Aquél que tiene al Hijo, tiene la Vida

Este es el que vino mediante agua y sangre, Jesucristo; no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios: que Él ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a su Hijo. Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.

Habría querido estar con John Melin cuando murió. Fui a verlo a eso de las 5 de la tarde del viernes. No iba a poder vivir mucho más de unas horas. Así que volví a eso de las siete y cuarto.

Augustana Home estaba callada en el cuarto piso. El compañero de habitación de John, evidentemente dormía. Me senté al lado de la cama de John y tomé su nonagenaria mano. Sus vidriosos ojos estaban entornados y su aliento parecía la respuesta mecánica a un marcapasos que alguien se olvidó de apagar una vez que todo lo demás había dejado de funcionar.

Pero nunca se sabe. ¿Había sido liberado de su cuerpo ya para reunirse con el Señor? Quizás. Pero aunque éste fuera el caso, creo que el Señor le permitió oír lo que dije.

Yo quería estar con él cuando muriera. Así que oré. “Señor llévatelo ya. Llévatelo de mis manos. Déjame que te lo entregue -como un leal soldado raso lleva a uno de sus sargentos fallecidos ante el comandante”. Pero él continuó respirando.

Estar con los santos cuando mueren

Me encanta estar con los santos cuando mueren. Es como si caminara hacia una puerta que, para la mayoría de la gente, está muy distante y que a otros da mucho miedo. Tengo dos motivos. Quiero mantenerme vigilante contra el diablo, que disfruta aterrorizando a los santos en el momento de su muerte. Quiero permanecer al lado de los heridos y pelear por ellos con la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Quiero asegurarme de que cruzan la puerta sin problemas.

Pero además tengo otro motivo para esperar y estar con los santos cuando mueren. Tengo la esperanza de algún día poder ver por un instante a través de esa puerta. Creo que si me mantengo en guardia lo suficiente, lograré ver algo de aquello de lo que Pablo habla cuando dice, “Partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor”. No puedo dejar de pensar que cuando un alma deja la vida de un santo, el mismo Cristo se encuentra muy cerca.

Te sientas y esperas que cada aliento sea el último. Y la mente se vuelve al sermón que tendrás que dar el domingo. Y recuerdas que acaba con el verso, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”.

Y oras: “Señor, ¿Qué debo decirle a la gente el domingo para que entienda la inmensidad del valor de la Vida Eterna?” Si pudiera traerlos conmigo en este momento. Si pudieran estar aquí y me escucharan y me vieran mientras recito el Glorioso Evangelio en la arrugada oreja de John Melin:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros, que sois protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo. En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; a quien sin haberle visto, le amáis, y a quien ahora no veis, pero creéis en El, y os regocijáis grandemente con gozo inefable y lleno de gloria, obteniendo, como resultado de vuestra fe, la salvación de vuestras almas. (1 Pedro 1:3-10)

Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos. (Romanos 14:7-9)

Y entonces acercarme a su oído y cantar- y orar para que también él cante ya sea muriendo aquí o viviendo en el cielo:

Cuando llevemos diez mil años allí. Brillando con destellos como el sol,
No nos quedarán menos días para cantar las alabanzas a Dios
Que cuando acabábamos de empezar.

John Melin murió ayer a las 8:00 de la mañana.

No hay nada más importante que alcanzar la vida eterna

Queridos todos, le pido a Dios que hoy sintáis que no hay nada más importante que alcanzar la Vida Eterna. El verano está lleno de sutiles engaños. Empezamos a pensar más en nuestro cuerpo, por ejemplo, porque durante el verano se nos ven más partes de nuestro cuerpo. Así que nos planteamos si tenemos un buen bronceado. Nos preguntamos si estaremos más rellenitos. ¡Empezamos a pensar que estas cosas son importantes!

Cuando te mires en el espejo hoy para ver cómo está tu bronceado, o si tu piel está tersa, acuérdate de John Melin. El hecho de no estar bronceado ayer por la mañana, no supuso ninguna diferencia para él. El hecho de que sus músculos estuvieran descolgados de sus huesos como hojas de papel mojado, no supuso ninguna diferencia para él. Hubo algo que sí fue importante: Él tenía vida eterna porque él tenía al Hijo. ¡Y aquél que tiene al Hijo, tiene vida!

¿Cómo puedo alcanzar la vida eterna?

El texto de esta mañana tiene bastantes aspectos desconcertantes. Puede que algún día regresemos a ellos. Pero me parece que un mensaje sobre este texto debería enfocarse en un hecho completamente crucial. Este hecho está muy claro, y es la cuestión: ¿Cómo puedo alcanzar la Vida Eterna? Según Juan, Dios mismo ha dado testimonio en respuesta a esta pregunta.

Los versos 11-12 nos muestran el contenido del testimonio de Dios. No solemos pensar en que Dios nos testifica. Solemos vernos a nosotros mismos dando testimonio por Él. Sin embargo, los versos 11-12 describen el contenido del testimonio de Dios. Si alguna vez llegase a haber algún testimonio ante el tribunal de la vida que debiésemos escuchar, sería el testimonio de Dios. Y según Juan, el testimonio de Dios es éste:

Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.

Así que de acuerdo con el testimonio de Dios, la manera de alcanzar la Vida es tener al Hijo. Verso 12: “El que tiene al Hijo tiene la vida”. La razón por la que sabemos que se trata de la vida eterna es porque el verso 11 dice así: “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo”. Así, la manera de alcanzar la vida eterna es tener al Hijo de Dios, Jesucristo.

¿Qué quiere decir tener al Hijo de Dios?

Así pues, ¿Qué quiere decir TENER al Hijo de Dios? La palabra “tener” contiene distintos matices. Por ejemplo, no significa exactamente lo mismo cuando dices, “tengo un dólar”, “tengo un catarro”, o “tengo un abogado”.

Pero todos estos significados tienen algo en común: cuando TIENES algo, ese algo proyecta sus efectos sobre ti. Si tienes un dólar, el dólar te compra algo cuyo valor es un dólar. Si tienes un resfriado, el resfriado hace que te moquee la nariz. Si tienes un abogado, él te defenderá. Tener algo quiere decir que ese algo proyecta sus efectos sobre ti.

Tener todo aquello que Jesús vino a hacer

Ahora el testimonio de Dios (en el verso 12) dice, “El que que TIENE al Hijo, tiene la vida”. Y ahora podemos decir que tener al Hijo significa: si tienes al Hijo, el Hijo proyecta sus efectos sobre ti. Si quieres pasar una de las horas más alentadoras de tu vida, tómate una hora y crea una lista bajo el título: ¿Cuál es el efecto de Jesús? ¿Qué puede hacer Jesús? ¿Qué vino a hacer? ¿Qué promete hacer? Sería una lista bastante larga. Y entonces, repasa la lista, y al lado de cada cosa, escribe: ¡Él hace esto por MÍ! Lo que puede hacer, lo hace por mí. Lo que promete hacer, lo hará por mí. Eso es lo que significa TENER al Hijo.

Tener la vida eterna

Y Juan lo resume todo en la palabra VIDA. ¡Aquél que tiene al Hijo, tiene la vida! La vida eterna no es sólo la extensión de todas las frustraciones y medio alegrías de esta vida. Cuando Jesús concluya su labor, todas nuestras frustraciones desaparecerán, y todas las medio alegrías se convertirán en alegrías completas. Según dice en Juan 10:10, “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.

Si tú TIENES al Hijo, quiere decir que todo el bien que el amor infinito, el poder infinito, y la sabiduría infinita pueden hacer por ti, será hecho por ti.

¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? . . . Pero en todas estas cosas somos más que vencedores (Romanos 8:34ff.)

Aquél que tiene al Hijo tiene a Uno que puede llevarse toda tribulación y angustia y persecución y peligro y transformarlo de manera que de ello no emergerá sólo un soldado herido - no, no sólo somos vencedores. Aquéllos que tienen al Hijo de Dios son “más que vencedores”. Lo que quiere decir que el Hijo de Dios toma las tribulaciones de tu vida y las transforma en algo beneficioso para ti. No sólo escapas a tu enemigo, sino que tu enemigo acaba sirviéndote.

Así que si quieres ser algo más que un superviviente, en verdad más que un vencedor en las batallas de la vida, debes TENER al Hijo. Porque aquél que tiene al Hijo, tiene la Vida- toda la vida que un Dios omnipotente es capaz de dar.

Tenemos al Hijo por Creer en Su Nombre

No obstante, seguimos sin contestar la pregunta, “¿Cómo llegamos a tener al Hijo?" Esto es muy importante porque la última parte del verso 12 dice que “El que no tiene al Hijo, no tiene la vida”. Dicho de otra forma, no todos tenemos al Hijo y por lo tanto, no todos tenemos vida eterna. Es infinitamente importante saber cómo tener al Hijo.

La respuesta no es ni difícil ni complicada de encontrar. Se entiende claramente en el verso 13: "Os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna". Daos cuenta de que el verso 13 dice que aquéllos que creen en el nombre del Hijo de Dios tienen la vida eterna, y el verso 12 dice, "El que tiene al Hijo, tiene la Vida". Como simple consecuencia, la forma de TENER al Hijo es CREER en el Hijo.

U otra manera de ponerlo, es que el Hijo de Dios proyecta sus efectos sobre aquéllos que confían en Él. Podemos tener al Hijo de Dios si confiamos en el Hijo de Dios.

Pasaje a la India

En la película Pasaje a la India, había un joven doctor indio que fue arrestado como presunto culpable del asalto a una joven inglesa en la India. El caso se convirtió en un explosivo punto de tensión entre la población india, que buscaba su independencia, y el gobierno colonial inglés. La estructura de poder colonialista al completo parecía hacer de la situación del doctor una causa desesperada, a pesar de que todos sabían que disfrutaba de una reputación intachable. El doctor era demasiado pobre para costearse un abogado.

Pero el abogado más famoso y capaz de toda la India entró en conocimiento de su caso. Este abogado tenía la reputación de que le gustaba atacar a los británicos y defender a los indios desamparados. Una de las escenas más fuertes de la película para mí, fue cuando dos de los amigos del doctor le cuentan en la cárcel que el famoso abogado está dispuesto a defenderlo -y además, como si fuera algo demasiado bueno como para creérselo, dijeron, “Y no piensa cobrar.”

Ahora el doctor tiene un abogado. TIENE un abogado. El abogado va a proyectar sus efectos sobre el doctor. Toda su reputación, toda su elocuencia, toda su destreza van a ser usadas para salvar al doctor.

¿Cómo se las arregló el doctor para TENER este estupendo abogado? Nunca se habían conocido. No tenía dinero para pagarlo. Vivían distanciados, en diferentes ciudades. Y sin embargo ahora podría decirle a todos sus enemigos, “¡TENGO un abogado!” ¿Cómo se las arregló para tener al mejor abogado de la India?

Empieza por la motivación del abogado. El abogado tiene dos objetivos: la liberación de la India de manos de los británicos, y la glorificación de su destreza profesional. Cuando la cámara lo enfoca en una escena tumultuosa en el juzgado, está sentado a su mesa, totalmente tranquilo, como si estuviera en control soberano de la situación. Y para demostrar que lo que en verdad desea es la liberación de la India y la constatación de su pericia en beneficio de su indefenso patriota, sus servicios no están a la venta. No recibirá pago alguno. Ya que ello podría sembrar la duda sobre lo que realmente desea.

Así que, ¿Cómo se las arregla el doctor para tener este abogado? El abogado ofrece sus servicios gratuitamente, y el doctor escucha la oferta y la acepta. El doctor confía en que el abogado va en serio, y en que puede conseguirlo. Él TIENE al abogado porque CONFÍA en el abogado.

Los dos objetivos del Hijo de Dios

Y lo mismo ocurre con el Hijo de Dios. Él tiene dos objetivos: la liberación de su gente del pecado y de la muerte, y la glorificación de sus propios poderes. Éste es el origen de la Salvación. Ésa es la fuente de la vida eterna. Y para demostrar que lo que Él desea es la liberación de su gente y la magnificación de su poder, su servicio no está a la venta. Él no recibirá pago alguno.

Entonces, ¿Cómo te las arreglas para TENER al Hijo de Dios? Él te hace una oferta gratuita, y tú aceptas su oferta, tú confías en Él. Él proyecta sus efectos sobre aquéllos que confían en Él. Aquél que tiene al Hijo, tiene la vida.

Tres formas de rechazar al Hijo de Dios

Por supuesto, hay tres formas en las que el doctor podía haber rechazado al abogado y en las que tú puedes rechazar al Hijo de Dios. Podrías decir, “Yo me las arreglo solo”. O podrías decir, “No vale la pena responder al telegrama. No va a venir. ¿Por qué iba a venir desde tan lejos por mí? Soy un don nadie. Él es mundialmente famoso”. O podrías decir, “Bueno, dile que venga. Pero más vale que no me diga que haga alguna estupidez en el tribunal, porque no pienso hacerlo”.

Algunos de vosotros aquí, esta mañana necesitáis tener al Hijo de Dios. No rechacéis su oferta de vida usando alguna de estas tres respuestas.

Ninguno de nosotros podemos afrontar nuestro caso solo. Estamos en bastante peor situación que el doctor: ¡Somos culpables! Si John Melin no hubiera tenido al Hijo, no habría tenido nada ayer. Pero tenía al Hijo, y ahora tiene vida por siempre y para siempre. ¡No puedes afrontar este caso solo!

Y no digas que el Hijo de Dios no va a venir a hacer algo por un don nadie como tú. Eres la única clase de gente por la que hace algo. El Hijo de Dios dice, “Vengo a ayudarte no porque seas alguien, sino porque Yo Soy alguien; y salvando a un don nadie, quiero demostrar que soy alguien”. A Dios le gusta glorificar la plenitud de su gracia salvando a los candidatos menos probables para la Vida Eterna.

Y no digas, “Bueno, de acuerdo, acepto la oferta para que sea mi abogado, pero más vale que no me diga que haga alguna ridiculez”. Eso no es confiar. No puedes conservar a tu abogado de esa manera. Él proyectará sus efectos sobre ti si confías en Él.

David lo dijo 1000 años antes así: ”Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará. hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía”.

¡Confía en Él, y Él actuará por ti!

Confía en el Hijo de Dios y TENDRÁS al Hijo de Dios.

Y Dios mismo es testigo: ¡Aquél que tiene al Hijo, tiene la Vida!