El poder presente de una posesión futura

Hebreos 10:32-39

Pero recordad los días pasados, cuando después de haber sido iluminados, soportasteis una gran lucha de padecimientos; por una parte, siendo hechos un espectáculo público en oprobios y aflicciones, y por otra, siendo compañeros de los que eran tratados así. Porque tuvisteis compasión de los prisioneros y aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión. Por tanto, no desechéis vuestra confianza, la cual tiene gran recompensa. Porque tenéis necesidad de paciencia, para que cuando hayáis hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque dentro de muy poco tiempo, el que ha de venir vendrá y no tardará. Mas mi justo vivirá por la fe; y si retrocede, mi alma no se complacerá en él. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.

Las buenas obras pueden ser inseguras y costosas

Hace tres semanas vimos Hebreos 10:24-25, que dice que los cristianos debieran buscar reunirse en grupos donde puedan considerarse unos a otros, y estimularse unos a otros, exhortándonos al amor y las buenas obras. Sin esta exhortación regular y este estimulo, nos desviaríamos hacia la apatía y la comodidad y la seguridad. Pero en un mundo como el nuestro, el amor y las buenas obras serán costosos. Interrumpirán nuestras comodidades materiales y pondrán en peligro nuestra seguridad mundana, y demandarán el fin de nuestra apatía. El amor no es barato. Y las buenas obras a menudo son inseguras y costosas.

Vivimos casi al lado de personas devastadas. Leímos sobre 85 000 refugiados rwandan hutu, la mayoría mujeres y niños, quienes se temían masacrados o que marchaban hacia la muerte. En nuestra propia comunidad hay enfermedad y depresión y dolor y soledad. En este tipo de mundo, la pregunta esencial no solo es: ¿Gobierna Dios sobre estas cosas? Nuestra respuesta a éso es un Sí inconmovible, porque la Biblia lo dice con abundante claridad. "¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor?" (Éxodo 4:11). "¿Quién, pues, es éste que aun el viento y el mar le obedecen?" (Marcos 4:41). El mundo no se ha salido del control de Dios. Cuando Job lo había perdido todo, y había visto el propósito de Dios dijo: "Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado" (Job 42:2). Ésa es nuestra respuesta. Sí, las inundaciones, los refugiados, el cáncer, Dios gobierna sobre todas esas cosas.

Pero ésa no es la única pregunta esencial. Esta es otra: ¿cómo convertirnos en el tipo de personas que deshacen la apatía y la necesidad de lo fácil y pleno, y arriesgan sus posesiones y sus vidas por la causa del amor y las buenas obras? ¿Cómo nos estimulamos unos a otros a ser así? Éso es lo que necesitamos en un mundo de miserias como el nuestro. De éso trata este texto.

Cada vez que Dios hace algo, tiene más de un propósito al hacerlo. Si yo fuera entrevistado, como algunos han sido entrevistados, y me preguntaran: "¿Es la inundación la ira de Dios?" Yo diría: "Es tanto juicio como misericordia, como siempre, misericordia para aquellos que la recibirán como misericordia, y juicio para los que no la recibirán así". Dios no es simple. Él es complejo. Hace muchas cosas a la vez. Él tiene propósitos únicos y diferentes para millones de personas. Y diez millones de planes para cómo los eventos de hoy tendrán fruto mañana. No juzgue prematuramente los propósitos de Dios.

Si Dios muestra Su poder y justicia, por un lado, al traer inundaciones o enfermedades o guerra o muerte, muestra Su poder y misericordia, por otro lado, no solo al despertar a las personas a su necesidad de Él, sino también al estimular a las personas al amor y a las buenas obras. Y nuestra pregunta en esta mañana es: ¿cómo lo hace? Y, ¿cómo podemos unírnosle? De hecho, este sermón es un esfuerzo por unirnos a Él en ése propósito.

Eligiendo compartir el sufrimiento de otros

En Hebreos 10:32-33, el escritor describe una situación dolorosa y trágica de persecución y reclusión. Había ocurrido hace un tiempo en la iglesia a la cuál él escribe, y él quería que lo recordaran.

Pero recordad los días pasados, cuando después de haber sido iluminados [=convertidos a Cristo], soportasteis una gran lucha de padecimientos; por una parte, siendo hechos un espectáculo público en oprobios y aflicciones, y por otra, siendo compañeros de los que eran tratados así.

Note que hay dos modos en los que sufrieron. Uno fue directo, por una "gran lucha de padecimientos", evidentemente surgió algún tipo de persecución. El otro fue al elegir compartir en los sufrimientos de otros "siendo compañeros de los que eran tratados así". Ahora, la pregunta clave en la que estoy interesado aquí es: ¿cómo estos nuevos cristianos se convirtieron en el tipo de personas que elegirían ser compañeros de los sufrimientos de otros?

La respuesta está en el versículo 34: "Porque tuvisteis compasión de los prisioneros y aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión". Ellos mostraron simpatía por los prisioneros (ello muestra qué involucraba la persecución y el sufrimiento, y cómo se volvieron compañeros en el sufrimiento de otros). Algunos fueron apresados y los otros se deshicieron de la apatía, se alejaron de la comodidad y la seguridad, y arriesgaron sus posesiones y vidas para identificarse con los prisioneros.

El resultado fue más persecución. Sus propiedades, según el versículo 34, fueron despojadas. Otras traducciones dicen que sus posesiones fueron desvalijadas. Pudo haber sido un acto oficial del gobierno. O pudo haber sido un acto no-oficial de violencia. En cualquier caso, perdieron algunas o todas sus posesiones, porque estaban estimulados al amor y a las buenas obras. Tenga en mente que, según los versículos 24-25, todo el asunto se refiere a los grupos pequeños. Nos reunimos para estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. Esta es la ilustración de cómo lucen ése amor y buenas obras. Cuando algunos sufren, otros abandonan la comodidad y la seguridad y toman riesgos y participan en las vidas de los heridos. Ésto es lo que significa amor y buenas obras.

Ahora, la pregunta es: ¿Cómo se convirtieron en ése tipo de personas? ¿Y qué podemos hacer para estimularnos unos a otros a convertirnos en ése tipo de personas? La última parte del versículo 34 da la respuesta: "Aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión".

Primero, note que este amor, y este sufrimiento elegido no era un deber hosco, lúgubre, miserable que tenían porque es lo que se supone que hacen los cristianos. Dice que ellos aceptaron con gozo el despojo de su propiedad. Es como si ustedes fuera a llevar comida y ropa a las víctimas de una inundación y encontraran toda su casa pintada con atomizador diciendo "¡Cristianos váyanse!", y sus ventanas rotas y todos sus armarios y gavetas saqueadas. Y en lugar de sentirse principalmente enojados y desanimados, se reunieran junto a algunos amigos (su grupo pequeño) y oraran y cantaran una canción de gozo en Dios porque Él les tuvo por dignos de sufrir en Su nombre (Hechos 5:41).

Eso fue lo que evidentemente hicieron, según el versículo 34. Aceptaron con gozo el despojo de su propiedad. Pero, ¿cómo se convirtieron en personas así? Esto es algo absolutamente contrario a la naturaleza humana. Amamos la seguridad y la comodidad y lo fácil y divertido y tener muchas propiedades y dinero, y tiempo libre para hacer lo que queramos. Y si lo obtenemos, nos regocijamos, y si no, nos quejamos. Pero hay personas quienes se regocijan cuando pierden posesiones y comparten en el sufrimiento. Así que de alguna forma hay un gozo indomable, y este gozo parece ser una de las claves para el amor y las buenas obras.

Porque sabemos que tenemos una mejor y más duradera posesión

Entonces viene la importante cláusula del versículo 34, para explicar la fuente de este gozo indomable y generador de amor: "sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión". La clave para el gozo indomable que produce amor y buenas obras y que comparte la pérdida de propiedad que otros han experimentado es saber que se tiene una mejor y más duradera posesión. Cuando usted sabe que tiene una posesión mejor y más duradera, entonces no se siente paralizado por la pérdida. Si esa mejor posesión es suficientemente grande, incluso podrá regocijarse en la pérdida.

¿Qué es esta "mejor y más duradera posesión"? Bien, es toda la buena noticia en que hemos estado meditando durante un año en esta carta. Es el triunfo de Jesús sobre la muerte (2:15), y el descanso final para los santos en el siglo venidero (4:9), y el sometimiento de todos nuestros enemigos (10:13), y la perfecta purificación de nuestra consciencia (9:14), y la remoción y perdón de todos nuestros pecados (8:12), todo esto señala hacia la mayor y suprema recompensa de todas, es decir, que nos "acercaremos a Dios" (7:19, 25), y conoceremos a Dios (8:11), y estaremos para siempre con Dios (8:10).

En otras palabras, la "mejor y más duradera posesión" no es una cosa. Es una persona y una gran salvación, una gran relación de aceptación con Dios y comunión con Dios y gozo con Dios para siempre. Note los dos adjetivos: "mejor" y "duradera". Es mejor que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer. Y dura más que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer. Esta es exactamente la misma doble perfección descrita en el Salmo 16:11: "Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud ["mejor posesión"] de gozo; en tu diestra, deleites para siempre ["duradera posesión"]".

Así que Hebreos 10:34 está diciendo que la clave para el gozo indomable que libera al amor y las buenas obras y que acepta el sufrimiento con los que sufren, es conocer que tenemos esta mejor y más duradera posesión. "¡Conocer!" ¡Esta es la clave! Usted debe tener esta confianza. Esta profunda confianza sobre nuestro futuro es lo que nos libera del temor y la avaricia que matan al amor y nos convierten en humanos moldeados, quienes tienen que tener seguridades y comodidades y facilidades.

Por tanto, ¿de dónde provienen ese conocimiento, esa confianza? La respuesta es que todo este libro está escrito para proveerlo. Nuestra confianza proviene de Cristo, de lo que Él hizo perfectamente en la cruz y en la resurrección, de lo que Él hace por nosotros ahora en los cielos y de lo que hará por nosotros en la Segunda Venida y por toda la eternidad. Cristo es quien destruyó el poder de la muerte (2:15). Cristo es el Sumo Sacerdote que abre el camino hacia el trono de la gracia (4:15-16). Cristo es quien vive para siempre para interceder por nosotros (7:25). Cristo es quien derramó su sangre para limpiar nuestras consciencias (9:14), y obtener redención eterna (9:12). La muerte de Cristo es el único sacrificio que nos perfecciona para siempre (10:14). Cristo pondrá a todos sus enemigos por estrado de sus pies (10:13). Cristo vendrá nuevamente una segunda vez para salvar a todos los que ardientemente le esperan. Cristo es el mediador de un nuevo y mejor pacto que asegura el perdón de nuestros pecados y la escritura de la ley en nuestros corazones y la presencia de Dios en medio nuestro para siempre (8:6-11).

Todo lo que siempre esperamos se debe a Cristo. Lo recibimos, no porque nos lo hayamos ganado, o lo merezcamos, sino por confiar en ello. Si le amamos por encima de todo lo que la tierra ofrece, entonces es nuestro. Así que cuando el versículo 34 dice que la clave del gozo indomable frente al sufrimiento y la pérdida terrenal es saber "que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión", quiere decir que ésto lo sabemos a causa de Cristo. Cristo es el sello y la garantía de nuestra esperanza en todas las promesas de Dios.

Estimulándonos unos a otros a las buenas obras en medio del sufrimiento

¿Cuáles son, entonces, las implicaciones prácticas de este tipo de estímulo unos a otros al amor y las buenas obras en medio del sufrimiento? Dos implicaciones simples y grandiosas:

  1. Una es que debemos recordarnos continuamente unos a otros cuán terrible es el precio de perder nuestra confianza;

  2. Y la otra es que debemos recordarnos continuamente unos a otros cuán grande es la recompensa de atesorar las promesas de Dios por encima de todas las cosas terrenales.

Cada una puede verse en los siguientes textos. Vea los versículos 38-39:

Mas mi justo vivirá por la fe; y si retrocede [está es la advertencia], mi alma no se complacerá en él. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición [aquí está nuevamente la advertencia], sino de los que tienen fe para la preservación del alma.

En otras palabras, no mire el costo temporal del amor y retroceda de su confianza en las promesas infinitamente superiores de Dios. Usted no solo se desligará de las promesas, usted se perderá. Aquí arriesga el infierno, no solo arriesga la pérdida de algunas recompensas extras. El versículo 39 dice: "nosotros no somos de los que retroceden para perdición"- Ése es el juicio eterno. Así que nos advertimos unos a otros: No se desvíen. No amen al mundo. No comiencen a pensar que nada grande arriesgan. Teman el terrible prospecto de no atesorar las promesas de Dios por encima de las promesas del pecado.

Pero fundamentalmente, debemos enfocarnos en la belleza de las promesas y ayudarnos unos a otros a valorar, por encima de todas las cosas, cuán grande es la recompensa que Cristo ha adquirido por nosotros. Debemos decirnos unos a otros lo que dice el versículo 35: "Por tanto, no desechéis vuestra confianza, la cual tiene gran recompensa”. Y luego debemos ayudarnos, unos a otros, a ver la grandeza de la recompensa. Creo que ésa es la tarea principal de la enseñanza y el propósito principal de los grupos pequeños y de todos los ministerios de la iglesia: ayudar a las personas a ver la grandeza de lo que Cristo ha adquirido para todos los que lo valoren a Él por encima del mundo. Ayudemos a las personas a verlo y disfrutarlo, para que la dignidad suprema de Dios resplandezca en la satisfacción de ellos, y junto a esa satisfacción, resplandezca el sacrificio que resulta de estar satisfechos en Él.

Tener a Dios es mejor que el dinero, el sexo, el poder, o la popularidad

Necesitamos hacerlo. Necesitamos meditar en la superioridad de Dios como nuestra gran recompensa por encima de todo lo que el mundo tiene que ofrecer. Si no lo hacemos, amaremos al mundo como cualquier otra persona y viviremos como cualquier otra persona. Por tanto, tome las cosas que controlan al mundo y medite en cuánto mayor y mejor y más duradero es Dios: tome el dinero, el sexo o la popularidad. Piense en esas cosas.

Primero piense en ellas en relación con la muerte. La muerte las quitará a cada una de ellas: al dinero, al sexo, al poder, y a la popularidad. Si es por éso que vive usted, no obtendrá mucho, y lo que obtenga, lo perderá. Pero el tesoro de Dios es "duradero". Permanece. Va más allá de la muerte.

Es mejor que el dinero porque Dios posee todo el dinero y Él es nuestro Padre. "porque todo es vuestro [...] y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (1ra a los Corintios 3:22-23).

Es mejor que el sexo. Jesús nunca tuvo relaciones sexuales, y él era el más pleno y completo ser humano que jamás existió. El sexo es una sombra, una imagen de una realidad mayor, de una relación y placer que hará que el sexo parezca como un bostezo.

La recompensa de Dios es mejor que el poder. No hay poder humano mayor que ser un hijo del Dios Todopoderoso. "¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (1ra a los Corintios 6:3).

Es mejor que la popularidad. La fama es un cuento fantástico si solo seremos conocidos por humanos desconocidos. Pero si nos conoce el mayor de todos los seres, ésa es una popularidad de otro tipo. La mayor popularidad es ser conocido por Dios (1ra a los Corintios 8:3; Gálatas 4:9). Y en lo referente a los ángeles: "¿No son todos ellos espíritus ministradores, enviados para servir por causa de los que heredarán la salvación?" (Hebreos 1:14).

Y así sigue y sigue. En todo lo que el mundo puede ofrecer, Dios es mejor y más duradero. No hay comparación. Dios gana, siempre. La pregunta es: ¿le tendremos a Él? ¿Despertaremos del trance de este mundo estupefacto y veremos y creeremos y nos gozaremos y amaremos? ¿Y sufriremos?