Fieles son las heridas del amigo

¿Cuáles son las marcas de una buena amistad? ¿Qué características buscas en un amigo?

A menudo, la amistad se inicia cuando dos personas comparten un interés común. Disfrutamos estar cerca de otros a quienes les gustan las mismas cosas que a nosotros, ya sea un hobby, una vocación similar, o aun descubrir que ambos somos del mismo pueblito. Otro vínculo importante en una amistad es la lealtad. Todos queremos amigos que se queden a nuestro lado cuando las cosas se pongan difíciles. Queremos amigos que mantengan en secreto nuestros secretos. Y ciertamente queremos amigos que nos alienten, nos animen y nos afirmen.

¿Pero alguna vez buscamos amigos que nos exhorten?

Un buen amigo exhorta

En nuestro mundo son valorados los amigos que nos dicen lo que queremos escuchar. La gente prefiere amigos que los adulen. Quieren amigos que respondan a un problema sobre una decisión difícil en su vida con: “Debes hacer lo que te hace feliz”. La amistad en nuestra cultura a menudo implica un animar mutuo por el pecado.

¿Alguna vez tuviste un amigo que te susurró: “Tienes espinaca entre los dientes”? Probablemente sentiste algo de vergüenza al saber cuánto tiempo tuviste grumos verdes resaltando, en tu boca que todo el mundo veía cada vez que sonreías. Sin embargo, probablemente también estuviste agradecido con tu amigo por decírtelo.

Un buen amigo cristiano nos señalará cosas espirituales que no podemos ver, como el pecado y la idolatría. Nos indicará cuando nos hayamos desviado del camino estrecho. Nos mostrará áreas de nuestra vida donde nos falta gozo en Dios —disfrutar de la maravilla de lo que Él es y lo que ha hecho. Un amigo cristiano no nos dirá lo que queremos escuchar, sino lo que necesitamos escuchar. “Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto. Fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo” (Proverbios 27:5-6, LBLA).

Como C. H. Spurgeon dijo acerca de tales amistades,

Los verdaderos amigos confían lo suficientemente en ti para decirte abiertamente tus faltas. Dame por amigo al hombre que hablará honestamente de mí ante mis narices; quien no le dirá primero a un vecino, y luego a otro, sino que irá directamente a mi casa, y dirá: “Señor, siento que hay tal y tal cosa en usted que, como hermano mío, debo contarle”. Ese hombre es un verdadero amigo; él ha demostrado serlo; porque nunca recibimos elogios por contarle a la gente sus faltas; mas bien nos arriesgamos a su aversión; alguien a veces te lo agradecerá, pero a menudo no le gustarás más por ello.

Amistades de exhortación

Una amistad de exhortación no es una relación en la que simplemente nos sentamos y nos acusamos el uno al otro. No es una oportunidad para hacer que la gente se sienta mal. No exhortamos a los demás porque disfrutemos señalar sus faltas. Más bien, nos exhortamos unos a otros porque nos entristece ver a otro creyente caer en el pecado. Como estamos unidos el uno al otro como hermanos en Cristo, le duele al cuerpo de Cristo cuando varias partes se alejan de Dios para hacer lo suyo propio.

Los esfuerzos que hacemos para exhortarnos mutuamente siempre se hacen por amor y gentileza. “Como manzanas de oro en engastes de plata es la palabra dicha a su tiempo. Como pendiente de oro y adorno de oro fino es el sabio que reprende al oído atento” (Proverbios 25:11-12). Tomamos el tiempo para hablarles con amabilidad, animándolos y tratando de impulsarlos hacia adelante en la fe. Como el apóstol Pablo escribió a los Gálatas, “Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

Vemos las arenas movedizas en las que se están metiendo y desesperadamente queremos sacarlos antes de que se los traguen. Así que predicamos el evangelio a nuestros amigos. Les recordamos del gozo que se encuentra al conocer a Dios y ser conocido por Él, la profunda satisfacción que se experimenta al disfrutar de Aquel quien nos creó. Les recordamos quiénes son en Cristo y qué ha hecho Él por ellos. Les recordamos que fueron comprados por un precio, son nuevas creaciones y Cristo no los desamparará. Les señalamos hacia la cruz, a la redención, el perdón y el camino del arrepentimiento. Y ofrecemos caminar con ellos en el viaje.

Un oyente sabio

Cuando un amigo nos señala que nuestro cabello está levantado en ángulos extraños, o que tenemos una mancha en la camisa, o que tenemos comida en los dientes, podríamos sentirnos avergonzados, pero al final estamos agradecidos. Cuando un amigo nos exhorta amorosamente y señala el pecado en nuestras vidas, no es fácil de escuchar. Al principio, podríamos ofendernos por ello. Pero los sabios escucharán: “El que corrige al escarnecedor, atrae sobre sí deshonra, y el que reprende al impío recibe insultos. No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; reprende al sabio, y te amará. Da instrucción al sabio, y será aún más sabio, enseña al justo, y aumentará su saber” (Proverbios 9:7-9).

Cuando un amigo nos exhorta, debemos tomarnos tiempo para considerarlo. Necesitamos orar al respecto y pedirle al Señor que nos ayude a ver lo que nuestro amigo ve. Necesitamos evaluar el pecado en nuestro corazón y examinar las maneras en las que buscamos encontrar gozo y significado fuera de Dios. Necesitamos aprender de ello y crecer en semejanza a Cristo. Y tenemos que responder a nuestro amigo con gratitud por ser honesto con nosotros.

¿Tienes un amigo exhortador en tu vida? Ora para que el Señor te provea un amigo así. Busca amistades con aquellos que irradian el gozo y el amor de Cristo en sus vidas. Pasa tiempo con aquellos que viven para disfrutar de Dios para la gloria de Dios. Toma el tiempo para desarrollar amistades profundas y de confianza con los demás y buscar mutuamente lo mejor del uno y del otro —incluyendo exhortar a los demás en la fe.

Como creyentes, todos necesitamos amigos que nos exhorten. Necesitamos escuchar su exhortación y prestar atención a sus advertencias, porque hay más en juego que la vergüenza sobre cómo nos vemos con comida en los dientes. Nuestros amigos nos exhortan porque se preocupan por nuestros corazones.