Decepcionarás a alguien y debes hacerlo

Decepcionarás a alguien y debes hacerlo

Aprendiendo a decir no por fe

Nuestra familia se había mudado al otro lado del país para que mi esposo tomara una posición pastoral, y yo me había volcado en compromisos y oportunidades. Era la esposa del nuevo pastor, y sentí la responsabilidad de asistir a los estudios bíblicos, encuentros y reuniones sociales. Asumí que era lo que otros esperaban de mí. Necesitaba decir que sí.

Pero en mi entusiasmo por encajar, hacer nuevos amigos y cumplir con los papeles no mencionados de la esposa de un pastor, había cometido un error evidente: tomé muchas decisiones basándome en el temor, en lugar de por la fe.

Me preocupaba que, si no estaba de acuerdo con todo, podría fracasar a la hora de hacer amigos, decepcionar a los congregantes y fallar en cuanto a estar a la altura de las expectativas de la gente. Así que me inscribí en los estudios bíblicos, accedí a la cena, y acepté ayudar en la enfermería.

El temor a perder algo me condujo a aceptar demasiados compromisos. Me encontré a mí misma mal humorada y ansiosa. A pesar de que todo a lo que decía que sí era algo bueno en sí mismo, aprendí rápidamente que no todo era bueno para mí en ese momento. Mi esposo e hijos sintieron las consecuencias de mi estrés. Sentí mi cuerpo en tensión constante. ¿Por qué? Porque tenía miedo de decir que no.

Cuando dejamos que el miedo nos guíe

Siempre que el temor guía nuestras decisiones, necesitamos reconocerlo como una alerta roja de que no caminamos según el Espíritu. En Juan 14, Jesús dice éstas profundas palabras a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27, LBLA).

Cuando Jesús ofrece éstas palabras a sus discípulos, sólo Él sabe que ellos enfrentarán la decisión más intensa de sus vidas. Delante está la cruz, y ellos deberán elegir entre alinearse con Jesús cuando este es acusado injustamente y asesinado, o alinearse con los líderes religiosos y la multitud.

Sabemos cómo sigue la historia. Todos ellos abandonan a Jesús. Sucumben ante su temor a los Fariseos y al tumulto, y cuando Jesús es arrestado, huyen. Pedro llega al punto de negar estar relacionado con Jesús, incluso jurando no conocerle.

¿Por qué sucumbimos?

¿Por qué estos discípulos ―que conocían a Jesús tan íntimamente― se alejaron de Él a la primera señal de persecución?

Tuvieron miedo. Y el miedo nos hace tomar decisiones que no son ni piadosas ni buenas. Cuando tenemos miedo, operamos para preservarnos y protegernos, en vez de actuar desde un lugar de confianza en Dios de todo corazón, y desde un gozo en Él. Nos centramos más en complacer a la gente, en lugar de complacer a nuestro Señor (Juan 12:43). Y el apóstol Pablo nos advierte: “Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).

Jesús dijo sus preciosas palabras acerca de la paz a sus discípulos porque sabía que ellos tendrían miedo ― miedo acerca de lo que otros pensarían o harían cuando su maestro fuera llevado a juicio, golpeado y asesinado brutalmente ―. Pero Cristo también sabía que lo que tenía para ofrecerles ― su paz duradera― era más fuerte que el temor. Les estaba pidiendo que confiaran en Él, en vez de en los fugaces y vacíos deseos de sus líderes y la multitud.

Como desligarse del temor

Jesús le estaba pidiendo a sus discípulos que hicieran algo difícil, y hoy nos pide a nosotros que hagamos lo mismo. Así pues, ¿Cómo podemos hacerlo de forma práctica? ¿Cómo podemos liberar nuestros corazones del temor que hace que estemos de acuerdo con cosas que no son ni buenas ni piadosas (ni ahora ni nunca)? ¿Cómo podemos desligarnos de complacer a las personas?

1. Inunda tu mente con las palabras de Dios.

Jesús es claro acerca de lo que significa amarlo y seguirlo: “Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda mis palabras” (Juan 14:23-24). Tenemos que conocer las palabras de Cristo para saber lo que significa obedecerle ― Para guardar su palabra―. Debemos comenzar aquí, sumergiéndonos en La Biblia, de forma que podamos discernir y aprobar lo que es bueno y agradable para Dios, más que ver lo que es bueno o agradable para nosotros u otros.

2. Céntrate en la recompensa eterna.

Mientras podría parecer un beneficio temporal el hacer, decir, o encargarse de cosas aquí en la tierra por el bien de complacer a otros, la verdad es que otras personas no tienen potestad sobre nuestras vidas o nuestro futuro. Ellos no pueden salvarnos, satisfacernos, entregarnos o asegurar nuestro destino eterno. Sólo Cristo puede hacerlo, y Él promete recompensarnos con la eternidad cuando lo sigamos y obedezcamos solamente a Él (Mateo 25:23, Revelaciones 2:7).

3. Pide a otros que te ayuden a decir no.

Necesitamos pedir ayuda a otros creyentes para tomar la dura y santa decisión de decir no cuando necesitemos hacerlo. Es difícil decir no cuando sabemos que decepcionaremos a otros ―especialmente cuando nos están pidiendo que hagamos algo inherentemente bueno―. Pero no podemos decir que sí a todo siempre, y no queremos operar bajo el temor a frustrar a otros, en lugar del deseo de agradar a Cristo. Pídele a tu esposo, amigos y pastor que te ayuden a responder a las oportunidades y peticiones desde una posición de sabiduría bíblica y oración, más que desde una posición de temor por decepcionar a alguien más.

Lo que no es propio que hagas

La paz y el temor no pueden existir en el corazón al mismo tiempo. En lugar del miedo a los demás, Jesús nos da de sí mismo. Y cuando buscamos a Cristo y a su reino a través de su palabra ―a través de una eterna perspectiva y junto a los santos― podemos decir que sí al llamado de Dios y no a lo que no es propio que hagamos.

Aunque posiblemente decepcionemos a otros temporalmente, podemos seguir adelante con confianza, sabiendo que en última instancia estamos complaciendo al Creador y Redentor de nuestras almas. Él nos dará su paz aquí en la tierra, junto con la promesa de la recompensa eterna y el deleite en Él hoy, mientras le seguimos y obedecemos su palabra.