Lo que tu pasado dice de ti hoy

Un día mi hijo estaba trabajando en un proyecto de dibujo. Me acerqué para ver cómo iba: “Oye, hijito, no aprietes tanto con el lápiz. ¿Recuerdas lo que te dijo el profesor? Vas a terminar con líneas fantasma”.

Él suspiró: “Ya lo sé”. Tomando su borrador, restregó con fuerza las líneas, pero permanecieron allí. Mi hijo aprendió en la clase de arte que, si dibujas con lápiz, es importante bosquejar con suavidad porque si tienes que borrar algo, no te quedan las líneas fantasma. Pero, si aprietas mucho al dibujar, no importa cuan fuerte intentes borrar, quedarán unas líneas ligeras mostrando lo que había.

Las líneas marcadas en nosotros

Mi vida está llena de líneas fantasma. La mayor parte de los días, cuando echo un vistazo al cuadro de mi vida, no las noto. Pero a veces, a la fuerza, tengo que acercarme, como cuando algo hace que un recuerdo se dispare. Muchos de estos recuerdos, aunque redimidos por la obra de Cristo en mi vida, manifiestan todavía líneas fantasma marcadas en el cuadro de mi vida. De hecho, entre más me acerco, mas líneas veo.

Las veces que los amigos me rechazaron.
Las pérdidas que he sufrido.
Los pecados que he cometido.
Las personas que he lastimado y las que me han lastimado a mí.
Sueños que se han arruinado y caminos equivocados que he tomado.

No soy la única. Todos tenemos líneas fantasma en nuestros cuadros. Cosas del pasado que hicimos, cosas que nos hicieron, dificultades que pasamos – todas grabadas en nuestras mentes. El tiempo sigue andando y las líneas se van desvaneciendo, pero de todas maneras están ahí. Es posible que haya redención, perdón, salvación, sanidad y vida nueva, pero permanece la evidencia de lo que era antes. Para aquellos cuyas líneas están bien marcadas en el tejido de nuestra historia, es una lucha constante por tener gozo en el presente, ya que todavía sentimos el dolor del pasado.

¿Cómo viviremos con semejantes marcas? ¿Cómo podemos ver la belleza del cuadro que Dios está pintando sin distraernos con estas líneas fantasma tan notorias?

Una vida con anhelos dolorosos

Nuestras vidas son parte de lo que es vivir entre el “ya” y el “todavía no” de la historia de redención de nuestro Dios. Ya hemos sido liberados del poder del pecado pero su presencia permanece. Ya somos ciudadanos salvos del cielo pero todavía vivimos en un mundo manchado de pecado. La guerra se ganó pero todavía tenemos batallas por delante. Hemos perdonado a los que nos han hecho mal pero los recuerdos dolorosos que no queremos siguen todavía. Por eso clamamos: “¿Hasta cuándo, oh Señor” y “¡Maranata, ven pronto!” Aun los mártires en el cielo preguntan cuando se vengará su sangre (Apocalipsis 6:10). La tierra misma gime esperando que por fin se complete el día de la redención y restauración (Romanos 8:22-23).

Ahora que espero y vivo con mis propias líneas fantasma, me lleno de esperanza al recordar que mi Salvador tiene sus propias líneas que marcan sus manos, pies y costado, donde llevó el castigo de nuestros pecados, fracasos y remordimientos. Estas marcas están grabadas en su cuerpo resucitado, el cuerpo humano que llevó al cielo, el cuerpo que veremos al mirarle cara a cara. Él escogió vivir por toda la eternidad con estas cicatrices, estas líneas fantasma de su amor, misericordia y gracia.

Las buenas nuevas en las líneas fantasma

Las líneas fantasma cuentan historias. Una de las historias importantes es que las cosas en mi vida han cambiado. Las sombras de las líneas de mi pasado me recuerdan lo lejos que el Señor me ha traído. El hecho de que ahora son solamente sombras me enseña que Dios está en el proceso de redimir todas las cosas, aun las más difíciles y las más dolorosas. También me recuerdan que Él ha estado conmigo todo el tiempo. Son marcas de su gloria y gracia, trazadas para recordarme cómo me cargó, me salvó y me perdonó. Como Pablo, puedo recordar las historias que cuentan estas líneas y ver cómo el Señor ha sido mi fortaleza en la debilidad. Puedo mostrar mi cuadro a los demás, señalándoles las líneas y puedo gloriarme en lo que Dios ha hecho.

Además, mis líneas fantasma me manifiestan que Dios es un Artista, involucrado íntimamente en la obra maestra de mi vida, creando maravillas, a pesar de mis garabatos infantiles. Al ver como esa obra va agarrando forma a lo largo de los años, veo una transformación que se está llevando a cabo. Me aferro a la promesa de Filipenses: “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).

Ese día, todos estaremos en las galerías del cielo y veremos al completo la obra culminada de Dios. ¡Qué emocionante será! Los cuadros ya se habrán terminado. Van a ser perfectos, limpios de pecado y vergüenza, y celebraremos para siempre la obra del Artista Maestro.