¿Es el amor un acto de la voluntad, o una emoción?

Creemos que, ciertamente, el amor es un acto de la voluntad. Pero tenemos que ir un paso más allá y afirmar que el amor es también una emoción. Los afectos son parte de la esencia del amor. Estas emociones pueden no siempre ser intensas, pero siempre están ahí en algún grado.

Una evidencia de esto se encuentra en 1 Corintios 13:1-3, donde Pablo dice que podríamos regalar todas nuestras posesiones a los pobres y todavía no tener amor. Entonces es evidente que el amor es más que un acto de la voluntad, porque podemos tener un acto de sacrificio de voluntad sin tener amor. También notemos que en 1 Corintios 13:4-7 (LBLA), se dice del amor que involucra varios afectos: "El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

Que el amor involucra no sólo la voluntad, sino también los afectos, nace de la experiencia cotidiana. Imaginemos al esposo que busca el bienestar de su esposa, pero no disfruta haciéndolo. ¿Podría su esposa sentirse amada? Lo dudamos. Incluso si al esposo no le disgustase servir a su esposa, sino que simplemente es indiferente al hacerlo, todavía no se sentirá amada. Esto se debe a que intuitivamente reconocemos que las emociones son una parte esencial del amor. El amor incluye no sólo el querer, sino también el preferir, el desear y el deleitarse.

Recursos adicionales

John Piper, Desiring God, capítulo 4, "Amor: La labor del Hedonismo Cristiano"