El Salmo 135 y el Placer de Dios en Todo lo que Hace

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Salmo 135:1-6:

¡Aleluya! Alabad el nombre del SEÑOR; Alabadle, siervos del SEÑOR,los que estáis en la casa del SEÑOR,en los atrios de la casa de nuestro Dios.¡Aleluya!, porque el SEÑOR es bueno;cantad alabanzas a su nombre, porque es agradable.Porque el SEÑOR ha escogido a Jacob para sí, a Israel para posesión suya.Porque yo sé que el SEÑOR es grande, y que nuestro Señor está sobre todos los dioses.Todo cuanto el SEÑOR quiere, lo hace,en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.

El salmo empieza llamándonos a la alabanza de Jehová: Alabad a Jehová. Alabad el nombre de Jehová. Luego, empezando en el versículo 3, el salmista nos da algunas razones por las cuales debemos sentir la alabanza surgir en nuestros corazones hacia Dios. Dice, por ejemplo (versículo 3), “Alabad a Jehová, porque él es bueno.” La lista de razones por la cuales debemos alabar sigue hasta que llega al versículo 6, y éste es el versículo en el cual me quiero enfocar:

Todo cuanto el SEÑOR quiere, lo hace
en los cielos y en la tierra,
en los mares y en todos los abismos.

Salmo 115:3 dice la misma cosa:

Nuestro Dios está en los cielos;
El hace lo que le place.

Siempre libre. Nunca obligado.

Este versículo enseña que cuando Dios actúa, siempre actúa en una forma que le agrada. Dios nunca es obligado a hacer una cosa que detesta. Nunca es limitado a hacer algo que detesta hacer. Él hace todo lo que quiere. Y por consecuencia, en algún sentido, él tiene placer en todo lo que hace.

Estos pasajes y muchos otros deben guiarnos a estar postrados delante de Dios y alabar su libertad soberana – que, en algún sentido por lo menos, él siempre actúa en libertad, según su propio “beneplácito,” siguiendo las ordenes de sus propios deleites.

Dios nunca llega a ser la víctima de una circunstancia. Nunca es forzado a entrar en una situación dónde él tiene que hacer algo en el cual no puede regocijarse. No se burla de él. No se le puede obligar o atrapar o coaccionar.

Una Ofrenda Fragante

Aun en el punto de la historia cuando lo que él hizo en un sentido fue la cosa más difícil que Dios pudiera hacer, “no escatimar ni a su propio Hijo” (Romanos 8:32), Dios era libre y hizo lo que le agradó. Pablo dice que el auto-sacrificio de Jesús en muerte fue “una ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2). El pecado supremo y la muerte suprema y la acción más difícil de Dios fue agradable al Padre.

Y en su camino al Calvario Jesús mismo tenía legiones a su disposición. “Nadie me quita la vida; la entrego de mi propia voluntad” – de su propio beneplácito, por el gozo puesto delante de él. En el único punto de la historia del universo cuando parecía que Jesús fue atrapado, él estuvo totalmente en control, haciendo precisamente lo que le agradaba– muriendo para justificar a impíos como tú y yo.

Por consecuencia, que estemos asombrados y maravillados. Que temblemos que no solo nuestras alabanzas de la soberanía de Dios pero también nuestra salvación mediante la muerte de Cristo por nosotros, dependen de esto: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho.”