A Él sea la gloria para siempre

Y a aquel que es poderoso para afirmaros conforme a mi evangelio y a la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que ha sido mantenido en secreto durante siglos sin fin, 26 pero que ahora ha sido manifestado, y por las Escrituras de los profetas, conforme al mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe, 27 al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén.

La semana pasada hablamos fundamentalmente acerca de la sabiduría de Dios porque en el verso 27 Pablo dice: “al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén”. Esta semana hablaremos acerca de la gloria de Dios porque en las últimas palabras de su carta, Pablo inclina su cabeza, y levanta sus manos, como si no estuviera analizando, defendiendo, explicando, o confirmando; sino simplemente adorando: “al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén”

Nuestro Enfoque: La Gloria de Dios

Así que hoy nos enfocaremos en la gloria de Dios. Este es el plan:

  • Primero, trataré de hacer lo imposible y definir lo indefinible, la gloria de Dios;
  • Segundo, miraremos las palabras “sea la gloria” en Romanos 16:27, y preguntaremos qué significa decir “la gloria sea sobre algo”.
  • Tercero, en lugar de hacer un tratamiento sistemático de la comprensión que Pablo tiene de la gloria de Dios, comenzaremos con el capítulo uno y simplemente caminaremos a través de todo el libre para ver el papel que la gloria de Dios desempeña en la carta de los Romanos como un todo.

Mi oración es que usted vea y se enamore de la gloria de Dios por lo que ella es.

Definiendo la Gloria de Dios

Primero, un esfuerzo por hacer lo imposible –definir la gloria de Dios. La razón por la que digo que es imposible es porque esa gloria es más semejante a la palabra belleza que a las palabras pelota de baloncesto. Usted puede definir una pelota de básquet diciendo simplemente que es redonda, inflada, de cerca de nueve o diez pulgadas de diámetro, que es usada en un juego para hacerla rebotar y pasar por un aro. Pero no puede hacer lo mismo con la palabra belleza. Todos sabemos que existe, pero la razón por la que podemos hablar acerca de ella es que la hemos visto, no que podamos definirla.

Si contrastamos la gloria de Dios con la santidad de Dios pudiéramos lograr una definición de la gloria de Dios. Decir que Dios es santo expresa que Dios, por sí mismo, está en un nivel de perfección y grandeza y crédito. Él es incomparable, su santidad es su esencia divina absoluta, única y perfecta. Ella determina todo lo que él es y hace, y nada ni nadie fuera de sí mismo puede determinarla. Su santidad es lo que él es como Dios, y que nadie más es, o nunca será, y denota su dignidad intrínseca, infinita.

Entonces escuchamos a los ángeles en Isaías 6:3 decir: “Santo, Santo, Santo, es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria”. La gloria de Dios es la manifestación de su santidad. La santidad de Dios es la perfección y grandeza incomparables de su naturaleza divina; su gloria es la demostración de esa santidad. Su gloria es la abierta revelación de los secretos de su santidad. En Levítico 10:3, Dios dice: “En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Cuando Dios muestra su propia santidad, lo que vemos es su gloria –la belleza de la santidad. La santidad de Dios es su gloria encubierta, la gloria de Dios es su santidad revelada.

Así que este es el resultado de mi esfuerzo en una definición: La gloria de Dios es la infinita belleza y grandeza de sus múltiples perfecciones.

A Dios Sea la Gloria

Segundo, ¿qué queremos decir, por ejemplo, en el verso 27, cuando decimos: «a Dios sea la gloria»? Según Pablo lo escribió no hay ningún verbo en la oración. Solo dice, literalmente « ¡A él, gloria!». Pienso que la ausencia de un verbo hace que el significado pueda ser tanto una declaración de adoración por un hecho, como una expresión de adoración llena de anhelo. La declaración de un hecho pudiera ser: « ¡A él pertenece la gloria!». En otras palabras, estamos proclamando una verdad en adoración: ¡Dios es glorioso! Sea que usted lo vea, o que no lo vea, Dios la tiene, y la muestra.

Por otro lado, la expresión de anhelo sería: « ¡Que la gloria le sea dada a él!». Es decir: «quisiera que las personas le vean glorioso y le alaben como alguien glorioso». «Denle la gloria a él» no en el sentido de añadirle algo a su gloria, sino en el de reconocer su gloria y apreciarla. Así que cuando Pablo omite el verbo y simplemente dice, “al único y sabio Dios [...] gloria”. Creo que tiene en mente dos ideas: ¡Dios es glorioso!, y el anhelo, la oración: ¡Que todas las naciones vean su gloria, y la reconozcan, y la valoren como su tesoro más preciado!

Así que a medida que volvemos al capítulo uno para recorrer todo el libro de los Romanos, tenga esto en mente. Las últimas palabras de Pablo (antes de decir “amén”) contienen su aclamación de la mayor de todas las realidades: ¡Dios es glorioso!; y contienen su aspiración para todas las naciones: ¡Que vean y disfruten su gloria por encima de todas las cosas!

La Gloria de Dios en Romanos

Creo que necesitamos comenzar con Romanos 1:5 –aunque la palabra gloria no se encuentra allí- porque la substancia aquí es tan evidentemente la meta del ministerio y vida de Pablo (y nuestro): “hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe entre todos los gentiles, por amor a su nombre”. Por amor a su nombre entre todos los gentiles significa que la meta de Pablo es que el nombre de Cristo sea visto de una manera infinitamente gloriosa por encima de todos los nombres y personas, y de cualquier otra idea y cualquier posesión, o cualquier sueño imaginable. En otras palabras, su objetivo es que la gloria de Cristo sea conocida y valorada en todo el mundo por encima de todas las cosas.

Cambiando la Gloria de Dios

Pero la presencia de Jesucristo asume la necesidad de un Salvador. Pablo retrocede y explica por qué existe una necesidad universal de un Salvador. Primero, en Romanos 1:21 señala la condición de las naciones fuera de Israel, y dice: “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron [la palabra es “glorificaron”, doxasan] como a Dios ni le dieron gracias”. ¿Cómo no le glorificaron? ¿Qué han hecho los seres humanos? El verso 23 responde: “cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen”. Y por supuesto, la imagen más común entonces (y hoy) no es la que nos hacemos en la madera o la piedra, sino la que vemos en el espejo (esta es la razón por la que existe el evangelio, como vimos la semana pasada, el evangelio está diseñado por la sabiduría de Dios para desnudarnos de todo indicio de jactancia y hacer que el Señor sea el único receptor de nuestra gloria; esta es la necesidad universal de las naciones que han cambiado la gloria de Dios).

Blasfemando la Gloria de Dios

Entonces Pablo se vuelve hacia su propio pueblo judío y muestra que ellos están en una condición similar, y necesitan un Salvador. Por ejemplo, después de múltiples acusaciones, dice en Romanos 2:24: “Porque el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros, tal como está escrito”. En otras palabras, ustedes no glorifican el nombre de Dios, lo deshonran.

Destituidos de la Gloria de Dios

Pablo resume la condición de todos los hombres en Romanos 3:23 con esta excelente definición del pecado: " por cuanto todos pecaron y no alcanzan [literalmente, están destituidos de] la gloria de Dios”. Ella nos enlaza con Romanos 1:23. Todos hemos cambiado la gloria de Dios por otras cosas. Es por eso que estamos “destituidos”, o ‘no alcanzamos’ la gloria de Dios, y esa es la esencia misma del pecado. Somos creados para atesorar la gloria de Dios sobre todas las cosas, y ninguno de nosotros lo hace. Lo que significa que hemos cometido un crimen atroz contra Dios. Mucho más serio que el asesinato o la violación, o el robo, o la mentira. Por tanto, estamos bajo la ira de Dios y necesitamos un Salvador.

La Fe Glorifica a Dios

Me siento tentado a moverme inmediatamente hacia Romanos 3:24 (y los versos siguientes) y hablar acerca de cómo Jesús nos salva por medio de su muerte, pero lo dejaré para nuestro último mensaje sobre Romanos la próxima semana. Sigamos la pista de la gloria y continuemos avanzando. La salvación del pecado y la muerte, y el juicio que Cristo trae son producidos por fe. Pablo ilustra esta fe con el ejemplo de Abraham en Romanos 4:20 y muestra cómo se relaciona con la gloria de Dios: “respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”. En otras palabras, una razón por la que la fe es el camino por medio del cual Dios nos salva, es que la fe glorifica a Dios. Es decir, la fe dirige nuestra atención hacia la gloria de Dios y la exalta. La fe nos pone en la posición de los débiles y dependientes y pone a Dios en la posición del fuerte, independiente, y misericordioso. Así que la fe es esencial para mostrar la gloria de Dios.

La Esperanza de Gloria

Entonces, en los capítulos cinco y ocho, Pablo muestra que nuestra salvación por medio de Cristo nos asegura la esperanza de la gloria de Dios. Este es el don supremo del evangelio. Pero esta esperanza nos sobreviene en dos sentidos: vemos y experimentamos la gloria de Dios en una proyección completa, en lugar de verla oscuramente, por espejo; y somos transformados por ella, en seres gloriosos que reflejan a Dios en sí mismos.

Considere, en primer lugar a Romanos 5:1-2: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 2 por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Ahora somos justificados por fe, ahora somos declarados justos. Esto nos llena de una incomparable paz con Dios –en hechos y en emociones. Pero en esta vida, hay muchas cosas difíciles, tanto en el sentido emocional, como el físico, como el de las relaciones interpersonales, sin la esperanza de algo más, seríamos de todos los hombres los más dignos de lástima. Y hay más. Y lo más grande que los cristianos esperan, es ver y disfrutar la mayor belleza del universo –el mayor bien y el mayor poder, y la mayor justicia, y la mayor gracia, a saber, la gloria de Dios- la hermosa totalidad de las multiformes e infinitas perfecciones de Dios. Verso 2: “por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.

La Gloria Que Ha de Ser Revelada

En Romanos 8:18, Pablo dice que esta esperanza hace que todos los sufrimientos que debemos experimentar en esta vida valgan la pena: “Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”. La gloria de Dios será tan abrumadoramente satisfactoria que los horrores de una larga enfermedad, y de una dolorosa muerte, serán como nada en comparación. “Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2da a los Corintios 4:17).

La Gloria de los Hijos de Dios

Entonces, en Romanos 8:21 y 8:30, Pablo habla de que compartiremos esa gloria y seremos gloriosos, personas que reflejan a Dios. Verso 21: “que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”. Primero, somos glorificados en la resurrección; entonces toda la creación será convertida en una habitación adecuada para los hijos de Dios. Luego, el verso 30 dice que esto es tan cierto que Pablo puede hablar de ello como si ya hubiera sido hecho: “y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Así que la gloria de Dios es nuestra esperanza suprema, tanto en el sentido de ver como de ser (la vemos y todos nuestros deseos de belleza son satisfechos; somos cambiados por ella, y todos nuestros anhelos por ser hermosos, reflectores sin mancha de la gloria de Dios, son satisfechos. Contemplando y Convirtiéndonos).

Dar a Conocer las Riquezas de Su Gloria

Entonces, en el capítulo nueve, Pablo comienza a abordar el asunto de la fidelidad de Dios hacia su pacto con Israel. Y surgen asuntos relacionados con este tema en el verso 14, la justicia y soberanía de Dios sobre tanta ruina y maldad. En los versos 22-23, Pablo da su respuesta suprema y final al asunto, y lo hace mirando la gloria de Dios. Dice: “¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? 23 Lo hizo para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano El preparó para gloria”. En otras palabras, el argumento final para defender la justicia de Dios en un mundo con tanta maldad y destrucción es que el mal sirve para la revelación de la gloria de Dios. Es decir, el justo juicio de Dios sobre la maldad, y el rescate a los justos de la maldad en la gracia de Dios, muestran más plenamente la gloria de Dios, que si no hubiera habido maldad.

Es difícil exagerar la centralidad y superioridad de la gloria de Dios a la vista de Romanos 9:23. La respuesta más elevada y profunda y suprema a ‘por qué el mundo es como es cuando Dios es soberano’, es que en su infinita sabiduría este mundo revela la plenitud de su gloria –incluyendo la gloria de su ira y poder (v.22) como también su misericordia. Si usted se aferra a la visión bíblica de Dios y su gloria como al tesoro más preciado del universo, entonces se convertirá en una persona fuerte, llena de gracia, y útil para el mundo, para la gloria de Dios.

A Él Sea la Gloria Para Siempre

Entonces, mientras Pablo termina, en Romanos 9-11, su descripción de los inescrutables caminos de Dios al lidiar con Israel y las naciones, concluye con la doxología en que nos enfocamos la última vez: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén” (Romanos 11:36). Dios es el origen supremo, el supremo poder que sustenta todas las cosas, la meta suprema de todas las cosas. Por tanto ¡a él, gloria! A él pertenece la gloria, y ¡que todos lo alaben a él!

A Una Voz, Glorifiquen al Padre de Jesús

Entonces, en Romanos 15, mientras Pablo termina de analizar la relación que debe existir en la iglesia entre los cristianos débiles y los fuertes, nos habla del propósito de la iglesia y de cómo Cristo estableció un patrón para edificar la iglesia. El propósito de la iglesia está en los versos 5-6: “Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, 6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Es por eso que Cristo compró y se edificó una iglesia. No buscaba solo una adoración aislada, individual, sino la unión de muchas voces, sea hablando o cantando, que glorificaran a Dios. El objetivo de la iglesia es mostrar la gloria de Dios.

Aceptaos Unos a Otros para la Gloria de Dios

Luego, en el verso 7, Pablo señala a Cristo como el modelo para edificar esta iglesia. Dice: “Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios”. Cristo hace todo lo que hace –incluyendo el aceptarle a usted como miembro de su familia, edificando su iglesia- “para la gloria de Dios”. Ustedes son salvados por Cristo para la gloria de Dios. Son aceptados en su compañía para la gloria de Dios. Esto nos humilla porque no somos nunca la razón suprema para alguna cosa; Dios lo es. Y esto es una noticia gloriosamente nueva, porque nosotros no lo hubiéramos querido de otra forma. Dios recibe la gloria, nosotros recibimos el gozo.

Para Glorificar a Dios por Su Misericordia

Y entonces, en los versos 8-9, Pablo subraya el modelo de Cristo para construir la iglesia mostrando que esta es la misma razón por la que Jesús vino a los gentiles: “Pues os digo que Cristo se hizo servidor de la circuncisión para demostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, 9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia”. Cristo vino para probar que Dios es fiel a sus promesas, y para ser glorificado entre los gentiles. Esa es la razón por la que el evangelismo y las misiones, y la fundación de iglesias, y el Atesorando a Cristo Juntos, y Bethlehem existen.

La Gloria de Dios en el Evangelio

Lo que nos lleva finalmente al lugar desde donde comenzamos con la doxología final de Romanos 16:27: “Al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén".

¿Es ese el clamor de nuestro corazón? ¿Ama usted la gloria de Dios? Dios está llamando cada día su atención y provocando su admiración, porque el Salmo 19:1 dice: “Los cielos proclaman la gloria de Dios”. E Isaías 6:3 dice: “llena está toda la tierra de su gloria”. Dios está llamándole a gritos: ¡Contempla mi gloria! Y la próxima semana veremos que el mismo evangelio –el evangelio de Cristo crucificado y resucitado- resplandece con la gloria de Dios en el rostro de Cristo (2da a los Corintios 4:6).

¿Puede ver y amar la gloria de Dios? Usted fue creado para ella. Algo en lo profundo de su alma está diciéndole: Yo fui creado para ella –para contemplar la gloria de Dios y para volverme una persona gloriosa, que refleje a Dios. Reciba al Señor Jesucristo y será un hijo de Dios (Juan 1:12), y si es un hijo de Dios, le verá y amará y crecerá para ser como él. Inefablemente glorioso.