero no es esto lo mismo que tenemos aquí en el Padre Nuestro – Jesús pidiéndonos que le pidamos a Dios, que es infinitamente celoso del honor de su propio nombre, que haga que su nombre sea santificado. Es asombroso, pero así es. Y nos enseña dos cosas.

Dos Cosas que Esta Sorprendente Petición Nos Enseña

La primera es que la oración no mueve a que Dios haga cosas que él no está inclinado a hacer. Él tiene toda intención de hacer que su nombre sea santificado. Nada está más alto en la lista de prioridades de Dios.

La otra es que la oración es la manera de Dios para traer nuestras prioridades en línea con las suyas. Dios desea hacer grandes cosas como consecuencia de nuestras oraciones cuando nuestras oraciones son la consecuencia de sus grandes propósitos. Poned vuestro corazón en línea con el celo de Dios por santificar su nombre, y oraréis con gran efecto. Dejad que vuestra oración primera y más determinante sea para santificar el nombre de Dios, y vuestras oraciones serán conectadas en el poder del celo de Dios.

2. ¿Qué Significa Santificar Su Nombre?

Debemos hacernos esta pregunta, ¿Qué significa la palabra “santificar”? ¿Qué estamos pidiéndole a Dios cuando le pedimos que su nombre sea santificado?

Tratar a Dios Como Santo

La palabra “santificar” significa consagrar. El mismo nombre en griego está tras de las dos palabras en Español. Jesús nos pide que oremos. “Santificado sea tu nombre”. Santificar puede significar hacer santo o tratar como santo. Cuando Dios nos santifica, significa que nos hace santos. Pero cuando nosotros santificamos a Dios, significa que le tratamos como santo.

Así que Jesús nos enseña a rezar para que Dios haga que su nombre sea tratado como santo. Y nuestra pregunta se convierte en ¿qué significa tratar a Dios como santo? ¿Qué le estamos pidiendo a Dios que haga cuando oramos para que él haga que su nombre sea tratado como santo?

Cuatro Escrituras que Hablan de Tratar a Dios como Santo

Para responder a esta pregunta, he encontrado cuatro sitios en las Escrituras donde aparecen las palabras “santificar”, “consagrar”, o “tratar como santo” se usan en relación a Dios. Cada una de estas nos da una idea de que significa santificar el nombre de Dios.

1. Números 20:12

Números 20:12. Mientras la gente de Israel deambulaba por el desierto, hubo un tiempo en que no tenían agua. Y la gente se quejaba contra Moisés. Pero Dios le dijo a Moisés que hablara con la roca para conseguir agua para el pueblo. Pero el espíritu de Moisés estaba amargo,así que habló a la roca ásperamente y la golpeó dos veces con su vara.

El agua viene, pero también las palabras duras de Dios a Moisés: “Como no has creído en mi, a fin de tratarme como santo (o santificarme) delante de la gente de Israel, no conducirás a este pueblo a la tierra que les he dado.”

Centrémonos en estas palabras: “Como no has creído en mi, a fin de tratarme como santo (o santificarme).” Estas palabras nos dan la primera respuesta a la pregunta de qué significa santificar o tratar como santo el nombre de Dios. Significa creer en él. La primera manera de tratar a Dios como sagrado es creer en lo que dice. En vez de tener una confianza pacifica en el poder de Dios para responder a una simple palabra, Moisés fue amargo e impulsivo. Dios no es santificado cuando nuestro espíritu no está puesto en confianza y paz en su palabra.

Juan dijo, “ el que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso” (1 Juan 5:10, LBLA). Cuando haces a alguien mentiroso, estás profanando su nombre. Eso es lo contrario a tratarle como santo. La falta de confianza en Dios es el opuesto exacto a santificar su nombre. Lo primero que queremos decir, cuando rezamos para que Dios haga que su nombre sea santificado, es que el cause que la gente crea en él. “Santificado sea su nombre” significa “Que sea creída tu palabra”.

2. Isaías 8:12-13

Un segundo texto que explica lo que significa santificar el nombre de Dios es Isaías 8:12-13 (cf. 1 Pedro 3:14-15). Dios le habla a Isaías y le advierte de que no se vuelva como la gente de Israel. “No digáis: "Es conspiración", a todo lo que este pueblo llama conspiración, ni temáis lo que ellos temen, ni os aterroricéis. Al Señor de los ejércitos es a quien debéis tener por santo. Sea El vuestro temor, y sea El vuestro terror.”

¿Cómo santificamos el nombre de Dios según este texto? Lo santificamos cuando no tememos lo que otros hombres temen, sino tememos a Dios. Significa, de forma muy práctica, que cuando Dios te pide que tomes partido en una situación hostil y le defiendas a Él, temas más contrariar a Dios de lo que temes la hostilidad de otros hombres.

¡No tengas miedo de perder tu casa, tu esposa, tus hijos, tu cuenta bancaria o tu prestigio! Ten miedo de la posibilidad de decirle no a Dios. Él te compensará por todas tus perdidas terrenales cuando le obedezcas. Pero cuando decidas oponerte a su voluntad, nadie podrá compensar las consecuencias eternas de ese acto.

Así que cuando rezamos “Santificado sea su nombre” queremos decir “Señor, haz que tu nombre sea temido.” O, más exactamente “Padre, haz que la gente tenga tal visión superior de ti, que sería mucho más terrible perder tu aprobación que perder cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.”

3. Levítico 22:31-32

El tercer texto que trae luz al significado de santificar el nombre de Dios es Levítico 22:31-32 (LBLA). “Así, pues, guardaréis mis mandamientos y los cumpliréis; yo soy el SEÑOR. No profanaréis mi santo nombre, sino que seré santificado entre los hijos de Israel; yo soy el SEÑOR que os santifico.”

Santificamos el nombre de Dios cuando seguimos sus mandamientos. Profanamos el nombre de Dios cuando rompemos sus mandamientos. Así que cuando oramos, “Padre, santificado sea tu nombre” queremos decir “Padre, haz que tus mandamientos sean obedecidos.” “Santificado sea tu nombre” significa “Que tus mandamientos sean obedecidos.”

4. Levítico 10:3

Un último texto para ilustrar el significado de santificar el nombre de Dios es Levítico 10:3. “Entonces Moisés dijo a Aarón: Esto es lo que el Señor habló, diciendo: “Como santo seré tratado por los que se acercan a mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado.”

Este texto parece decir que Dios mostrándose a si mismo como santo y ser glorificado son virtualmente la misma cosa. Así que cuando oramos “Santificado sea tu nombre”, también queremos decir “Glorificado sea tu nombre”.

Pongamos todo lo que hemos visto hasta ahora en resumen. “Santificado sea tu nombre” es una petición, no una declaración. No estamos diciendo “Señor, ¡tu nombre es santificado!” sino que estamos diciendo, “Señor, ¡haz que tu nombre sea santificado!”. Lo que quiere decir, haz que tu palabra sea creída, haz que tu desagrado sea temido, haz que tus mandamientos sean obedecidos, y haz que te glorifiquen. Santificamos el nombre de Dios cuando creemos en él, le veneramos, le obedecemos y glorificamos.

3. ¿Para Quién Oramos?

La gran pregunta que nos queda es: ¿Para quién oramos cuando oramos “Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”? ¿Qué corazón le pedimos a Dios que cambie cuando oramos “Padre, haz que su corazón crea en ti, te tema, te obedezca y te honre”? Si tomamos la pista de las siguientes dos peticiones en la plegaria del Señor, creo que oiremos dos respuestas.

Nosotros Mismos y la Gente en la Tierra no Alcanzada por la Palabra de Dios

Una respuesta es que oramos para nosotros mismos. La otra respuesta es que oramos para difundir el Evangelio a las personas de la tierra que no han sido alcanzadas por la palabra de Dios.

Después de enseñarnos a orar para que el nombre de Dios sea santificado, Jesús nos enseña a orar: “Venga tu Reino, hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo.” Cada una de estas peticiones tiene una dimensión tanto personal como mundial.

La Dimensión Personal

Por ejemplo, en Mateo 6:33, Jesús nos ordena buscar el Reino de Dios antes que buscar comida y ropa. En otras palabras, debemos buscar que Dios sea el Rey y Soberano de nuestras vidas en el ahora. Su reino es una realidad presente dondequiera que él gobierne como Rey. (Ver Mateo 12:28.)

Así que cuando oramos: “Señor, venga a nosotros tu Reino,” queremos decir “Señor, reina en mi vida. Se mi rey. Toma la victoria por encima de mi ansiedad por las necesidades de la vida.” Esta es la dimensión personal de la venida de su Reino.

La Dimensión Mundial

Tan importante como la dimensión personal, es la dimensión mundial. Jesús dijo a sus discípulos en la Última Cena (en Lucas 22:18, LBLA), “Os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios .” En otras palabras, la venida del reino no es solamente una experiencia espiritual presente, sino también un acontecimiento histórico futuro. Se refiere al tiempo en que el Rey vendrá en gloria con sus ángeles entre llamas intensas y reunirá a sus elegidos des de los cuatro vientos, y establecerá su reino en la Tierra.

Jesús lo describió en Mateo 13:41-43, “ El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad; y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.”

Así que cuando rezamos, “Venga a nosotros tu Reino”, le estamos pidiendo a Dios que traiga la historia a su fin y que establezca su reino en la Tierra. ¿Y quién será parte de su reino? Escucha a lo que Juan describe en Apocalipsis 5:9-10, “Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de todo linaje y lengua y pueblo y nación, Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.”

Cuando el reino por el que oramos en el Padre Nuestro venga, estará compuesto por gente rescatada que Cristo ha redimido de toda tribu, lengua, pueblo y nación sobre la tierra. Por eso cuando oramos “Venga tu reino” le estamos pidiendo a Dios que extienda su brazo poderoso para completar el propósito de las misiones del mundo – concretamente la reunión de entre todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones.

Así que la respuesta a la pregunta ¿Para quién oramos cuando decimos “Santificado sea tu nombre”, es sencilla. Estamos orando no solo para nosotros mismos, sino por aquellos pueblos, lenguas y naciones del mundo que aún no han escuchado el mensaje del evangelio. El propósito de Dios es ser santificado: creído, temido, obedecido y glorificado por los redimidos de todos los grupos de personas de la tierra.

“Hágase tu Voluntad en la Tierra como en el Cielo”

Lo mismo sucede cuando nos centramos en la tercera demanda del Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

En el nivel personal significa: “Por favor Señor, haz que obedezca tu voluntad de la misma manera que los ángeles la obedecen en el cielo. (Salmo 103:21, “Bendecid al Señor, todos sus ejércitos, que le servís haciendo su voluntad.”) Ayúdame a hacer tu voluntad de manera impecable y a hacerla con la misma pasión e íntegra devoción que ellos poseen. Haz de mi obediencia una obediencia celestial.”

Pero a nivel mundial, el significado es mucho más grande. En el cielo no hay nada más que obediencia a la voluntad de Dios. Así que cuando oramos “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, estamos orando para que la tierra sea ocupada sólo por personas que hacen la voluntad de Dios de la misma manera que los ángeles lo hacen en el cielo.

En otras palabras, estamos orando para que el reino de Dios venga. Estamos orando para que la tierra se llene del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar. (Habacuc 2:14). Oramos para que la causa de las misiones en el mundo prosperen en nuestro día para que todos aquellos rescatados de cada tribu, lengua y nación sean alcanzados y agrupados, y que el Rey venga. ¿Para quién rezamos cuando decimos “Santificado sea tu nombre”? Para aquellos que no han sido alcanzados por la palabra de Dios y para nosotros mismos, para que Dios nos ayude a llegar a ellos.

Tres Implicaciones

Dejadme finalizar con tres cortas implicaciones para nosotros.

1. Haz de la Principal Prioridad de Dios tu Principal Prioridad

Primero, ya que la primera de las tres peticiones del Padre Nuestro nos da cual es la prioridad del corazón de Cristo, deberíamos aprender que la principal prioridad de Dios es hacer que su nombre sea santificado en toda la Tierra. Si esa es la principal prioridad de Dios, debería ser nuestra principal prioridad – que Dios sea creído, temido, obedecido y glorificado por gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. La consumación de nuestra dicha en Dios será alcanzada cuando su nombre sea santificado en toda la Tierra.

2. Ora Para que Esas Prioridades se Hagan Realidad

Segundo, aprendemos que la oración es la raíz de todo verdadero avance misionero. Jesús nos enseña sus prioridades en forma de oración porqué quiere que oremos para que esas prioridades sean realidad. Si el reino viene durante nuestra vida, será porque la iglesia de Jesucristo en todo el mundo ha empezado a tomar en serio el Padre Nuestro. Será porque habremos reconocido que las oraciones “Santificado sea tu nombre” y “Envía obreros a tu cosecha” son la misma plegaria, y son una orden directa del Señor Jesús. Si 90 por 90 se convierte en una realidad en Bethlehem, será porque está apoyada por un movimiento de oración coordinada, con el distintivo de “Santificado sea tu nombre en toda la tierra!”

3. Busca que Su plegaria Tenga Respuesta en Tu Vida.

La implicación final emerge cuando consideramos que la evangelización del mundo no está terminada aún. El propósito de Dios al llamar una novia rescatada de cada tribu, lengua, pueblo y nación aún no ha sido cumplida.

El próximo Viernes y Domingo Ralph Winter estará con nosotros para hablar del amanecer de la era final en la evangelización del mundo. Habla en términos de 17.000 grupos de personas en el mundo que aún no han sido alcanzadas por la palabra de Dios. Esos son grupos culturalmente diferenciados que no se pueden alcanzar a través del evangelismo de sus vecinos, y deben ser alcanzados por misioneros interculturales.

Pero vamos a suponer que eres escéptico acerca de esos números. Simplemente considera las estadísticas más conservativas de la Enciclopedia Cristiana del Mundo de 1980. Dice que hay 432 grupos etnolinguísticos mayores en el mundo. De esos 81 (el 19%) tienen poblaciones en donde menos del 1% afirma ningún tipo de asociación con la Cristiandad. Esos 81 grupos son 1,7 miles de millones de personas – Aproximadamente un tercio de la población mundial.

De esos 81 grupos, 43 están listados en la enciclopedia como con un 0.00% de Cristianos. Hablan 220 idiomas diferentes, y solamente 54 de ellos tienen Escrituras escrita. Así que aunque veas el mundo dividido en 432 grandes grupos etnicolinguísticos, en vez de 20.000 grupos de personas, la comisión de nuestro Señor y el propósito de su oración no están completos.

Es por eso que encargo esta misión a nuestra iglesia. Si aspiramos a ser obedientes al Señor, debemos tratar de que su oración tenga respuesta en nuestras vidas. Debemos santificar su nombre más profundamente. Debemos creer, temer, obedecer y glorificar su nombre con una nueva intensidad. Debemos estar dispuestos a ir dondequiera que él nos guíe. Debemos simplificar nuestras vidas para liberar tiempo y dinero para las últimas décadas de estos esfuerzos de guerra. Debemos trabajar y convertir Bethlehem en un campamento de entrenamiento y una base de operaciones y centro de reclutamiento. Y debemos estar tan cautivados por el amor y la majestuosidad de Dios que no haya felicidad más poderosa en nosotros que la felicidad de contar todo como pérdida por el bien de Cristo.