El triunfo del evangelio en los nuevos cielos y la nueva tierr

Conferencia Nacional de la Coalición del Evangelio

Deerfield, IL

El primer versículo del primer capítulo de la Biblia dice: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". En el versículo 27, Dios crea al hombre varón y hembra, a Su propia imagen, y luego dice (en el versículo 31), que todo eso es bueno en gran manera. En el capítulo tres, Adán y Eva rechazan a Dios como sabiduría y belleza suprema, y desean y traen la maldición de Dios sobre sí mismos, sobre su posteridad, y sobre el orden natural de la creación: "maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida" (Génesis 3:17).

Génesis 3:15 sostiene la esperanza de que esta maldición será la última palabra para la creación de Dios. Dios dice a la serpiente destructora del alma, destructora de la creación: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar”. El apóstol Pablo ve esta esperanza en medio de esta maldición y la expresa así en Romanos 8:20-21: "Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”.

La insoportable visión del sufrimiento

Así que la situación general, en forma de bosquejo es: Dios creó el universo de la nada; fue algo bueno en gran manera según Él lo hizo; no tenía desperfectos; no había sufrimiento, ni dolor, ni muerte; entonces Adán y Eva hicieron algo en sus corazones que fue tan horriblemente malo (tan inefablemente malvado, prefirieron el fruto del un árbol a la comunión con Dios), que Dios no solo los sentenció a muerte (Génesis 2:17), también sometió a toda la creación a lo que Pablo llamó "vanidad" y "esclavitud de corrupción" (Romanos 8:21-22).

En otras palabras, mientras entonces no había sufrimiento o dolor o muerte, ahora cada humano muere, sufre, los animales sufren, los ríos se desbordan repentinamente y barren villas enteras, las avalanchas entierran a los esquiadores, los volcanes destruyen ciudades enteras, los tsunamis matan a 250 000 personas en una noche, las tormentas hunden los ferries filipinos con 800 personas a bordo, el sida y la malaria y las enfermedades del corazón matan a millones de personas mayores y jóvenes, un tornado monstruoso arrasa con un pueblo entero del medio oeste, sequías y hambres llevan a millones hasta el límite (o sobre el límite) del hambre. Los accidentes ocurren, y el hijo de un amigo cae en un elevador de granos y muere. Otro pierde un ojo. Y un bebé nace sin rostro. Si pudiéramos ver 1/10 000 parte del sufrimiento del mundo en cualquier momento dado, colapsaríamos ante tal horror. Solo Dios puede soportar tal visión y continuar.

El horror del pecado reflejado en la vanidad de la creación

¿Por qué Dios sometió el orden natural a tal vanidad a causa del pecado de los seres humanos? El orden natural no pecó. Los humanos pecaron. Pero Pablo dijo: "la creación fue sometida a vanidad". La creación fue esclavizada a la corrupción. ¿Por qué? Dios dijo: "maldita será la tierra por tu causa" (Génesis 3:17). Pero, ¿por qué? ¿Por qué ocurren desastres naturales en la creación a consecuencia de los fracasos morales en el hombre? ¿Por qué no solo decretar la muerte a toda la descendencia culpable de Adán? ¿Por qué este sangriento caleidoscopio de horrible sufrimiento, siglo tras siglo? ¿Por qué tantos niños con incapacidades descorazonadoras?

Mi respuesta es que Dios puso el mundo natural bajo maldición a fin de que los horrores físicos que vemos a nuestro derredor en las enfermedades y calamidades se volvieran imágenes vivas de cuán terrible es el pecado. En otras palabras, el mal natural es una señalización que apunta hacia el inefable horror del mal moral.

Dios desorganizó el mundo natural a causa del desorden del mundo moral y espiritual, es decir, a causa del pecado. En nuestra condición caída actual, con nuestros corazones tan cegados por la maldad excesiva del pecado, no podemos ver cuán repugnante es el pecado. Difícilmente alguien en este mundo sienta la aborrecible maldad de nuestro pecado. Casi nadie se encoleriza o siente náuseas por la forma en que menospreciamos la gloria de Dios. Pero deje que sus cuerpos sean tocados con el dolor, y Dios será llamado a dar cuentas de Sí mismo. No estamos enojados por el modo en que insultamos Su gloria, pero cuando Él hiere nuestro pequeño dedo meñique entonces despierta toda nuestra ira moral. Lo que muestra cuán egocéntricos y destronadores de Dios somos.

El estallido atronador del dolor físico

El dolor físico es el estruendo de Dios con una trompeta física para decirnos que hay algo horriblemente y moralmente y espiritualmente mal. Las enfermedades y deformidades son el orgullo de Satanás. Pero en la providencia dominante de Dios, son imágenes que Dios nos da para que veamos cómo es el pecado en el reino espiritual. Éso es cierto incluso cuando algunas de las personas más piadosas llevan esas deformidades. Las calamidades son las muestras de Dios de qué merece el pecado, y de que un día recibirá mil veces más. Son advertencias.

¡Oh, si pudiéramos todos ver y sentir cuán repugnante, cuán ofensivo, cuán abominable es preferir cualquier cosa antes que a nuestro Hacedor, o ignorarle y desconfiar de Él y humillarle y darle menos atención en nuestros corazones que la que damos a la alfombra en el piso de nuestra sala! Debemos verlo, o no iremos a Cristo para salvación del pecado, y no querremos el cielo por otra razón que por alivio. Y querer el cielo por alivio es ser excluido de Él.

¡Despierta! ¡Así es el pecado!

Por tanto, Dios, misericordiosamente, nos grita en nuestras enfermedades y dolores y calamidades: ¡Despierta! ¡Así es el pecado! El pecado guía a cosas como estas. (Vea Apocalipsis 9:20; 16:9, 11). Así es preferir la televisión a la comunión con Dios. Así es desear el alivio en el cielo, pero no desear al Redentor. El mundo natural es llenado con horrores que tienen el propósito de despertarnos del mundo soñado, un mundo donde pensamos que humillar a Dios no es tan grave. Es algo horriblemente grave.

En el cuarto aniversario del 11 de Septiembre, prediqué esta verdad en Bethlehem, sabiendo que había personas en nuestra iglesia lidiando con terribles sufrimientos. Dos o tres semanas después, estaba en un encuentro de oración previo a un servicio, y una de las madres jóvenes de un niño severamente discapacitado oró: "Querido Señor, ayúdame a sentir el horror del pecado del mismo modo en que siento el horror de la discapacidad de mi hijo". Hermanos, amo ser pastor, un emisario tembloroso de la Palabra de Dios.

Así que regresemos a la descripción general: Dios creó el universo de la nada. Lo creó bueno en gran manera. No tenía fallas, no había sufrimiento, ni dolor, ni muerte, ni maldad. Entonces Adán y Eva hicieron algo en sus corazones que fue tan horriblemente malo que Dios no solo los sentenció a muerte (Génesis 2:17), también sometió a toda la creación a "vanidad", y a la "esclavitud de la corrupción" (Romanos 8:21-22).

¿Qué, entonces, nos ocurrirá a nosotros y a la creación que Dios sometió a vanidad? ¿Qué dice usted sobre los padres cuyos hijos, en esta vida, nunca tendrán capacidades mentales mayores que la de un niño de seis meses de edad? Usted les lee, con lágrimas y con el gozo de la esperanza ("entristecidos, mas siempre gozosos"), el resto de este pasaje de Romanos 8:18-25.

“Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”.

Para los jóvenes pastores, hay pocos textos más importantes que este para ver con claridad. Uno de los primeros sermones que prediqué veintisiete años atrás, al llegar a Bethlehem, se llamaba "Cristo y el cáncer". Quería que mi pueblo supiera mi teología de la enfermedad y el sufrimiento. Quería que supieran que cuando fuera a visitarlos al hospital no asumiría que si hubieran tenido suficiente fe, Dios seguramente les habría sanado. Quería que vieran, especialmente el versículo 23: "Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”. Personas llenas del Espíritu gimen, esperando la redención de sus cuerpos. Este pasaje completo es uno de los más cósmicamente significativos y pastoralmente preciosos en la Biblia. Nos lleva a los nuevos cielos y a la nueva tierra, con nuevos cuerpos, y nos da una imagen absolutamente realista de nuestro gemir ahora en ésta época, y nos sostiene con la esperanza en que seremos salvos.

Por tanto, permítanme tratar de exponerlo con cuatro observaciones.

1. Dios promete que habrá una liberación de esta creación, de su vanidad y de su esclavitud a la corrupción.

Versículo 21a: "la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción". El mundo natural, el mundo material, físico, será liberado de la maldición, de la sumisión a la vanidad y a la corrupción. Así como Pablo habla de los nuevos cielos y la nueva tierra. Esta tierra, este cielo, serán liberados. Ésta Tierra será una nueva tierra.

  • Isaías 65:17: Pues he aquí, yo creo cielos nuevos y una tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria.

  • Isaías 66:22: Porque como los cielos nuevos y la tierra nueva que yo hago permanecerán delante de mí—declara el Señor—, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre.

  • 2da de Pedro 3:13: Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia.

  • Apocalipsis 21:1, 4: Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. . . . El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado.

  • Hechos 3:19-21: Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor, y Él envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para vosotros, a quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos.

Las palabras de Pablo en Romanos 8:21 son un claro testimonio de la continuidad entre la vieja tierra y la nueva tierra. "la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción". De modo que él entiende que "nuevo" significa "renovado", no reemplazado. No es como: "me compré un nuevo carro". Cuando algo es liberado, no deja de existir o es abandonado. Pudiera cambiar, pero aún está ahí, y es libre.

Así que una de las declaraciones que usted hace a la mamá con el hijo discapacitado es: Usted sabe, la Biblia enseña que aun cuando a su hijo se le ha negado una vida donde saltar y correr en esta tierra, para la gloria de Dios, hay una nueva tierra que vendrá, libre de cada enfermedad y discapacidad, y ahí no solo tendrá una vida, sino la eternidad, para correr y saltar para la gloria de Dios.

2. Esta liberación del orden natural de su esclavitud de la corrupción será una participación en la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

Versículo 21: "la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”. El orden aquí es importante. Así como la creación siguió hacia la corrupción, detrás el hombre caído, así la creación seguirá al hombre redimido hacia la gloria.

Pudiéramos sentirnos tentados a decir a un santo sufriente (padre de un niño sufriente): "Vea lo que dice la Biblia: El orden natural, la creación, será liberada de su esclavitud de la corrupción. Bien, su cuerpo, o el cuerpo de su hijo, es parte de ese orden, ¿no es cierto? Sí. Entonces usted también (él también) experimentará esta gloriosa liberación de la corrupción y tendrá un nuevo cuerpo de resurrección, porque usted es parte de lo que está siendo liberado".

Puedo decir enfáticamente que no es así como Pablo lo ve. Es cierto que nuestros cuerpos serán redimidos en el nuevo orden. Versículo 23b: "nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”. Pero nuestros cuerpos no son arrastrados a esta novedad por ser parte de la creación. Todo lo contrario. La creación es arrastrada hacia "la libertad de la gloria de los hijos de Dios". Versículo 21: "la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”.

Primero viene la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Luego, habiendo glorificado a sus hijos, con sus nuevos cuerpos gloriosos, cuerpos que Jesús dijo que resplandecerían como el sol en el reino de Su Padre (Mateo 13:43), entonces, toda la creación es preparada por Dios como una morada adecuada para la familia glorificada.

De modo que usted dirá a los padres del niño discapacitado: "Su niño no será cambiado para ajustarse al nuevo universo glorificado; el nuevo universo será cambiado para ajustarse a su hijo glorificado, y a usted". La idea central del versículo 21 es que Dios ama a Sus hijos y provee lo mejor para ellos. Note la frase: "la libertad de la gloria de los hijos de Dios". No la libertad de la gloria de los santos, o la libertad de la gloria de los cristianos, o la libertad de la gloria de los redimidos. Eso sería cierto. Pero no es el modo en que está pensando Pablo.

Pablo tiene en mente algo que mencionó cinco versículos antes, Romanos 8:16-17: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El”. La idea central del versículo 21 es que los nuevos cielos y la nueva tierra son la herencia de los hijos. El universo no es importante en sí mismo. Es importante como el patio de recreo de los hijos de Dios, y como el templo y la granja y la tienda de oficio. Dios no diseñó a Sus hijos para el universo. Él diseñó al universo para Sus hijos. Ésto era cierto al principio, y es cierto al final, y es especialmente cierto para Su Hijo encarnado, el Dios-Hombre Jesucristo. Todas las cosas fueron hechas para Él. Su hijo discapacitado no tendrá que adaptarse más. Su cuerpo será completamente redimido y será completamente nuevo. Y todo en la creación será adaptado a él.

3. La llegada de una nueva creación, liberada, es comparada a un nuevo nacimiento, así que no solo habrá continuidad con este mundo, también habrá discontinuidad.

Versículo 22: "Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto [sunōdivei] hasta ahora. Cuando nace un niño, es humano, no caballo. Hay continuidad. Pero el niño no es el mismo humano. Ahora, no pienso que podamos forzar una metáfora como esta (la llegada de la nueva tierra es como el nacimiento de un niño), para decir que la nueva tierra tiene exactamente la misma relación con la vieja tierra que un niño con una madre. Ello forzaría las palabras para decir demasiado. Pero esto si da lugar al tema de la posible discontinuidad y nos enviaría a buscar otros pasajes para ver qué tipo de discontinuidad pudiera haber. Por supuesto, el contexto actual dice: Este cuerpo será libre de la vanidad y de la corrupción. Pero hay más.

De hecho, encontramos algunos señalizadores claros, tanto hacia la continuidad como hacia la discontinuidad. En Pablo, los señalizadores más claros están en 1ra a los Corintios 15. Él presenta el tema en el versículo 35: "Pero alguno dirá: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Y con qué clase de cuerpo vienen?". Entonces responde con palabras como estas. Versículos 37-51:

Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que nacerá, sino grano desnudo, quizás de trigo o de alguna otra especie. Pero Dios le da un cuerpo como El quiso, y a cada semilla su propio cuerpo [esto suena muy al estilo del Creador, no solo del Redentor, lo que es un consuelo cuando usted piensa que los cuerpos de nuestros ancestros están ahora descompuestos, y que los átomos que constituyeron sus cuerpos están ahora en miles de otras personas y plantas y animales]. . . . Se siembra un cuerpo corruptible, se resucita un cuerpo incorruptible; se siembra en deshonra, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en poder; se siembra un cuerpo natural, se resucita un cuerpo espiritual. [Una y otra vez dice: se siembra, y lo mismo que se siembra, se resucita. Eso es continuidad]. Si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual [así que la palabra cuerpo implica continuidad, y las palabras natural y espiritual implican discontinuidad]. . . . Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. [Las imágenes no son idénticas; hay discontinuidad y continuidad]. Y esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible. He aquí, os digo un misterio.

De hecho sí, un misterio. Todos seremos transformados. Pero, como dice Juan: "Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser" (1ra de Juan 3:2). Jesús dijo: "Porque en la resurrección, ni se casan ni son dados en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo" (Mateo 22:30). Las cosas serán diferentes. Pedro, por ejemplo, en su segunda carta, no ve una simple restauración o mejora del mundo presente. Dice, en 2da de Pedro 3:7: "pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos". Juan el apóstol, dice: "el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe" (Apocalipsis 21:1). "La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera" (Apocalipsis 21:23). "Y ya no habrá más noche" (Apocalipsis 22:5).

No habrá noche, ni sol, ni luna, ni mar, ni matrimonio, sino cuerpos espirituales en un mundo traído por fuego. Y sin embargo, habrá una continuidad real (Filipenses 3:21): "transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a sí mismo". Y, ¿qué tipo de cuerpo era el cuerpo resucitado de Jesús al cuál será semejante el nuestro? Era reconocible. Era espacialmente inexplicable, apareciendo y desapareciendo en modos extraordinarios. Y sin embargo, vea estas palabras sorprendentes e importantes en Lucas 24:39-43:

Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Y cuando dijo esto les mostró las manos y los pies. Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado. Y Él lo tomó y comió delante de ellos.

Él comió pescado. Así que lo tercero es: En los cielos nuevos y en la nueva tierra, habrá continuidad con este mundo y discontinuidad en un modo que para nosotros sigue siendo un "misterio". Aun no parece lo que seremos. Sí, sabemos que seremos como Él. Así que cuando los padres del niño discapacitado pregunten: "¿crecerá nuestro niño? ¿Comerá por sí mismo? ¿Podrá hacer algo partiendo de la creación?", diremos, Dios no hizo el mundo y lo preservó para que se desperdiciara. Tu hijo comerá con Jesús. Dios le dará un nivel de desarrollo que será para su mayor gozo y para la mayor gloria de Dios. Pero en ello hay mucho misterio. Vemos por un espejo, veladamente.

Por tanto, ¿cuál es su certeza más profunda a la luz de tanto misterio? ¿Y cuál es su mayor esperanza para su hijo, y para sí mismo? Esto nos trae finalmente a la cuarta observación y al evangelio de Jesucristo.

4. La esperanza de tener cuerpos redimidos en la nueva creación es asegurada por nuestra salvación, que recibimos mediante la fe en el evangelio, pero esta no es nuestra mejor esperanza.

Note especialmente Romanos 8:23b-24: "Nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvos”. ¿Qué significa, "en esperanza hemos sido salvos"? Es un dativo (tē gar elpidi esōthēmen). Quizá un dativo de referencia: Con referencia a esta esperanza, hemos sido salvos. Ciertamente, esto incluiría el significado de que cuando fuimos salvos, esta esperanza fue asegurada para nosotros. Y como fuimos salvos al confiar en el evangelio de que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó (1ra a los Corintios 15:1-3), esta esperanza es asegurada por el evangelio. El evangelio triunfa al traernos a esta esperanza (Romanos 6:5; 8:11).

Pero no debemos dejarlo así. El evangelio es la certeza sólida de que habrá nuevos cielos y una nueva tierra, y que resucitaremos con cuerpos redimidos para vivir para siempre. El evangelio de Cristo crucificado en nuestro lugar, proveyendo nuestro perdón y nuestra justicia, y vindicando esta obra al resucitar de entre los muertos con poder sobre todas las cosas; esto es lo que diremos a esos padres cuando estén buscando una roca sobre la cuál levantarse ante el temor y la culpa.

El don supremo del evangelio: Dios contemplado en Cristo crucificado

Pero el don supremo del evangelio no son los nuevos cielos y la nueva tierra. El bien supremo del evangelio no es un cuerpo redimido. El bien supremo del evangelio no es el perdón, o la redención, o la propiciación, o la justificación. Todos son un medio para un fin. El bien supremo del evangelio, que hace que el evangelio sea buena noticia (y sin el cual ninguno de estos otros dones sería una buena noticia), es Dios mismo contemplado en la gloria de Su Hijo crucificado y resucitado, y disfrutado a causa de Su infinita belleza, y atesorado a causa de su infinita dignidad, y reflejado porque hemos sido conformados a la imagen de Su Hijo.

El Evangelio: La más plena demostración de la gloria de Dios

Y la razón suprema por la que habrá nuevo cielos y una nueva tierra es que el Cristo resucitado nunca abandonará Su cuerpo humano, sino que lo retendrá como un emblema eterno del Calvario, donde la gloria de la gracia de Dios fue más plenamente demostrada. Todo el material del universo fue creado en primer lugar, y luego se le dio su nueva forma, de modo que el Hijo de Dios pudiera encarnar como hombre, sufriendo en la carne, siendo crucificado, resucitando de entre los muertos, y reinando como el Dios-Hombre y rodeado por incontables huestes de personas redimidas quienes, en nuestros cuerpos redimidos, cantaremos y trabajaremos y jugaremos y amaremos en modos que reflejen visiblemente Su gloria, más plenamente, precisamente porque tenemos cuerpos en un mundo espiritual y físicamente radiante de la gloria de Dios.