Jesús: Mediador de un mejor pacto, parte 1

Pero ahora El ha obtenido un ministerio tanto mejor, por cuanto es también el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Pues si aquel primer pacto hubiera sido sin defecto, no se hubiera buscado lugar para el segundo. Porque reprochándolos, El dice:   Mirad que vienen días, dice el Señor,   en que estableceré un nuevo pacto  con la casa de Israel y con la casa de Judá; no como el pacto que hice con sus padres   el día que los tomé de la mano   para sacarlos de la tierra de Egipto;   porque no permanecieron en mi pacto,   y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Porque este es el pacto que yo haré con la casa de Israel   después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,   y las escribiré sobre sus corazones. Y yo seré su Dios,   y ellos serán mi pueblo. Y ninguno de ellos enseñará a su conciudadano  ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”,   porque todos me conocerán,   desde el menor hasta el mayor de ellos. Pues tendré misericordia de sus iniquidades,   y nunca más me acordaré de sus pecados. Cuando Él dijo: Un nuevo pacto, hizo anticuado al primero; y lo que se hace anticuado y envejece, está próximo a desaparecer.

Reemplazo de las sombras con la realidad

La semana pasada vimos que la Navidad es el reemplazo de las sombras con la Realidad que echa fuera las sombras. Recuerde, por Hebreos 8:5, que el sacerdote servía una copia y sombra de las cosas celestiales. El tabernáculo y templo era una sombra; el sacerdocio oficial era una sombra; los sacrificios de animales eran una sombra, las fiestas y leyes de dietas eran una sombra. Y cuando Cristo vino, las sombras comenzaron a alejarse, porque Cristo mismo es la Realidad. Él es nuestro templo y tabernáculo, nuestro enfoque y lugar de adoración. Él es nuestro Sumo Sacerdote, Mediador, e Intercesor. Él es nuestro sacrificio expiatorio. Él es nuestra fiesta de Pascua y alimento espiritual. Él es nuestra pureza y santidad, que nos separa de otros pueblos.

Y la semana anterior vimos que hay una razón por la cual la adoración y el enfoque del Nuevo Testamento es tan radicalmente espiritual, y no ritualista y tradicionalista. La razón es que el cristianismo es una fe misionera. Es decir, el mensaje del Nuevo Testamento tiene el propósito de ser predicado a todos los pueblos, y la adoración radical del Nuevo Testamento tiene el propósito de ser encarnada en todas las culturas. Eso era imposible en el Antiguo Testamento. El tabernáculo, el sacerdocio, los sacrificios, las fiestas, y las leyes en las dietas, no podían transferirse a otros pueblos o culturas. Era una religión ven y ve. El cristianismo es una religión, ve y di. Esta es la razón por la cual el cristianismo es radicalmente espiritual, radicalmente interno, radicalmente personal. Y podríamos añadir: radicalmente ético, para que nadie interprete erróneamente "interno" como privado. Está diseñado para todos los pueblos, tribus, lenguas, y naciones. Por ello desaparecieron casi todos los mandamientos ritualistas, formales, y externos de la vida de adoración. Lo que queda es una dependencia radicalmente espiritual, interna, personal, gozosa, en todo lo que Dios es para nosotros en Jesús, y la expresión externa de amor y justicia en la comunidad.

Ahora, en esta semana, el escritor nos lleva un poco más lejos por este mismo sendero. Él dice que esta manera radicalmente espiritual, interna, y personal de relacionarnos con Dios es, de hecho, el cumplimiento del Nuevo Pacto prometido. De eso trata el texto de hoy. Y vamos a dedicar dos semanas a él.

No es suficiente con el simple reemplazo de las xombras con la realidad

No funcionaría si Dios solo quitara las sombras. No funcionaría si Dios incluso pusiera a Cristo delante nuestro como la Gran Realidad y nos dejara a nosotros la responsabilidad de conocerle y amarle. Si eso fuera todo lo que Dios hizo, nuestra adoración y nuestras vidas no se volverían radicalmente espirituales, internas, y personales. Por el contrario, lo más rápidamente posible, contruiríamos una religión externa, manejable, humana. No. Si Dios va a quitar las sombras de la religión externa, ritualista, de la voluntad, entonces tendrá que hacer algo poderoso y dramático en nosotros, y no solo fuera de nosotros, porque como pecadores estamos vinculados en otro sentido.

Y lo que Dios prometió hacer, con la venida de Cristo, fue el Nuevo Pacto.

Para verlo, comencemos con Hebreos 8:6:

Pero ahora El [Cristo] ha obtenido un ministerio tanto mejor [que es más excelente que los sacerdotes del Antiguo Testamento quienes mediaban la gracia de Dios mediante es sistema de sacrificios], por cuanto es también el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.

Las mejores promesas edifican mejores relaciones de pactos entre nosotros y Dios, y esta relación es lo que Cristo obtiene y cuida como mediador. En un minuto veremos qué son esas mejores promesas.

Versículos 7-8:

Pues si aquel primer pacto [esta es una referencia a la ley, con todas sus sombras y, en general, sin la capacitación espiritual divina para guardarla] hubiera sido sin defecto, no se hubiera buscado lugar para el segundo [que es lo que Jesús ahora nos trae]. Porque reprochándolos, El dice:   Mirad que vienen dias, dice el Señor,   en que estableceré un nuevo pacto. . .

Ahora note cuidadosamente dónde está el defecto en el primer pacto. El versículo 7 dice que el primer pacto no era sin defecto. Pero entonces, el versículo 8 se explica diciendo: "Porque reprochándolos. . ." no dice "reprochándolo" sino "reprochándolos". El fracaso en el primer pacto estaba en "ellos". Bien, ¿quiénes eran "ellos", y cuál era su falta, y qué era este pacto? Todas esas preguntas son respondidas en los versículos 8-9:

Porque reprochándolos, El dice: [ahora cita Jeremías 31:31ss, la profecía del Nuevo Pacto]: "Mirad que vienen días, dice el Señor,   en que estableceré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tome de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.

Así que aquí usted puede ver que el Antiguo Pacto fue hecho con el pueblo de Dios (Israel); al salir de Egipto, lo que creo que significa, en ese período de tiempo en general (unos pocos meses después en el monte Sinaí mientras Moisés recibía la ley), y fue un acuerdo de cómo Dios y el hombre debían relacionarse y que ellos no lograron cumplir. "no permanecieron en mi pacto", y por ello Dios apartó la vista de ellos y ellos sufrieron una y otra vez el juicio.

El defecto del primer pacto, la ley mosaica, no era que Dios dio mandamientos malos, sino que las personas tenían corazones malos. En el primer pacto había perdón divino y paciencia (Éxodo 34:6-7). En el primer pacto había un llamado a la fe (Números 14:11; Hebreos 3:19; 4:6). En el primer pacto había promesas del amor de Dios (Éxodo 34:7). Pero, por mucho, estas cosas no llegaron al corazón del pueblo. Era, principalmente, algo más externo que interno.   Era obediencia por la fuerza de voluntad, en lugar de por una confianza en el Espíritu; y era más ritualista que personal.

¿Cuál fue el defecto en el Antiguo Pacto?

¿Qué estaba mal? ¿Cuál fue el defecto? Hay dos formas de responder esa pregunta: desde el lado humano, y desde el lado de Dios.  Desde el extremo humano, el problema era la incredulidad y la dureza de corazón (Hebreos 3:8; 15; 19; 4:7).  Desde la extremo de Dios, el problema era que Dios retenía la capacitación soberana de su Espíritu.

Escuche Deuteronomio 29:4. Moisés está hablando mientras recuerda cuarenta años de rebelión en el desierto: "Pero hasta el día de hoy el Señor no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír". Esa fue la razón suprema por la cual el antiguo pacto era inadecuado.  Dios tenía lecciones que quería enseñar en el Antiguo Testamento y ellas requerían generaciones de obstinación y rebelión y dureza de corazón, hasta que llegara el tiempo del nuevo pacto.

Ahora llega con Jesucristo, el mediador de un nuevo pacto. Leamos su descripción en los versículos 10 y 11 (y dejemos los versículos 12 y 13 para la próxima semana):

Porque este es el pacto que yo haré con la casa de Israel   después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,   y las escribiré sobre sus corazones. Y yo seré su Dios,   y ellos serán mi pueblo. Y ninguno de ellos enseñará a su conciudadano  ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”,   porque todos me conocerán,   desde el menor hasta el mayor de ellos.

Él dice tres verdades sobre este nuevo pacto: Primero, la voluntad de Dios será escrita, no solo en tablas, o en el papel blanco de la Biblia, sino en la mente y en el corazón. Segundo, el nuevo pacto establecerá una relación de señorío de Dios sobre nosotros: Y yo seré su Dios,   y ellos serán mi pueblo. Y finalmente, el nuevo pacto será personal e íntimo. Cuando sea perfeccionado no tendremos que exhortarnos unos a otros para conocer al Señor, porque le conoceremos íntima y personalmente. “Porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos".

Necesitamos la voluntad de Dios escrita en nuestros corazones

Así usted puede ver que el nuevo pacto es exactamente lo que necesitamos si es que Dios reemplazará las sombras con la realidad. Si la voluntad de Dios es que seamos liberados del externalismo, el formalismo, el ritualismo, y el tradicionalismo, entonces nuestra fe y nuestra adoración juntos y nuestra vida, deben ser radicalmente espiritual, personal e internas, entonces necesitamos más que la remoción de las sombras que ocurre en el Antiguo Testamento. Necesitamos que Dios escriba su voluntad en nuestros corazones. Necesitamos que él se imponga poderosamente en nuestras vidas como nuestro Dios. Necesitamos que él se asegure de ser, no solo conocible, sino que nosotros le conozcamos.

Y por eso mi oración por nosotros en esta mañana, y en esta temporada de Adviento, es que comprendamos, como nunca, la belleza del nuevo pacto. Cristo es el mediador de un pacto nuevo y mejor para nosotros. Es nuevo, porque no nos deja atados al pecado. No nos deja en nuestro (así llamado) libre albedrío, que es una frase código para la esclavitud al ego y al pecado. El nuevo pacto no nos deja en nuestra tan proclamada autodeterminación y muerte.  Vence soberanamente nuestra rebelión y resistencia, y nos libera a las delicias en Dios y a la voluntad de Dios escrita en nuestros corazones.

Según Hebreos 8:6, Cristo es el mediador de este nuevo pacto. ¿Qué significa eso? Significa que su sangre, la sangre del pacto (Lucas 22:20; Hebreos 13:20) logró para nosotros el cumplimiento de esas promesas. Significa que, mediante el Espíritu de Cristo, Dios produjo esta transformación interna. Y significa que, por la fe en todo lo que Dios es para nosotros en Cristo, es que él obra toda esta transformación en nosotros El nuevo pacto es adquirido por la sangre de Cristo, establecido por el Espíritu de Cristo, y nos apropiamos de él por la fe en Cristo.

El mejor lugar para ver a Cristo obrando como mediador del nuevo pacto está en Hebreos 13:20-21:

Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno [esta es la adquisición del nuevo pacto], os haga aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando El en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos Amén.

Las palabras "obrando El en nosotros lo que es agradable delante de Él" describen lo que ocurre cuando Dios escribe su ley en nuestros corazones en el nuevo pacto. Y las palabras "mediante Jesucristo", describen a Jesús como mediador de esta gloriosa obra de gracia soberana.

Así que el significado de la navidad no es solo que Dios reemplaza las tinieblas con la Realidad, también es que él toma la realidad y la hace real para su pueblo. Él la escribe en nuestros corazones. No pone en el suelo este regalo de navidad para salvación y transformación, para que usted lo recoja con su propia fortaleza. Lo toma y lo pone en su corazón y en su mente, y pone su sello en usted como hijo de Dios.