Jesús: de Melquizedec a Salvador Eterno

Hebreos 7:1-25

Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual se encontró con Abraham cuando éste regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo, y a quien Abraham le entregó el diezmo de todos los despojos, cuyo nombre significa primeramente rey de justicia, y luego también rey de Salem, esto es, rey de paz, sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida, siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. Considerad, pues, la grandeza de este hombre a quien Abraham, el patriarca, dio el diezmo de lo mejor del botín. Y en verdad los de los hijos de Leví que reciben el oficio de sacerdote, tienen mandamiento en la ley de recoger el diezmo del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque éstos son descendientes de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no viene de ellos, recibió el diezmo de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Aquí, ciertamente hombres mortales reciben el diezmo, pero allí, los recibe uno de quien se da testimonio de que vive. Y, por decirlo así, por medio de Abraham aun Leví, que recibía diezmos, pagaba diezmos, porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. Ahora bien, si la perfección era por medio del sacerdocio levítico (pues sobre esa base recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad había de que se levantara otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y no designado según el orden de Aarón? Porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley. Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar. Porque es evidente que nuestro Señor descendió de Judá, una tribu de la cual Moisés no dijo nada tocante a sacerdotes. Y esto es aún más evidente, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote, que ha llegado a serlo, no sobre la base de una ley de requisitos físicos, sino según el poder de una vida indestructible. Pues de Él se da testimonio: TU ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC. Porque ciertamente, queda anulado el mandamiento anterior por ser débil e inútil (pues la ley nada hizo perfecto), y se introduce una mejor esperanza, mediante la cual nos acercamos a Dios.Y por cuanto no fue sin juramento, pues en verdad ellos llegaron a ser sacerdotes sin juramento, pero El por un juramento del que le dijo: EL SEÑOR HA JURADO NO CAMBIARA: “TU ERES SACERDOTE PARA SIEMPRE”, por eso, Jesús ha venido a ser fiador de un mejor pacto. Los sacerdotes anteriores eran más numerosos porque la muerte les impedía continuar, pero El conserva su sacerdocio inmutable puesto que permanece para siempre. Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.

El Sacerdocio superior de Cristo

Hoy, en lugar de tratar estos veinticinco versículos detalladamente, quiero que veamos la gran imagen de lo que se está hablando y el punto principal. La gran imagen es el sacerdocio superior de Cristo sobre los sacerdotes de la tribu de Leví en el Antiguo Testamento. Y el punto principal está en el versículo 25 ¿Ve usted la frase “Por lo cual”? Significa que esta es la conclusión para toda la verdad precedente sobre el sacerdocio de Cristo. El versículo 25 es la idea central, la conclusión de todo lo dicho: “Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”.

Los versículos 1-24 pueden ser complejos y difíciles de entender sin un ferviente esfuerzo mental, pero este versículo 25 es maravillosamente explícito. Tiene tres partes.

Cristo es poderoso para salvar para siempre (25a) —una gran verdad

Él vive perpetuamente para interceder por nosotros. (25c).

La intercesión eterna y salvación eterna es para los que por medio de Cristo se acercan a Dios (25b)

Piense junto conmigo en la relación entre las dos primeras divisiones expuestas: que Cristo es poderoso para salvar para siempre, y que Cristo vive perpetuamente para interceder por nosotros ¿Cuál es la conexión? Está explícita en el versículo y es extremadamente importante. Dice que “Él es poderoso para salvarnos para siempre…” puesto que (o porque) Él vive perpetuamente para interceder por nosotros. En otras palabras, nuestra futura salvación eterna está sujeta a la futura intercesión eterna de Cristo por nosotros.

Esto implica dos enormes verdades.

¿De qué estamos siendo salvados?

Lo primero es responder la pregunta ¿de qué estamos siendo salvados? Debemos estar claros en esto, especialmente cuando hablamos con no creyentes. Para ellos el propio término “salvación”, o “ser salvos”, puede no tener el mismo significado que la Biblia le da. Así que debemos estar claros sobre a qué se refiere la Biblia. ¿De qué estamos siendo salvados según este versículo? La conexión entre salvación eterna e intercesión eterna nos da al menos una respuesta sólida. Y es, creo yo, la respuesta más básica e importante. ¿Cuál es?

Si, para ser salvos eternamente, necesitamos que Cristo interceda por nosotros delante de Dios, ¿entonces qué nos dice esto sobre de qué necesitamos ser salvados? Nos dice que necesitamos ser salvados de Dios. Específicamente necesitamos ser salvados de la ira de Dios que arde contra los impíos y los inicuos (Romanos 1:18). Cristo puede salvarnos para siempre de la ira de Dios porque intercede para siempre con Dios. Él se pone constantemente entre el Padre y nosotros, como un escudo de asbestos contra Su enojo ardiente contra el pecado. Hebreos 10:30-31 dice: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo pagaré. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!”

Hasta que logremos tener esto firme y claramente inmutable en nuestras mentes, apenas comprenderemos algo en el libro de Hebreos. El mayor problema en el mundo, y en nuestras vidas, no es nuestro problema matrimonial o nuestro descarriado hijo o nuestro presupuesto financiero o nuestra endeble salud o la degeneración de nuestra cultura. El principal problema en el mundo —el problema de todos— es cómo reconciliarse con Dios para así poder escapar de Su terrible ira en el juicio. Ese es el problema mayor.

Y la respuesta Bíblica es sacerdocio. Y específicamente el sacerdocio supremo de Cristo. La razón de que hubiera sacerdotes en el Antiguo Testamento es que los sacerdotes son necesitados para interceder por nosotros con Dios. Ellos entran en el lugar santo al que a nosotros no nos está permitido entrar. Y ellos ofrecen sacrificios por nosotros para que nuestros pecados sean olvidados. Todo el sistema de sacerdocio del Antiguo Testamento estaba destinado a enseñarnos sobre nuestros pecados y sobre la santidad e ira de Dios, y acerca del ineludible juicio que viene sobre nosotros. Y el propósito de todo es: Dios ha creado un camino para vindicarnos con Dios. Proveyó sacerdotes en el Antiguo Testamento, y luego proveyó a Su Hijo, el Sumo Sacerdote supremo.

Entonces, la razón para toda esta charla sobre el vínculo de Cristo con Melquisedec, en los versículos 1-24, es que el Sacerdocio Eterno, Supremo de Jesús es nuestra única esperanza de salvación eterna. La ira de Dios nunca cambia. Hay una única esperanza para pecadores como nosotros. Debemos tener un Sumo Sacerdote leal, que interceda por nosotros para siempre. Necesitamos un Rey de rectitud (versículo 2). Necesitamos un Rey de paz (versículo 2). Necesitamos a alguien sin principio ni final (versículo 3). Alguien que tenga una vida indestructible (versículo 16) y que nunca muera necesitando ser reemplazado (versículos 23-24). Necesitamos a alguien mayor que Abraham y mayor que Leví —alguien como Melquisedec, quien bendijo a Abraham, (versículos 6-7) y recibió diezmos de Abraham y, por decirlo así, de Leví en Abraham (versículos 5, 6, 8-10). Necesitamos un nuevo y mayor sacerdote, mucho más grande porque el versículo 11 dice que no había perfección mediante el sacerdocio levítico. Todo lo que podía hacer el sacerdocio del Antiguo Testamento era señalar hacia el Único sacerdote superior (según la orden de Melquizedec Salmo 110:4), cuyo sacrificio de Sí mismo y cuya intercesión eterna garantizaría la salvación de todo el pueblo de Dios.

Así que la primera implicación del versículo 25 es que toda esta verdad sobre el sacerdocio es porque necesitamos salvación debido a la ira de Dios. La forma en que Dios solucionó este problema es el sacerdocio. No nos corresponde a nosotros entenderlo o solucionarlo. Dios tiene que hacerlo por nosotros. Y lo ha hecho. Él ordenó un Sacerdote, Su Hijo.

Y no cometa un error aquí, no es como si el Sacerdote Jesús nos amara y Dios el Padre no. Dios el Padre ordena el sacerdocio para nuestra salvación. Es Su idea. Él envía al Sacerdote. Es a Su propio Hijo a quien envía. Y le ama infinitamente. Todo esto es el amor de Dios rescatándonos de la ira de Dios, en tal modo que la justicia de Dios es vindicada y la gloria de Dios es exaltada.

Nuestra salvación depende del trabajo de Cristo por siempre y para siempre

Ahora, la segunda gran implicación en el versículo 25 es que nuestra salvación futura depende del trabajo activo de Cristo por siempre y para siempre, no del trabajo pasado de Cristo o de nuestras pasadas decisiones y compromisos. Dice que es poderoso para salvar para siempre…*puesto+ que vive perpetuamente para interceder por nosotros. En otras palabras, Él no sería poderoso para salvarnos para siempre si no intercediera eternamente por nosotros.

Esto significa que nuestra salvación es nuestro seguro de que el sacerdocio de Cristo es indestructible. Es por esto que necesitamos un sacerdote mucho más grande que cualquier humano. La deidad de Cristo asegura Su indestructible sacerdocio para nosotros.

Esto significa que no debemos hablar de nuestra salvación en términos estáticos como usualmente hacemos —como si hubiéramos hecho algo una vez en un acto de decisión, y Cristo hubiera hecho algo una vez cuando murió y resucitó, y eso fuera todo. No es todo lo que debe ser. Hoy mismo yo estoy siendo salvado por la intercesión eterna de Jesús en el cielo. Jesús está orando por nosotros y esa es nuestra salvación.

¿Qué es esta intercesión? John Owen da un precioso resumen sobre ella en su Comentario de 350 años cuando aborda este versículo:

La concepción más segura… que podemos tener a cera de la intercesión de Cristo… es Su continua aparición por nosotros en la presencia de Dios por virtud de Su oficio como “Sumo Sacerdote en la casa de Dios”, representando la eficiencia de Su oblación [derramamiento de sangre], acompañado de un cuidado tierno, amor, y deseos de bienestar, provisión, liberación y salvación de la iglesia. Tres realidades, por consiguiente, [están involucradas]: (1) La presentación de Su persona delante del trono de Dios en nuestro beneficio, Hebreos ix.24… (2) La representación de Su muerte, oblación, y sacrificio por nosotros; lo que da poder, vida, y eficacia a Su intercesión… Apocalipsis v.6… (3) Los dos anteriores no se deben a oración o intercesión; porque la intercesión es la oración… Por consiguiente está en ella… una demanda y ofrenda a Dios, de Sus deseos y voluntad para la iglesia, atendida con dedicación, amor, y compasión. (Epístola a los Hebreos, Vol. 5, Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1991, p. 541)

Somos salvos eternamente por las oraciones eternas (Romanos 8:34) y la defensa (1ra de Juan 2:1) de Jesús en el cielo como nuestro Sumo Sacerdote. Él ora por nosotros y Sus oraciones son respondidas porque ora perfectamente basado en Su sacrificio perfecto.

¿Qué significa entonces que Él esté orando?

Bueno, está dicho que Él es poderoso para salvar porque intercede, eso es, porque ora. Y está dicho que lo hace para siempre ¿Qué necesitamos eternamente a fin de ser salvados? Quedémonos con este versículo para responder la pregunta. Necesitamos acercarnos a Dios a través de Jesús. “Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios”. Este verbo aquí, “acercan a Dios”, está en una oración que indica la acción de presente continuo, no una única acción en el pasado. No está diciendo: Dios es poderoso para salvar para siempre a aquellos que una vez se acercaron a Él, sino a aquellos que se están acercando a Él. Si no nos estamos acercando a Dios, no tenemos permiso para pensar que estamos siendo salvados por el Señor Jesús.

Pero si esto es cierto, ¿no es este acercamiento una de las cosas por las cuales Jesús intercede por nosotros con el Padre? Si no, entonces Su intercesión deja fuera el principal requerimiento demandado de nosotros para nuestra salvación. Lo que nos deja muy precarios. Pero hay muchas razones para pensar que Él no deja esto fuera. Una es que Hebreos 13:21 dice: “… obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo”. Una de las cosas que son agradables delante de Él es que Su pueblo se mantenga acercándose a Él por siempre y para siempre. Y así está obrando en nosotros esto mismo.

Y el versículo 21 dice que Él está haciendo esto “mediante Jesucristo” lo que significa, al menos, que Cristo ha adquirido esta gracia para nosotros mediante Su muerte, y que Cristo ora y pide al Padre por ella basado en Su muerte. En otras palabras, cuando el escritor nos dice que acercándonos a Dios es que somos calificados para la obra de salvación eterna de nuestro Sumo Sacerdote, pretende decir que nuestro Sumo Sacerdote nos deja solos en nuestra torcida y pecaminosa naturaleza para acercarnos a Dios por nuestra cuenta. En cambio, nuestro Sumo Sacerdote intercede por nosotros y pide al Padre que haga justamente lo que dice Hebreos 13:21 que hará —“mediante Jesucristo”.

Permítame ilustrárselo de la forma en que fue visto cuando nuestro Sumo Sacerdote estaba en la Tierra. En Lucas 22:31-32 Jesús dice a Pedro: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos”. Así que ya Jesús estaba intercediendo por los suyos cuando todavía estaba en la Tierra. Y por lo que estaba orando era por nuestra fe —para que nuestra fe no fallara. (Vea Su gran oración intercesora en Juan 17:11,15, etc.).

Y tenía tanta confianza en Su oración por Pedro que dijo: “…una vez que hayas regresado…” no: “si regresas…”. Así que, aunque Pedro estaba tropezando en su negación, su fe no falló del todo. Esa es la razón por la que el Señor ora por nosotros. Esta es una pieza más de nuestra gran seguridad y esperanza en esta gran epístola de convicción.

Dios ruega para que vengamos

¿No es maravilloso, en esta temporada que se avecina, saber que Dios ruega para que vengamos? Es grandioso, el Santo Dios de justicia e ira dice: “Acérquense a Mi mediante Mi Hijo, el Sumo Sacerdote. Acérquense a Mí. Acérquense a Mí”. Esta es Su invitación conclusiva esta mañana: “Acérquense a Mí por medio del Sumo Sacerdote. Acérquense a Mí en confesión y oración y meditación y confianza y alabanza. Vengan. No los echaré fuera”. Pues Cristo “es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”.